Hoy me he levantado con un poco de prisa porque me toca ir a mi anodino trabajo temprano, así que había decidido ser práctica y cocinar algo que sirva de comida y cena a la vez. Acabo de terminar y me ha quedado espectacular. Espero que sepa tan bien como su aspecto. Además sobró algo de la cena de anoche que pienso saborear dentro de un rato. Anoche mi amor me sorprendió con un delicioso risotto de hongos que estaba grandioso. Eso sí, me prohibió entrar en la cocina hasta el momento en que me plantara el plato bajo la nariz. La verdad es que fue una suculenta sorpresa. Estaba como la Morgan: "Agradecidáaa y emocionadáaa...."
Así que, como decía, hoy he decidido ser práctica y ahorrarle el esfuerzo de la cena (es jueves y hoy estará con la vitalidad de un zombi, pobrecilla). Y para ello casi siempre que me pongo a "faenar" aderezo el momento con una banda sonora. Esta vez he encontrado entre los discos que me traje uno de tangos de Gardel. De vez en cuando me gusta berrear alguno, aunque mi padre siempre haga el despectivo comentario de que los tangos son lamentos de cornudo. Un buen día descubrí que los tangos no son nada apetecibles después de una noche de resaca. Un domingo hace largos años, después de una larga madrugada me quedé a dormir lo poco que quedaba de oscuridad en casa de mi amiga la bruja Avería. A eso de las nueve de la mañana a uno de los vecinos le dio por poner a Gardel desgañitándose por los altavoces acompañado de una guitarra roñosa. En ese momento hubiera envuelto el cuello del francesito con un bandoneón arrabalero y hubiera apretado tan fuerte como el sargento de a la luz de un candil. Grrrr.
Mientras me atareaba entre los fogones y de vez en cuando destripaba una de las letras que sonaban me daba cuenta de que muchas de las letras son tremendamente nada correctas para una sociedad igualitaria en cuestión de género. Ese pensar que "todas putas" que están para sacar la pasta y que "un hombre no debe llorar" son casi para aplaudir la avería de cierto aeroplano, si me permiten la burrada.
Pero ahora que caigo no legan a la altura de esa deliciosa canción infantil que no sabía por qué odiaba de niña y ahora sí lo puedo entender: "Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar. Pero no pudo jugar porque tenía que planchar. Así planchaba, así, así". ¡Toma ya educación para la ciudadanía! Que venga la UNICEF, esto es como coser prendas NIKE en el sudeste asiático, y encima sin cobrar.
Marco
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Aitor Arregi y Jon Garaño me parecen dos buenos directores, tanto cuando
trabajan juntos como por separado. La única película suya que no me gustó
fue Han...
Hace 2 horas