Creo sinceramente que recuperar la memoria histórica es fundamental para conocer y valorar el esfuerzo de mucha gente que cayó en el olvido y que vivió un infierno en vida. De entre esta memoria, habría que recuperar la memoria más olvidada porque se cree falsamente que es secundaria, como es el caso de la mujer. Mucho antes de que los esfuerzos de las fundaciones por la recuperación salieran a la luz, hubo mujeres que la habían vivido, que agarrando un magnetófono recorrían la geografía peninsular para guardar los testimonios de sus compañeras, como hizo
Tomasa Cuevas. Otras, como
Neus Català, que además sufrió la deportación al campo de concentración nazi de Ravensbrück, lo hacen aún, a pesar de ser nonagenarias, para recordar a las mujeres, eternas olvidadas, de estos infiernos. Por cierto, hay un fichero muy interesante
aquí.
Entre estos testimonios, hay uno que acaba de ser traducido y editado al castellano apenas hace unos meses, se trata de la memoria autobiográfica concentracionaria de Mercé Núñez Targa, que publicó en 1980
el carretó dels gossos (La carreta de los perros) que acaba de ser traducida como
Destinada al crematorio.
Mercé Núñez Targa nació en Barcelona hace 101 años, hija de un inmigrante gallego y una barcelonesa, crecida en una familia que no pasaba penurias, pues su padre era joyero, un buen día, de muy joven, decidió que no quería ser la típica burguesita en busca de un marido sino que quería trabajar. A los 16 años se convierte en la secretaria del embajador de Chile, que no era otro sino Pablo Neruda. Estalla la guerra y Mercé se afilia al PSUC. Cuando acaba la guerra, la detienen en La Coruña y la envían a la cárcel de Ventas de donde ve partir, primero para consejo de guerra y luego para su ejecución a las 13 rosas. A la misma Mercé la habían condenado a 12 años de reclusión, pero un error burocrático la pone en libertad en 1942. Aprovecha la ocasión para salir zumbando hacia Francia donde están en medio de la guerra mundial. Antes de salir, una reclusa le dice que, ya que sale, escriba, para que todo el mundo sepa qué es lo que pasa en esta prisión. Mercé cumplió. Publicó un libro llamado
Cárcel de Ventas.
Pero Mercé, que ya está en Francia, siguiendo sus convicciones, y con el sobrenombre de Paquita Colomer, colabora con la resistencia, hasta que es detenida y enviada a varias prisiones. Poco después aterriza en Ravensbrück, campo nazi exclusivo para mujeres, donde hay unas pocas españolas bien organizadas y unidas estrechamente a las francesas por ideología.
Comienza a narrar sus memorias contando algo inquietante. Pocos años antes, en la España republicana, había ido a parar a sus manos un libro de un tal Hans Beimler llamado
El campo de asesinos de Dachau. Después de leérselo no podía dar crédito. Cuando, pocos años desués, conoció Ravensbrück, creyó que Beimler se había quedado corto. Así que comienza preguntándose "¿Y ahora me creerán a mí?", y arranca a narrar sus penosas vivencias. El libro se llama la carreta de los perros porque el desprecio hacia las presas y su gasificación le recordaban a la recogida de perros callejeros que había visto en su infancia, a los cuales se gaseaba igual.
Es un libro que se lee rápido y que está escrito con un gran sentido del humor. Debió ser una mujer espléndida, lástima que siempre las mujeres queden en un segundo plano. Después de selecciones y transportes (lo que significaba la muerte) a Mercé la mandan a fabricar obuses, y se dedica a estropear todos los que puede. Está a punto de costarle caro, pero tirando del "nicht verstehen. Spaniches" y del apoyo de algún obrero alemán que simpatiza con el antifascismo, consigue frenar la denuncia por sabotaje. Tiene mucha gracia cuando traen a una francesa de la Lorena y le hacen traducirle, en francés, lo que dice el jefe de producción, la francesa "traduce": "Este cornudo me manda decirte que....-y acaba- pero claro, tú no entiendes el francés, así que ya sabes, nada".
Campo de Ravensbrück
Los alemanes, encima, pretenden que las presas cobren un salario, lo cual es una afrenta porque ellas son esclavas y no reciben nada del Reich, así que hacen una huelga de hambre, lo cual no deja de tener gracia, porque comían un cuarto de litro de agua sucia, que pasaba por sopa y tres migas de pan al día. Ganan esa batalla, consiguen no ceder al chantaje.
Mercé agarra la escarlatina y la mandan al revier (Enfermería y antesala de la muerte). Tiene unas fiebres altísimas y sabe que tarde o temprano la mandarán al transporte, es decir, a las cámaras de gas. Pero la suerte le sonríe, cuando está apuntada para el transporte, se da la orden de evacuar el campo. Las presas enfermas no tienen por qué hacerlo, ella prefiere quedarse. Llegan los americanos, a los que dedica unas frases bastante desdeñosas, pues el médico masticachicles yankee se limita a decir "is not my problem" para las presas que necesitan medicación.
Al final , acaban enviándola a una clínica donde ve morir a muchísima gente. Dice que más que en los campos. Se despide de las rusas, cuando la envían a reagruparse a Francia. La rusa no está feliz. Stalin se portó muy mal con los presos ya que, por haberse dejado coger y haber sobrevivido, sosn sospechosos de colaboración con los nazis, lo cual no deja de tener su mala leche, porque la URSS y su ministro Molotov, no hizo sino colaborar con su homólogo Ribentropp para partirse Polonia. Total que a los deportados rusos, se les trató peor aún que a los españoles, ya que cuando llegaron a su país, los enviaron a Siberia como castigo. Increíble pero cierto.
A los deportados españoles se les pretendía agrupar en Nancy, dicho por un gaullista. Los maquinistas del tren los avisan de que de eso, nada, que los llevan a un campo de concentración, como Argelès, igual que al finalizar la guerra civil. En esto que el gaullista llega avergonzado, para impedir que monten en el tren, que se ha enterado de que lo del campo de concentración es cierto y le pica en el honor que, después de haber luchado por Francia a los españoles se les trate así.
Mercé Núñez volvió a España en el año 1975 y vivió entre Vigo y Barcelona. Publicó esta obra en 1980 y se dedicó a dar conferencias, sobre todo a chavales, para que sepan lo que es el totalitarismo. Fue la delegada de la amical Mauthausen en Galicia y murió en 1986 sin que nadie reivindicara su figura de luchadora en aquella época de triunfo felipisocialista. Tuvo una vida apasionante y dura, pero fiel a sus convicciones, como muchas mujeres a las que tampoco se tiene en cuenta y se "olvida" con demasiada facilidad.