Se acabó lo bueno y se acabó de verdad. Ya no es sólo que la triste realidad te golpee con vigor en la cara y debas volver a la machacante cotidianeidad y a la esclavitud laboral, también sucede que los minutos de sol se van racaneando y el frío comienza a ganar la partida al calor.
En el Mediterráneo nororiental, además, se da el cíclico fenómeno de las tormentas torrenciales de septiembre que crecen en los Pirineos y bajan hacia la costa, cosa que me explicaban en 3º de EGB, cuando aún León, Zamora y Salamanca eran una región triprovincial, Cantabria y la Rioja no habían usurpado unos nombres que no se merecen en exclusividad y formaban aquello que se conocía como "Castilla la vieja", y Madrid, aún sin el chollo de ser comunidad autónoma uniprovincial, no había legado la pertenencia a "Castilla la Nueva" a Albacete, que seguía ligada a Murcia. A esa tierna edad de 8 años, te contaban que en septiembre las lluvias tormentosas se daban con frecuencia inusitada en la tierra catalana y los torrentes llevaban un caudal de agua enorme que desembocaba en inmensas ramblas hacia el Mediterráneo.
¿El último para billete a África, por favor?
Y este año debe ser así, además, porque ayer mismo un cuantioso grupo de cigüeñas formaba círculos en el aire llamando a reunión a sus congéneres para planificar su viaje al sur. El año pasado estas concentraciones las vi en octubre, no en agosto. Me temo que esto significa que el verano meteorológico ya se está convirtiendo inevitablemente en pasado.
Que nos sea leve.
Marco
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Aitor Arregi y Jon Garaño me parecen dos buenos directores, tanto cuando
trabajan juntos como por separado. La única película suya que no me gustó
fue Han...
Hace 1 hora