Albert Rivera, el "nuevo" candidato de la derecha nacionalcatólica y rancia España, al que sólo le han cambiado el color de la corbata, o el collar, tanto es, se ha ido a marcar un gol a Venezuela, a un país que nos queda muy lejos. Sea como fuere lo que pasa en Venezuela es asunto de los venezolanos, y no de los empresarios españoles que quieren sacar tajada del país productor de crudo.
Rivera ha hecho ofensa a la democracia y sólo por suavizar todo lo que supone una dictadura debería dimitir como candidato ya mismo. Un demócrata opinando que las dictaduras no son tan malas resulta ofensivo, repulsivo e imperdonable.
Si fuera por convertirse en un adalid de la democracia, que va a ser que no, Albert Rivera se podía haber ido a la cercana Marruecos o al Sáhara Occidental, que, además, fue provincia española hasta 1975 o, incluso, a la comunitaria población helena de Idomeni a dar ejemplo de ayuda a los verdaderos damnificados de una guerra cruel, pero, no el señorito de la derecha se va a Venezuela.
Pero que haya ido a Venezuela a abogar por los presos políticos, cuando se podía haber quedado en España pidiendo la libertad del sindicalista Bódalo o del joven Alfon, por poner un par de conocidos ejemplos, no es lo más escandaloso.
Lo más escandaloso que este candidato a puesto electo mediante sistema democrático ha aventado por doquier que las dictaduras tienen "cierta paz y orden", sobre todo si estás callado y obedeces como un bendito. Este chaval, al que le dejan hablar como si fuera un orador cuando sólo es un orate, no tiene en cuenta la represión y las muertes que conlleva una dictadura.
Es peor si se piensa que "el joven" siempre apela al olvido de "las batallitas del abuelo", a que "ya está bien de hablar de la guerra civil y el franquismo", como si aquellos quedara tan lejano y nadie quedara por reivindicar su buen nombre, como tantos represaliados, cosa que exige la fundación por la memoria histórica. Albert Rivera, como todos los herederos de los vencedores, quiere eliminar la pesadez que supone hablar de aquella guerra y dictadura, quizá porque ni a él ni a los suyos les conviene remover aquello, a no ser que sea para su provecho.
Algunos sacan la cara por el nuevo adalid derechista y dicen "no, si Albert Rivera condenó el franquismo". La muestra, aquí mismo:
Lo que hace, en realidad, es dar un tímido e inexacto baño revisionista de lo que él piensa que fue todo aquello. Menciona lugares comunes, tirito arriba, tirito abajo -mejor no hablemos de "tiritos"- porque, insisto, es más orate que orador. Eso sí, al chusco politicucho que es capaz de trivializar con cosas tan serias como la democracia, se le deja hablar con la misma fatuidad de regímenes políticos extranjeros.
¿Y a este botarate nos quieren imponer como candidato de la democracia de la que se burla? Abrid los ojos, que este es un facha de nuevo cuño, el muy "cuñao".
Marco
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