Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

miércoles, 29 de abril de 2020

Hechos delictivos

Huía apresuradamente, doblando las esquinas de las calles menos concurridas de su barrio. Era su barrio y lo conocía como nadie. Intentaba esquivar a la policía. No, no había infringido la ley, o, al menos una ley con cierta antigüedad. Desde hacía unas semanas no se podía deambular tranquilamente por la calle a no ser que se tuviera una causa justificada, pero, muchas veces, esa causa era arbitrariamente desestimada por la autoridad a pie de calle (No se atrevía a decir competente porque no le gustaba mentir).

Era una tarde primaveral de finales de abril y las golondrinas pirueteaban  en el cielo azul gorjeando su alegría. Las últimas lluvias le habían provocado un ataque repentino de alergia y necesitaba antihistamínicos. Iba camino de la farmacia esperando no tener que hacer demasiada cola para evitar aglomeraciones cuando desde una ventana una vecina la interpeló a voz en grito acusándola de asesina contagiadora y daba la voz de alarma para que cualquier otro vecino censor llamara a la policía. Atónita por lo absurdo de la situación, se mordió la lengua y apresuró el paso cuando empezó a escuchar la nada sigilosa sirena de la policía.



Mirando atrás pudo observar cómo el coche de la guardia urbana paraba ante los requerimientos de la censora de balcón y la señalaba con dedo acusador. No había nadie más en la calle. Esperaba que la patrulla tuviera el mínimo de sentido común para no hacer caso a la enajenada, pero, por si las moscas, se deslizó por un callejón estrecho y decidió dar un rodeo para llegar a la farmacia.  Se sentía ridícula al imaginarse dando explicaciones a dos urbanos sobre el por qué de su salida domiciliaria. ¿Desde cuándo era un delito pasar por la calle para ir a una farmacia? ¿Debería mostrarles su carnet de identidad, su compra, su ticket y formalizar una explicación ante dos desconocidos uniformados? No quería ser uno de esos casos inconcebibles, pero reales, en que la intransigencia, la falta de empatía, y, con mala suerte, el ejercicio de la violencia legitimada acababan con una denuncia y una sanción nada desdeñable.

Verse así después de no haber roto un plato en esta vida...

sábado, 25 de abril de 2020

Epidemia de tifus del 1941

Acabo de recordar una de las conversaciones que tuve con mi abuela, hace ya más de veinte años. Ella me recordaba cómo estuvo a punto de morir al inicio de los años 40 por una epidemia de tifus exantemático. Entre 1939 y 1943, justo al concluir la guerra civil, España sufrió un brote de tifus que se cebó en aquella población desnutrida, expoliada, desasistida y miserabilizada. Un país destruido en el que lo más importante era erradicar enemigos que infecciones tardó más de cuatro años en superar una situación tan grave. Con una sanidad desmantelada y unas condiciones higiénicas deplorables,  lo que hacían las autoridades era echar balones fuera:

"...Se insistió sobre el aseo personal; fueron recogidos algunos tipos de mendigos repugnantes, supervivientes de la época en que la mendicidad era una especie de industria; se raparon centenares de cabezas masculinas e incluso femeninas; " (La falta de higiene es cosa de rojos, por lo visto).


La nueva España que miraba cara al sol se encontraba con un problema muy serio que se intentó silenciar de cara al exterior, que estaba atento a otras cosas como era la segunda guerra mundial, que tuvo sus propias víctimas en lugares como Bergen-Belsen, campo de concentración donde el tifus y la disentería acabaron con la vida de miles de deportados, como por ejemplo Ana Frank (Cuánta gente se está fustigando en estos días de confinamiento con su diario) y su hermana Margot.


Pocas fotos de hospitales con pacientes de tifus de la época encontraréis.

Volviendo al tifus en España, no hay datos certeros sobre la cantidad de muertos producidos por la epidemia. Se aceptan algunos miles en el año de mayor virulencia, 1941, pero nadie es capaz de arrojar una cifra de fallecimientos. También hay que decir que hubo un rebrote de otras enfermedades  como la tuberculosis, la viruela o la difteria, y, sobre todo miles de muertes producidas por el hambre y la ingestión de plomo delante de paredones.

En aquella España cuartelera de uniforme azul se achacó a las autoridades rojas de los estragos del piojo verde. Un cuadro cromático interesante y tremendamente letal. Se despejaban responsabilidades y se silenciaba la situación:

"Nosotros tenemos la obligación de causar con nuestras medidas, el menor trastorno posible al país, excusándole sobresaltos, molestias exteriores y hasta campañas políticas interiores. Por esta razón hemos silenciado en lo posible las epidemias de Granada y Sevilla y la primera de Madrid. " Palabras atribuídas a autoridades sanitarias en la revista Palanca Recogida en el estudio "El tifus exantemático de la posguerra española (1939-1943) de Isabel Jiménez Lucena.

Mi abuela tenía 30 años en 1941, vivía en una provincia, Álava, que no había sufrido la guerra directamente. Madre de cuatro hijos y una quinta en camino tuvo que ser ingresada en el hospital de Vitoria en estado muy grave. Entre su estado delirante y febril recuerda a una monja de fuerte acento vascoparlante que la alimentaba con un caldo mientras atajaba las protestas de otras pacientes (No había comida para todas) diciendo "el caldo es para las nesesitadas".

Es de extrañar que ahora, en esta época tan desasosegante por la pandemia que se sufre, todo el mundo se acuerde de la peste del siglo XIV o la gripe española de 1918 y nadie recuerde esta que fue muy mortífera y mucho más reciente, pero, claro, el gobierno franquista intentó por todos los medios acallar los estragos de esta enfermedad, por eso apenas hay datod fehacientes. Para acabar con el tema, retomando el trabajo de Isabel Jiménez Lucena, a ver a qué os recuerda esto, recogido en el mismo texto citado: «¡Toma tus precauciones, que estamos en momentos de epidemia. Nosotros trabajamos; pero cuidate tú de protegerte a tí mismo, y cuidado con tus vecinos! »

martes, 21 de abril de 2020

Pasajes de la Biblia: Helenización de Jerusalén hasta su destrucción.

Y en Jerusalén Onías (Onías III para la historia) seguía siendo el sumo sacerdote y Simón, aquél que se chivó de la evasión de impuestos del sacerdote, iba por ahí diciendo lo que todo el mundo sabía pero callaba, que la paliza al general Heliodoro no tenía nada de divina y sí de mundana, así que, al final, para evitar males mayores, Onías pidió audiencia con el rey Antíoco Epífanes (Como veis, la biblia va un pasito p'alante, María, un pasito pátrás).

Jasón, hermano de Onías, quería despegar su vida con un negociete que se le ocurrió. Pidió al rey llevar la gestión de un complejo educativo para jóvenes jerosolimitanos para introducirlos en la cultura helénica, y de paso, pidió que los ciudadanos de esta orbe hebrea recibieran la ciudadanía griega. Y ya sabéis cómo se las gasta el Dios del antiguo testamento que es cruel y sanguinario con los que se tuercen del camino y se van a honrar a los moradores del Olimpo.

Pero al pobre Jasón se le torció la investidura de sumo sacerdote porque al listillo de su enviado, llamado Menelao, se le ocurrió que él quedaría mejor con el cargo y así se lo concedió el rey. Tiempo  después, por esas cosas de llevar una contabilidad en B, el rey lo sustituyó por otro sacerdote llamado Lisímaco. Jasón, por otra parte, tuvo que exiliarse.


Antíoco IV Epífanes entrando en Jerusalén  y arrasándola, 168 a.c.


Menelao, "cabreao", aprovechó una trifulca en otra región, Cilicia, (Poca cosa, la lejana ciudadanía se tomó muy mal eso de ser dada como regalo a la concubina del rey y se rebelaron. Curiosamente, no eran valores monetarios en Luxemburgo) y se dedicó a chorizar algunos objetos del templo revendiendo a buen precio en otro lugar. A Onías, retirado de su sacerdocio mosaico, le sentó tan mal que afeó la conducta a Menelao y este, que menudo carácter debía tener, lió  a Andrónico, que estaba de gobernador suplente de la ciudad mientras el titular lidiaba con los regalos "corináceos", para que liquidara al sacerdote, cosa que hizo.

Los jerosolimitanos de toda religión acudieron a ver al rey a su vuelta de Cilicia refiriéndole el asesinato de Onías.  Antíoco, entonces, mandó prender al gobernador Andrónico, lo destituyó y lo mandó ejecutar. Mientras Menelao y Lisímaco se dedicaban al latrocinio a manos llenas.

Y mientras Antíoco se iba a guerrear a Egipto, Jerusalén sufrió varios ataques; primero, el de Jasón, que volvió con sed de venganza y tuvo que huir de nuevo y, después, del propio rey que creyó que la ciudad se rebelaba y la tomó a la fuerza montando una escabechina. Ese fue el año 168 antes del nacimiento de Cristo. Por cierto, Jasón es un helenismo de Yehoshua  y Jesús también viene de Josué (Yossssuaaaaaa!!!), así que Jasón, Jesús, Josué y Joshua son el mismo nombre. Qué cosas, ¿Eh?


lunes, 20 de abril de 2020

Gris y doloroso

Confinada y con otro ataque de lumbalgia. Crucemos los dedos para que no me aplacen la resonancia magnética que me tienen que hacer para pedir(me) hora con la traumatóloga especialista de columna. Porque muchas pruebas del hospital se están aplazando si no son urgentes, y la mía no lo es, así como las visitas con los especialistas, a no ser que sean de vital importancia.


Así que estoy con analgésicos y leo en la cama  con calor en las lumbares mientras llueve fuera, cosa que ahora mismo poco nos importa. Peor cuerpo se me quedó ayer cuando divisamos delante de nuestro vado una furgoneta con el distintivo de la funeraria. Nuestros peores presagios. Une vecina que ha fallecido tras una larga enfermedad, cosa que nos aflige hondamente. Mal presagio me parecía ver estos días a las compañeras de la unidad de hospitalización domiciliaria aparcar en esta calle tan poco concurrida. Un momento atroz, claro que no se puede elegir, para el duelo familiar sin poder despedirte de tu ser querido por las circunstancias de esta pandemia que nos asola.

Descansa en pau.

jueves, 16 de abril de 2020

La Stasi de la alarma sanitaria

Si no fuera por ella todo sería un sindiós. