No hace mucho en este blog hice referencia a la secta pijouniversitaria yankee
skull &bones (calavera y huesos) en la cual comentaba como el abuelo de George W. Bush, junto a otros pijos de Yale, escondidos de la primera guerra mundial bien lejos de las trincheras,
se habían apoderado de la calavera de Gerónimo, el guerrero apache.
Estaba leyéndome la minuciosa biografía que de Pancho Villa hizo hace un lustro Paco Ignacio Taibo II, cuando cuenta una historia similar en la que el cráneo del centauro del norte (Villa), se comenta, acaba en la misma logia de iluminatii de Yale.
Villa está enterrado sin cráneo
A Villa, ya retirado de la guerra, se lo cepillaron en Parral, en 1923, cuando iba conduciendo un coche y lo frieron nueve tipos armados hasta los dientes. Creo que el coche/colador, se exhibe en un museo y todo. Tres años más tarde alguien profanó su tumba y el cadáver apareció decapitado. Se dice que fueron unos soldados mandados por un superior, mandado por otro, que cobró de alguien muy influyente. Hasta se detuvo a un tipo, soldado de fortuna americano, llamado Emil Holmdahl. El tal Holmdahl, parece ser, que fue quien entregó la calavera de Villa a los
skull & bones. Holmdahl, hijo de suecos, soldadico profesional, estuvo en Filipinas en 1898 y luego en el berenjenal mexicano hacia 1916, con la expedición punitiva yankee contra Villa, al que no encontró
Black Jack Pershing (Esto da para otro post). Por eso había oído hablar de Tomás Urbina, revolucionario villista, y las historias acerca de sus tesoros enterrados en el norte de México. Hasta los estuvo buscando, sin éxito, junto al famoso actor alemán Emil Jennings. No encontró los tesoros enterrados de Urbina, pero sí la calavera.
Emil Holmdahl, ¿el Indiana Jones de los skull & bones de Yale?
Sin embargo ese mal gusto de profanar tumbas y no dejar descansar a los difuntos, por desgracia, se practica desde hace tiempo. La primera vez que oí hablar de profanaciones de sepulturas fue cuando, en Hernani, estábamos en su iglesia de san Juan Bautista, y nos contaban que Juan de Urbieta, el titular de la sepultura, soldado de infantería, que en la batalla de Pavía, por pura casualidad se encontró con Francisco I de Francia cayéndose del caballo a sus pies, lo hizo preso. Tal feliz (para él) acontecimiento le hizo ser festejado por Carlos I, que lo nombró capitán. Pues bien, 250 años más tarde, los franceses, primero, en la guerra de la convención (1794-95) y luego en la de la independencia (1808-1813), abrieron su tumba, quizá por venganza, ¿quién lo sabe? y no dejaron ni un huesecico.
Urbieta, profanado su sepulcro por chauvinismo
Claro, una cría como yo preguntando en casa sobre eso de abrir tumbas y te cuentan quién es Howard Carter, el que se encontró la tumba de Tutan Kamón, y se hizo famoso, en el mundo de la egiptología, de las maldiciones, del cine de momias, del de aventuras tipo Indiana Jones...
Howard Carter en plena profanación científica
Y de ahí a saber que Franco se paseaba con el brazo incorrupto de Santa Teresa por todas partes, para que le diera suerte. Claro que la iglesia suele, no se sabe por qué, desmembrar a sus santos y repartir sus vísceras y huesos por medio planeta. La pobre Santa Teresa, por eso de ser santa, está en cachitos entre Roma, Lisboa, París, y Ronda. Si del pobre niño Jesús guardan un montón de prepucios sagrados (Buajjj). Si hasta se exhibe la sangre de San Pantaleón en la región de Campania, Italia, de la que dicen, tiene poderes sobrenaturales y se licúa sola.
Franco y su amuleto anatómico teresiano
Ya da mal rollico que los antes referidos de Yale tengan los cráneos de Gerónimo o Pancho Villa, pero es que se comenta que tienen una colección que comprehende los de Omar Torrijos y Patrice Lumumba, entre otros. Ya se sabe que hay gente que colecciona cosas raras, y que los museos se pirran por tener momias o cabezas reducidas de los jíbaros. Tanta necrofilia resulta inconcebible. Si hasta al pobre Ötzi, la momia del año 3000 a.c. que se encontraron en los Alpes tiroleses reposa en un museo de Bolzano.
Ötzi, de los Alpes, al museo
Pero claro, una cosa es la necrofilia y otra profanar tumbas. Al poco de derrocar a Perón en Argentina, el general Aramburu, obesionado con Evita Perón, mandó secuestrar su cadáver enbalsamado. El cadáver estuvo estacionado por medio Buenos Aires hasta que consiguieron sacarlo del país y llevarlo a Italia. Años más tarde, un comando de montoneros (seguidores de Evita) secuestró el cadáver del secuestrador, general Aramburu, para canjearlo, como si fueran cromos, y así acabar con ese trajín de muertos de un lado para otro.
Evita en proceso de embalsamado
También Lenin o Mao están momificados y expuestos, como muchos cadáveres, y es que la religiosidad y la veneración no se quedan solo en las iglesias. Menos mal que a ellos no los han profanado, como tampoco a
Prim, del que ya hablé hace un año, al que han sacado de su tumba después de 140 años para ver si murió por los tiros de la calle del Turco o envenenado. ¡Qué ganas de sacar cadáveres a pasear!
¡Qué bien se cuida ud. general, para tener 200 años!
En fin, hay gente menos escrupulosa...