Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

jueves, 29 de enero de 2009

Risotto con Gardel

Hoy me he levantado con un poco de prisa porque me toca ir a mi anodino trabajo temprano, así que había decidido ser práctica y cocinar algo que sirva de comida y cena a la vez. Acabo de terminar y me ha quedado espectacular. Espero que sepa tan bien como su aspecto. Además sobró algo de la cena de anoche que pienso saborear dentro de un rato. Anoche mi amor me sorprendió con un delicioso risotto de hongos que estaba grandioso. Eso sí, me prohibió entrar en la cocina hasta el momento en que me plantara el plato bajo la nariz. La verdad es que fue una suculenta sorpresa. Estaba como la Morgan: "Agradecidáaa y emocionadáaa...."

Así que, como decía, hoy he decidido ser práctica y ahorrarle el esfuerzo de la cena (es jueves y hoy estará con la vitalidad de un zombi, pobrecilla). Y para ello casi siempre que me pongo a "faenar" aderezo el momento con una banda sonora. Esta vez he encontrado entre los discos que me traje uno de tangos de Gardel. De vez en cuando me gusta berrear alguno, aunque mi padre siempre haga el despectivo comentario de que los tangos son lamentos de cornudo. Un buen día descubrí que los tangos no son nada apetecibles después de una noche de resaca. Un domingo hace largos años, después de una larga madrugada me quedé a dormir lo poco que quedaba de oscuridad en casa de mi amiga la bruja Avería. A eso de las nueve de la mañana a uno de los vecinos le dio por poner a Gardel desgañitándose por los altavoces acompañado de una guitarra roñosa. En ese momento hubiera envuelto el cuello del francesito con un bandoneón arrabalero y hubiera apretado tan fuerte como el sargento de a la luz de un candil. Grrrr.

Mientras me atareaba entre los fogones y de vez en cuando destripaba una de las letras que sonaban me daba cuenta de que muchas de las letras son tremendamente nada correctas para una sociedad igualitaria en cuestión de género. Ese pensar que "todas putas" que están para sacar la pasta y que "un hombre no debe llorar" son casi para aplaudir la avería de cierto aeroplano, si me permiten la burrada.

Pero ahora que caigo no legan a la altura de esa deliciosa canción infantil que no sabía por qué odiaba de niña y ahora sí lo puedo entender: "Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar. Pero no pudo jugar porque tenía que planchar. Así planchaba, así, así". ¡Toma ya educación para la ciudadanía! Que venga la UNICEF, esto es como coser prendas NIKE en el sudeste asiático, y encima sin cobrar.

jueves, 22 de enero de 2009

Los vascos: esos grandes desconocidos

Ayer volví temprano de trabajar y cuando subía las escaleras tropecé con la puta gata de los vecinos que me maullaba al subirse hasta el último piso y sentirse arrinconada. Yo tenía intenciones de echarla fuera del edificio, pero sus dueños me oyeron así que les dejé cazándola. Debe de estar con el celo, porque había un gato gordo esperando muy paciente en la puerta del portal. Ya estoy un poco harta de encontrarme a los animales de los vecinos. No es que estos sean animales - aunque un poco bestias sí son- pero es que entre la gata y el perro canelo mil razas esto parece un zoológico escaleril. Un día se dejarán a la niña fuera. Y será dentro de nada, porque en la zona de los buzones está la sillita de paseo, la del coche, la bici de la niña, el casco de la moto de la madre y hasta un cubo con jabón para el coche de uno de sus amiguetes. Panda de salvajes.

Como decía, ayer entré temprano en casa, y estábamos preparando la cena cuando descubrimos que todo era fútbol en la tele. Sólo nos quedaba el último capítulo de Fago en la 1. En eso que empiezan a dar el parte del tiempo. Antes de que saliera el mapa autonómico en la pantalla le dije a quien está harta de oirme que las ciudades vascas -y Pamplona, porque no es Iruña- son las únicas que salen con el nombre en castellano. Mientras A Coruña, Ourense, Lleida o Girona tienen el nombre adaptado a su idioma: Vitoria, San Sebastián, Bilbao y Pamplona, o lo que es lo mismo: Gasteiz, Donostia, Bilbo eta Iruña, salen castellanizadas. No me vale eso de que el nombre cambia mucho, al menos en el caso de Bilbo y en el de Donostia, ya que a nosotros nos llaman donostiarras y no "sansebastianenses". Me parece discriminatorio, sin más polémica.

