Ya lo dijo el alcalde de Madrid alto y claro en plena campaña electoral. Quizá no filtró lo suficiente para no asustar a los electores de fino sentimiento demócrata, pero es lo que piensa. Lo piensa él y su entorno desde hace generaciones. Desde que impusieron la Victoria en abril de hace más de ochenta años.
No es de extrañar, pues, que hayan decidido devolver, implicando acepciones arrojadizas del término, el nombre de una calle al general Millán Astray, violento militar africanista y creador de la legión. Decidieron quitar el nombre del la maestra Justa Freire, la cual, por el hecho de serlo, seguro que hizo más por la humanidad que aquél que glorificaba la muerte, sobre todo si era la ajena, eso sí, bajo la legalidad zafia e hipócrita del casus belli.
No es de extrañar que la derecha española, camuflada bajo un disfraz de borrego democrático que deja a la vista la patita de lobo, o directamente, la que se ha despojado, harta de fingir, de ese camuflaje que le ha servido en los años de la mal llamada transición para hacer gala sin vergüenza alguna de ese fascismo infecto, se haya dedicado a intentar deshacer la ley de la memoria histórica. Así tenemos en la memoria al máster del todo a cien despotricando sobre la guerra del abuelo de la que dice aburrirse, pero a la que se aferra corporativamente para seguir conservando sus privilegios logrados en pasadas generaciones.
Aunque, claro, no son los únicos ya que la mal llamada transición, insisto, instauró una izquierda traidora que se llenó de arribistas con carnet nuevo venidos de ideologías neoliberales que se decían socialistas o "eurosocialistas", que vestía más. Estos engañaron a la ciudadanía desposeída de sentido crítico durante años. Un éxito más de sus políticas educativas, hay que decir. Así teníamos "sociatas" privatizadores que se plegaban al capital y que posponían exoneraciones a los vencidos de la guerra. No es de extrañar que este tipo de "sociatas" de boquilla soltaran algunas estupideces que sin ser las mismas soflamas hediondas que los vástagos del movimiento, sí que defraudan porque, en el fondo lo que quieren es que todo el mundo olvide, para ganar ellos, claro.
Y así seguimos casi noventa años después sin haber resuelto el conflicto, porque, aunque pasen los años y unos hubieran sido eliminados violentamente, sus ideas siguen existiendo y el deseo homicida de rellenar cunetas de los otros aún no se haya saciado en sus descendientes que siguen creyendo en que todo les pertenece, incluso las vidas de aquellos a los que odian y desean hacer olvidar a todos.