Tengo un bló

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miércoles, 14 de marzo de 2018

Pink, la mierda más grande que cierta vez se rodó en México

Hay películas que son obras maestras, hay otras buenas, hay algunas, incluso que se dejan ver, las hay mediocres, las hay malas y la que vi el domingo por la tarde no me atrevería a calificarla de cine. Una sucesión de secuencias pretendida y pretenciosamente moralistas, mal trabajadas, sobreactuadas, sin lógica estructural, infectada (infestada, también, pero quiero expresar su proceso infeccioso) de estereotipos y homófoba hasta el paroxismo que nos cuenta el peligro de la adopción de criaturas por abyectos homosexuales, inconscientes, egoístas, perversos y amanerados. Un truño, vaya.

Pink, el rosa no es como lo pintan, la homofobia, sí

La cinta la dirige un mexicano apellidado del Toro, nade que ver con el oscarizado cineasta Guillermo sino un tal Paco que no tiene reparo ni vergüenza alguna en filmar obras que sonrojarían a los profesionales del cine porno.

Contiene sopiler y hay que tener valor para leer el "argumento" :

La cinta empieza con la llegada a casa de un chavalín que es el hijo adoptado de una pareja de gays interpretados por Pablo Chang, haciendo de un sobreactuado y oxigenado papel diseñado por algún especimen falto de talento que es un papel que rebosa estereotipía barata. El papel representa a  un estilista de éxito, y Charly López, otrora cantante del grupo Garibaldi, un musculado y promiscuo gay machote que vive armarizado. Lo único decente de esta cinta prejuiciosa y homófoba es el coro de mariachis acompañando a Charly López entonando una ranchera.

Empecé a torcer el gesto ya con esta puesta en escena y la cosa no mejoró cuando llega otra ruidosa pareja gay, todo amaneramiento y mal gusto en el vestir, porque, oh, sí, los clichés y estereotipos en esta peli son de antología. Colores chillones, cinturones en el costillar, cintas en el pelo. Uno de los gays  amistosos va derechito al nuevo miembro de la familia con ánimos libidinosos, y es que, para no abandonar la idea de la maldad inherente del gay se deja muy claro que todo maricón es pederasta.

Sobreactuación y horterada todo en uno

Al niño lo acosan en el colegio y todo el mundo mira para otro lado, y, además, como es natural según el director moralista falto de realidades tangibles, el niño se muestra feliz con el amaneramiento y tiende a imitar a sus padres, porque, de todos es sabido, cada varón gay tiene en su cuarto de baño un lápiz de labios y sombra de ojos, se dediquen al bello arte del transformismo drag o no.

Y el niño tiene un primito hijo de un matrimonio hetero, permisivo y políticamente correcto. El varón de este matrimonio heterosexual tiene tres momentos estelares en los que se transforma en una especie de adoquín sin argumentos que cualquier escolar podría rebatir ante las peroratas de un médico que habla más como religioso que como hombre de ciencia que explica que no tiene nada en contra de los gays pero que la biblia dice que la homosexualidad es pecado, aunque no sepa que el rey David amaba a Jonatán  y cantaba así en sus salmos :"Me eras carísimo/ y tu amor era para mí dulcísimo/ más que el amor de las mujeres".

La cosa no acaba ahí, el colega luego tiene una chusca conversación con dos compañeras de trabajo que le explican que los niños de parejas gays se vuelven gays, con una lógica aplastante de peso ligero ya que, por esa regla de tres, no sé que pinta tanto homosexual nacido de parejas heterosexuales. El andoba, claro, no rebate semejante truño informativo, teniendo datos tan de primera mano que explican que todas esas patrañas no son más que prejuicios estúpidos.

La peli es un horror que se hace eterno y  tiene una historia narrativa que cualquier chaval de ocho años rodando con un móvil podría mejorar. El machito varonil de la pareja, promiscuo y picaflor desata los celos escandalosos del amanerado oxigenado porque ¡Viva el estereotipo! las maricas son unas celosas que montan un escándalo por cualquier cosa. Consecuencia previsible: El matrimonio se deshace. Recordemos que los gays tienden a formar parejas inestables (estereotipo número mil) y el oxigenado papá se dedica a andar de hombre en hombre con el niño por medio.

El fin de fiesta es de campanillas: El varón hetero liberal ve como su hijo, pro la influencia nefasta de su primo amanerado por culpa de su papá gay pasado de rosca, ve la luz de la razón en las voces de los religiosos que se alimentan de clichés infantiles y de hostias consagradas, lo cual tiene mala leche porque no hubo pederasta más deleznable en la iglesia mexicana que Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo. La influencia gay en su hijo lo asquea.

Mientras, el gay oxigenado ve la luz gracias a un taxista con el que intenta flirtear pero la profunda convicción cristiana del chófer le hace replantearse la vida. Se desoxigena el pelo y ya no viste de rosa, porque vestir de rosa es lo que hacen todos los gays desde que reciben el carnet de miembro.

Para acabar, vuelve el machote picaflor, pero gay a fin de cuentas, y le cuenta que ha pillado el SIDA porque ya se sabe que todo gay se expone a ello, aunque el aterrado contagiado tenga una tendencia bisexual. Lo que queda claro de su llanto, porque los hombres de verdad no lloran, es que va a morir. Hale, y ahí acaba, pasándose por el escroto, heterosexualísimo, eso sí, las leyes más fundamentales de planteamiento, nudo y desenlace.

El director de esta pretenciosa mierda


Por si no nos ha quedado claro que se ha acabado, y sin saber cómo he soportado tanto horror en movimiento aliñado con mal gusto, sobreactuación y secuencias sin pies ni cabeza, nos deja un par de pasajes de la Biblia, que, curiosamente no son esa ley que dice que si se muere tu hermano tienes que follarte a tu cuñada. Hay que ver, sólo eligen lo que quieren del texto pretencioso y pretendidamente escrito por Dios , y un par de consejos morales supuestamente deducidos de algún estudio estadístico sacado de la Superpop o el Forocoches en el que te cuentan que esta sociedad sin valores va a terminar siendo totalmente homosexual.

Un horror que no sé cómo se atrevió a difundir Netflix hasta que alguien tuvo el valor, porque hay que tenerlo, de tragarse este bodrio para avisar de que, además de homófobo era un truño que ofende al mal cine.

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