Pero ahí no acabó la cosa. La meteoróloga, que es de la cantera de TV3, habla de localidades con vientos fuertes y menciona "Oiarchún" (Para Oiartzun) y el monte "Jaizquibiel" ´. En este caso me horrorizó comprobar que escribieron un híbrido, porque si bien escribieron Jaizkibel con qu de queso, se les olvidó el castellano detalle de colocar la tilde sobre la sílaba llana. Si lo escriben castellanizado, por favor, es "Jaizquíbel". Sí, ya se que siempre estoy con lo mismo, pero es que me entra la risa cuando oigo cosas como "Beasaín" o "Andoaín" ¿Por qué diablos se encargan de romper el diptingo?

La gracia no acaba ahí. Echan Fago después, en la que salen dos actores (uno de ellos Jacobo Dicenta poniendo acento extraño, y para que se note que es vasco, al más puro estilo "-los vascos decís de cada tres palabras, dos tacos- Hostia, no jodas") con su pañuelo palestino, y su corte de pelo "cortito por delante, larguito por detrás". Sale uno de ellos hablando por un teléfono pinchado por la pikoletería. Y me entró la risa, porque aunque ponía voluntad el actor, no se le entendían la mitad de las palabras y sonaba a leído y memorizado sin ponerle la emoción justa. En eso que el pikolo Che Guevara (llevaba la boina y la barba) es capaz de traducir la conversación. Pues ya tiene mérito, porque joder que lo hacía mal el de la kefiah palestina.

En eso que hay un corte publicitario y nos sacan que van a echar Carmen con Paz Vega un día de estos. Fue como si me leyeran el pensamiento, porque automáticamente después de la escena telefónica de Fago, recordé la carcajada general del cine de Donostia donde vi proyectada la peli en el instante en que Paz Vega hablaba en euskara, ya que Carmen, ciñéndose al libro de Prospère Merimée es vascoparlante. Y, aunque Paz Vega no lo hace del todo mal, tiene un deje a la hora de decir su texto en la lengua vasca. (Para mi cuadrilla siempre será Paz "adijkide" Vega).

Y es que para los medios de comunicación españoles y todos aquellos que los utilizan, los vascos somos esa gente extraña, que tiene nombres extraños a los que ellos en vez de preguntarnos cómo se dicen, se encargan de destripar de manera chapucera para sacárselos de encima a la mayor rapidez.

martes, 20 de enero de 2009

El día de San Sebastián


Hoy es 20 de enero. Festividad del patrón de la capital guipuzcoana, así como de otras poblaciones como Azpeitia o Tafalla, o incluso aquí Monistrol de Montserrat. Es extraño estar lejos de casa en un día como hoy y una noche como la de ayer. Aunque diré aliviada que pensé que lo iba a añorar mucho más. Jamás falté un día como hoy ni siquiera cuando estudiaba en Bilbao y un profesor "simpático" nos quiso fastidiar poniendo el examen un día como hoy por esa rivalidad sempiterna entre las dos ciudades líderes de ambas provincias. Echaré de menos, eso sí, salir en las dos tamborradas en las que salía. Una el día 20 a las 00:00 horas, en la que tenía la responsabilidad de ser el tambor mayor, cosa que siempre conlleva dirigir las piezas, ponerse de acuerdo con los músicos -los nuestros, de Allo- mirar el reloj porque tenemos que estar a las 2 de la mañana en el parque para tocar con las otras 3 compañías del barrio. Y sobre todo, algún mal rollo con algún borracho de la fila. Menos mal que el día 20 a las cinco de la tarde salía como simple barril por el barrio de Gros con una tamborrada alegre y joven, y lo bien que nos trataban en la gimnástica de Ulia, Umore ona (café caliente y moscatel), Kondarrak o Lagun Garbiak, por poner algunos. Y luego la cena a base de caldo, lasaña y yogures del lidl. Y salir pitando, si no te tocaba quedarte a recoger por sorteo, para ver la arriada de la Unión Artesana. Y siempre terminaba reventada de cinco horas con el barril a cuestas, más lo de la noche anterior, aterida de frío, pero afónica y contenta viendo como los más atrevidos saltaban sobre el tablado -cada vez más prohibido- de la plaza de la Consti tarareando las piezas y redoblando con los pies....Y esperando a los caldereros y a las iñudes y artzaias que salen el primer fin de semana de febrero.