Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

viernes, 20 de mayo de 2022

La mili (Y la madre que la parió) , paseo musical.

 El otro día pasaron un documental, una de las pocas cosas potables que echan en la tele, que hablaba del vigésimo aniversario del fin de la obligatoriedad de realizar el servicio militar. 

Cuando la 1ª guerra del golfo, el movimiento insumiso avisaba al "OTAN, de entrada, no luego, sí" y al papá del bocazas freudiano.

Presentaban el documental mostrando imágenes del movimiento a la insumisión y sonaba de fondo un festivo, pero reivindicativo, tema de Kojón prieto y los huajolotes, que cantaba Toñín AKA Tonino Carotone, que se pasó una buena temporada en el trullo antes de hacer de cantante canalla italianizado, como así lo recordaba su combo con otra tonada.


Al día siguiente escuché un tema cantado por los Status Quo, aunque no era suyo, que se hizo famoso en los 90 y te contaba que estabas en el ejército con misiles sobre tu cabeza mientras el sargento grita "¡En pie, a luchar!"

Quizá sea un buen momento para recordar que las guerras lo pudren todo y que nadie gana con ellos, aunque así lo crean los "vencedores". Que ya lo cantaban los ilegales cuando en su ángel exterminador, rememorando la novela "sin novedad en el frente", de Remarke.


En los 80, cuando era una cría, el movimiento punk cantaba con rabia a la mili. Ya fueran los Baldin bada o la Polla Records, tenían temas bien anarkos que renegaban de toda autoridad, sobre todo eclesiástica y militar.



Baldin Bada:


La Polla:


Reincidentes, en directo.


En los 90, justo antes del fin, los pucelanos Celtas Cortos cantaban al sinsentido de un pobre chaval con un fusil en medio de una guerra al que se siente obligado a ir por culpa de la exhortación de "servir a la patria".

Hasta el último de la fila, algo más melódicos, cantaban que la mili era deprimente y si sentido.


Porque la mili, eso de coger a pobres civiles en la flor de la juventud y obligarlos a pasar por un cuartel embrutecedor, no hacía (hace) sino echar leña a la posibilidad de una guerra, aunque nos la den televisada y algunos se crean que están jugando a los marcianitos. 


El ejército  convierte a los seres humanos en alimañas y si, encima, se va de manera obligada porque así lo exige la patria, o los que mandan, que suelen ser viejos que no serán carne de cañón porque son "demasiado importantes", pues mucho peor. 

Los años 20 del siglo XXI se están empezando a parecer a los años 30 del siglo XX. Qué nefasto.

jueves, 12 de mayo de 2022

El día de la enfermera

 Hoy es el día de la enfermera. Trabajar en un centro sanitario de agudos hace que las diplomadas universitarias de enfermería, y digo las porque son mayoría, aunque cada vez hay más varones en ello, sean una parte mayoritaria del personal laboral. Hoy es su día porque hoy es el cumpleaños de Florence Nightingale, de la que se dice que fue la instigadora de la profesionalidad de la enfermería.

Doña Tecla Bisturín, enfermera de postín.

Que sí, que la esocesa, llamada Florencia porque nació en aquella famosa ciudad Italiana, consta como la creadora de la enfermería moderna y todo aquél que se dedica a esta esforzada tarea sanitaria debe pronunciar el juramento Nightingale. 

La Nightingale, hija de noble cuna, estudió y se formó con determinación pese a lo mal que le parecía a su familia de rancio abolengo, más rancio que abolengo. Años después de hacer que la gente se fuera tomando en serio eso de la enfermería, que no solo era cosa de monjas y mujeres recogidas de la calle, decidió ir más allá, concretamente a Crimea, famosa península sita en el mar Negro, que algunos habrán oído nombrar últimamente debido a cierto conflicto bélico intoxicado de intereses económicos y mentiras por doquier.

