Adivina, monina

Estaba nerviosa. Se debatía en la desesperación más absoluta. No creía en esas cosas pero había decidido tirar por la calle de en medio y visitar a una vidente que echaba las cartas. Además de trabajar en correos, la bruja tenía el don de saber descifrar los arcanos con una baraja de cartas españolas de esas de Heraclio Fournier hechas en Vitoria que en su envés tenía marcado "Coñac Soberano".

La atribulada consultante se hubiera reído tiempo atrás si alguien le hubiera dicho que acabaría preguntando a algún desaprensivo que decía tener poderes para ver "más allá", pero la mente humana, cuando no entiende nada racionalmente, a lo loco y a la desesperada, echa mano de la cosa más dispar.

De mi colección de caraduras poderosos

Le habían dicho que esa vidente era buenísima, que con sólo oír la voz lo sabía absolutamente todo de ti. Llegó a su portal, en la placa de la puerta se leía: Madame Sinnia, Adivina, principal derecha. Sinnia era el nombre artístico de Sinforosa Gutiérrez. Tocó el timbre con ansiedad mal controlada:

-¿Quién es?
-¿Cómo que quién soy? ¡Vaya mierda de adivina!

Y se alejó furibunda por la calle rezongando indignación contra la manifiesta estafa.