Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

lunes, 27 de septiembre de 2021

El Bellas Artes muere en el zinemaldia

Mi ciudad, en la que ya no vivo, acaba de concluir su festival de cine, zinemaldia, o esa semejanza a la  onomatopeya propia de aspiraciones nasales que son sus siglas SSIFF, porque todo hay que traducirlo a la lengua del imperio (San Sebastian International Film Festival) para demostrar lo catetos que somos, no como en Berlín, Cannes o Venecia, que usan sus propios idiomas. Y, como colofón de tal fiesta del cine, el ayuntamiento donostiarra ha decidido, después de muchos años de controversia, tirar el edificio que alberga uno de los cines en pie más antiguos del estado: El Bellas Artes, erigido en 1914 en pleno ensanche Goikoa.

Todo por la pasta.

Recuerdo haber ido a este cine con mis tías que nos metieron a un montón de sobrinos en un 600 y nos llevaron a ver "el libro de la selva". Era tan pequeña que lo recuerdo muy vagamente. Sí recuerdo, en cambio, haber ido a ver, poco antes de su cierre, un festival de pelis de "Mortadelo y Filemón". Poco después cerró y sirvió durante una época como local de ensayo del Orfeón Donostiarra y de la Sinfónica de Euskadi, porque es un teatro enorme.

Las Reparadoras vendieron el convento en pleno centro y ahora se llama "Convent Garden". Pfff.

Pero Donostia, en esa fiebre por tener hoteles de todas las cadenas, ahora que ya casi no quedan conventos ni colegios por reformar para el negocio hostelero ya que el de Santa Teresa, las Reparadoras, las Siervas de María, la Compañía de María o la ikastola de los claretianos, Miren Bihotza (Corazón de María), han acabado vendiéndose para que pernocten los turistas, vuelven al viejo sueño olvidado de convertir el céntrico Bellas Artes en un apartahotel de lujo. Volviendo al monopoly de inmuebles de las congregaciones católicas convertibles en negocio del turisteo, hasta el señor obispo ha vendido un par de edificios de la diócesis para tales menesteres alegando falta de dinero para las iglesias de su rebaño, cosa que da mala espina, que no santa de la corona de Cristo.

Miren Bihotza, un colegio de curas en la esquina de la playa de la Zurriola. ¿Dónde ensayará ahora mi tamborrada?

Cuando vuelvo por casa, sin llega a ser una turista del todo, me da pena encontrarme con una ciudad cada vez más desconocida e impersonal, hecha para el turismo de masa. Todo es escaparate. Los que viven en la ciudad cada vez lo tienen más difícil para vivir allí. Furia constructora de hoteles, pintxos de prefabricación en nave industrial de polígono. ¿Morirá de éxito la ciudad y matará a sus ciudadanos en el intento con el beneplácito del consistorio?

Gentrificación, escaparate para foráneos, y negocios en el que los locales creen ganar mucho, pero la gran tajada se la llevan esos inversores que no conocen la ciudad ni en foto. Prefieren construir para meter muchos turistas y el ayuntamiento concede, después de varias décadas el derribo del Bellas Artes. 

jueves, 16 de septiembre de 2021

Mojar el pan

 Hay días que el destino no tiene otro pasatiempo con el que entretenerse y se dedica a fastidiarte sin misericordia. Esta noche no te apetecía nada ir de cena, una cena de esas que son más un compromiso que un placer, pero no te quedaba otra. Resignación cristiana, pequeña pecadora. Con lo bien que ibas a estar leyendo tumbada en un sofá o paseando  contemplando la furia del océano, o rascándote el ombligo, pero a tu gusto. Y sin embargo hoy era el día, o peor, la noche en que debías asistir a esa cena con esa gente que no te aportaba nada. Ni bueno ni malo, nada en absoluto.

Con la mayoría de los comensales el trato era cordial, pero con esa insalvable distancia que no se les impone a las verdaderas amistades. Hasta pasas por ser una hábil y simpática conversadora con todo el mundo, menos con ella. Ella, la estirada, la que destroza los dinteles de las puertas porque su ego la eleva por encima de los demás. La que te mira con desdén y tuerce el morro cada vez que te ve. La marquesa de los altos humos que, encima, para acabarlo de arreglar se planta en la mesa justo enfrente. Es como la esfinge que observa y todo lo censura. Intentas hacer lo de siempre, ignorarla. Ignorar su tono engolado, sus aires de superioridad, sus gestos cortantes y su lengua de víbora. No te soporta. No la soportas.

Llegan los platos. Al menos, la comida es buena. Hay una salsa de boletus que merece la pena degustar. Así que te decides a mojar el pan y saborearlo con fruición. Entonces la marquesa del remilgo te mira con desdén y deja caer un comentario dirigido a ti: "Es de mala educación rebañar el plato". La miras y te diriges a ella: "¿Tú no has cocinado en tu vida, verdad? ¿Sabes el tiempo que lleva hacer esta salsa, dejar rehogar las setas, dejar que se consuma el chorro de vino blanco, que la nata no llegue a hervir y que se reduzca? ¿A que no lo sabes? Pues lo que es una falta de educación y hasta de sentido común es despreciar esta deliciosa salsa que le ha costado tanto a quien la hizo. Tirar la comida mientras la gente se muere de hambre sólo porque a unos moñas  de meñique rígido les parece más fino NO COMER. Y ahora, si no te importa y no le molesta al palo que tienes metido en el culo, seguiré mojando pan hasta que me canse".

La marquesa fiscalizadora abrió los ojos como platos limpios sin salsa que rebañar, cerró su boca desdeñosa y en la tuya el pan con salsa sabía aún mejor que antes.

martes, 7 de septiembre de 2021

Intolerantes agresivos

Vuelvo a abundar en un tema que, desgraciadamente, se está convirtiendo en algo habitual y es que hay gentuza que no respeta a sus iguales. Algunos energúmenos deciden que, si bien todos somos iguales, algunos son más iguales que otros y acaban considerando, cual horda de salvajes, que hay gente a la que se puede agredir.  A pesar de vivir en una sociedad morigeradamente civilizada que comprende lo que son los derechos y las obligaciones hay gentuza, porque no se puede llamar de otra manera, que no tolera. ¡Ojo! Ellos no toleran, como si ellos tuvieran un medidor de actos marca Acme, que algunos puedan ejercer sus derechos.

El domingo, un imbécil que, por lo visto, no soporta perder sus privilegios machirulos, se planta en un acto feminista y amenaza con una pistola a sus asistentes.  Apuntó a una participante en la cabeza. Como fue rodeado, el muy valiente acabó tomando como escudo humano a una criatura de pocos meses. Muy valiente para amenazar con pistola, pero le faltan los sobrevalorados huevos para responder por su deleznable acto de apuntar con una pistola ante la gente que lo rodeaba. La policía de Castellón, por otro lado, no le dio importancia alguna a que un cabrón irrumpa a mano armada en un acto autorizado.

Intolerante decidiendo  en el prójimo qué está bien y qué mal.


Ese mismo fin de semana, un valeroso octeto de malnacidos agredió a un sólo joven y se atrevió a la brava escritura sobre la nalga de la víctima . La palabra escogida para torturar al joven es una que a los aguerridos abusones  en manada les parece denigrante y ofensiva, por eso lo marcaron. No toleran la normalización de formas de ser diferentes a las convencionales y eso les parece amenazante. Quizá deberían hacérselo mirar, no sea que sea un rechazo de su propia y escondida homosexualidad.

Luego se quejan de que los chavales que montan algaradas postbotellón y se lamentan de la falta de valores. A ver si nos enteramos que la falta de valores no solo ha hecho crisis en la juventud. A ver si nos enteramos que sus mayores también adolecemos de ella.