Flo Nightingale, considerada la creadora de la enfermería profesional.

¿Y qué fue a hacer la Nightingale a allá? Pues, fácil. El Reino Unido, como suele ser habitual en los países de Occidente, se había ido a ver qué sacaba en medio de la guerra- sí, otra vez- de los rusos contra los turcos por el control de este lugar estratégico. Así, la muy cristiana Gran Bretaña se puso del lado del Imperio Otomano contra Rusia. 

Pues en este fregado armamentístico apareció la Nightingale con un montón de voluntarias para hacer curas a soldados por heridas de guerra y evitar las epidemias que siempre salen, oportunistas, ante el hacinamiento y la porquería que genera la trinchera. Sin embargo, ella y sus mariachis de la cofia, no fueron las únicas que pasaron por allí para ejercer la enfermería. Y aquí viene mi reivindicación. Hubo otra madre de la enfermería moderna que ha sido silenciada durante toda la vida porque era autodidacta y, sobre todo, de piel oscura.


Mary Seacole, enfermera vocacional pero ninguneada.

Mary Seacole fue una mujer originaria de la isla antillana de Jamaica, por entonces, perteneciente a Reino Unido. No lo tuvo tan fácil como la escocesa, por ser mujer y, sobre todo, negra, no era admitida en hospitales, y, por lo que he leído, cuando fue a la guerra de Crimea, no fue admitida por ninguna expedición y se pagó el viaje con sus propios recursos. Tampoco era admitida en los hospitales de campaña, así que montó el suyo propio, dando de comer a los soldados que enfermaban más por hambre y epidemias por la suciedad que por heridas de guerra. 

Seacole había aprendido bastante sobre plantas medicinales por medio de las mujeres ascendientes de su familia. Con esto, unas nociones científicas correctas y bastante sentido común, Mary Seacole también es considerada madre de la enfermería, solo que pocos la conocen, menos la publicitan, algunos la ningunean y la mayoría ignora su mero recuerdo. Confieso que yo la conocí por un libro sobre mujeres ninguneadas de la historia y la verdad es que ella se lo curró, pero bien.

Así que hoy, día de la enfermera por ser el día del nacimiento de Florence Nigthingale, también recordemos a Mary Seacole, que tuvo una familia menos rica, menos blanca, menos recursos pero tanto o más coraje por hacer de la enfermería una vocación digna y profesional. 

jueves, 5 de mayo de 2022

Gualapó

 Vivo en un piso muy pequeño. Es un ático. Estamos pensando en cambiar de vivienda porque nos hacemos mayores y necesitaremos un ascensor tarde o temprano. Bueno, quizá temprano ya que una artroscopia de menisco ha tenido en el exilio a mi pareja en casa de su madre. Es muy difícil, y cansado, subir varios pisos a golpe de muleta. En previsión de ese futuro cada vez menos lejano, obramos en consecuencia. 

Famoso ático creado por Ibáñez.

El día que llegue, que aún no ha llegado, y dejemos esta calle, este pisito y, sobre todo (suspiro) esta terraza al sol que tanto he gozado, me va a costar. Esa terraza que te permitía tomar el sol en las tardes de invierno, hacer vermutitos los domingos al mediodía, pasar u confinamiento pudiendo tomar el aire, leer tumbada en una hamaca o tumbona, darnos baños en una piscina, regar el olivo, la aloe vera (poquito), cenas a la fresca durante todo el verano...La hemos vivido muy bien.

Y mientras el día de la verdad llega, mi pareja, que tiene ese toque de practicidad que a mí me falta, ha decidido quitarse de en medio trastos y se ha suscrito a un par de esas aplicaciones  que se dedican al cambalache. Ha vendido la piscina de la que hablaba arriba, ollas a presión, ropa...Toda una serie de cachivaches. He de tener cuidado porque en una de estas me pone a la venta por un precio irrisorio y es que ya voy camino de ser un saldo.