Nos habíamos quedado en que Samuel, el profeta, tenía un encargo de buscar un rey entre los hebreos. En esos mismos días, había un tipo llamado Quis, que tenía un hijo llamado Saúl, al que se le habían extraviado dos mulas. Mandó a su hijo y a un criado a buscarlas por todo el territorio. Saúl era un tiarrón grande y fuerte y cuando se apareció por casa de Samuel, érte tuvo la revelación esperada. Ya tenían rey: Saúl.
Saúl, hijo de "Quis". Foto familiar.
Y así Saúl empezó a guerrear con las otras nacionalidades vecinas de sus mismas tierras.Se cepilló a los amonitas, a los moabitas y a los filisteos con la ayuda inestimable de su hijo Jonatán (Er Yónatan, para los poligoneros)
Saúl debía ser un metepatas profesional, porque sería un destripaburras y un fino estratega, pero en los aspectos ceremoniales no se llevaba broncas de Samuel, el profeta, ni "ná". Después de despanzurrar a los filisteos espera pacientemente que llegue Samuel para ofrecer el holocausto, que significa quemar animales hacia Dios. Como Samuel es más lento que un rebaño de cojos y las hordas guerreras se inquietan mucho, Saúl no espera más y ofrece los animales a Yahvé. En esto que, justo aparece Samuel, más oportuno que una galerna en una playa en agosto y le echa una bronca a Saúl que "pa qué". ¡Que hubiera llegado antes! Sólo por eso Samuel ya vaticina que perderá el favor de Yahvé, curiosamente, no el de la unión de relojeros suizos.
En la enésima escaramuza contra los filisteos a Jonatán, el hijo de Samuel, no se le ocurre otra cosa que hacer una incursión en el poblado enemigo en compañía de un colega y ellos solos se cargan a medio campamento. Los filisteos debían ser más tontos que valientes, porque, aunque los centinelas los ven llegar, les dan la espalda para que los ensarten a traición. Total que, aunque no se lo cree ni Yahvé, Jonatán y su colega consiguen ganar a todo un campamento de filisteos.
Agag, rey de Amalec. El día de su boda con la hija de un cacique local
Por último Saúl pierde el favor de Yahvé porque al ir cargarse a los habitantes de Amalec, de los cuales, dicho por Samuel el profeta, no debía dejar vivas ni a las cucarachas, decide dejar vivo a Agag, su rey, y a la mejor parte del ganado. Por esta ¿razón? Samuel le reprende porque Yahvé le ha rebelado que está disgustad porque no ha asesinado a todo lo que había. (Efectivamente, este es al Dios piadoso que rezamos) Así que, para arreglar un poquillo las cosas, degüella a Agag en un abrir y cerrar de ojos (En el caso de Agag, de garganta). Aquí se separan Samuel y Saúl, enemistados por sus diferencias. En el próximo capítulo, Saúl conoce a David.
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