Ayer hubo una multitudinaria manifestación en contra de la nueva revisión de la ley del aborto propuesta por el ministro de Justicia que, finalmente, se ha quitado la careta de "centrista aperturista" y ahora obedece con fe ciega las directrices del sector de la iglesia más ultramontano.
Y ya que en este país de la opinionología, todo el mundo tiene el derecho de contar su parecer al respecto, yo no voy a ser menos, faltaría más.
Esta ley, que da un salto hacia atrás de 40 años, decide, como hace tanto tiempo que la mujer no es un ser con capacidad pensante, que es un recipiente sin capacidad de decidir y que otros pueden pensar por ella lo que más le convenga, a los otros, no a ella.
El ministro de justicia, ayer, en el congreso
Se suprime de esta ley el derecho al aborto por malformación fetal, que, no nos engañemos, es la mayor incidencia de solicitud de interrupción del embarazo que existe. Un embarazo interrumpido que, en la mayoría de los pocos casos que conozco, ha sido llevado a cabo con todo el dolor del corazón de las parejas que han decidido no sufrir ni hacer sufrir a un bebé que, en muchos casos, moriría los primeros meses o llevaría una vida de sufrimiento propio y del resto de la familia condenada. Y ahí está el quid del asunto.
La hipocresía que demuestra el gobierno que pretende cambiar la ley del aborto es nauseabunda. Por un lado, prohíbe decidir a la mujer sobre su decisión de interrumpir su gestación como si esta fuera una idiota, para luego obligarla a tener un hijo con problemas que mantendrá esclava a su familia. Imaginemos que el bebé tiene hidrocefalia. Necesitará cuidados para toda la vida, muebles especiales y ayuda que una familia, muchas veces no puede sufragar de su bolsillo. Para eso se desarrolló la ley de dependencia que este mismo gobierno antiabortista pretende dejar en nada. Y así es. Deciden que tú tienes que tener un hijo con muchos problemas y dependencia total que van a mantener esclava a la familia y, encima se le suprimen las ayudas que anteriormente se desarrollaron con la ley.
Y así es la cosa: Deciden que la mujer no puede pensar por si sola. La obligan a ser un recipiente sin opinión y derechos para que se convierta en una madre esclava, pero no hasta que el hijo sea independiente, sino hasta que la sufridora madre-esclava-idiota por ley se muera. Y ya está, de un plumazo nos quitamos del mercado laboral, que es cosa de hombres, jodidas mujeres advenedizas, a otro chocho que se cree que puede hacer con su cuerpo lo que quiera y así la esclavizamos y la hundimos en la pobreza de sus nulos ingresos para que ella también sea dependiente económica de un marido, si tiene suerte, con curro, y si no, que se joda, porque todas son unas putas, menos mi madre y mi hermana.
Marco
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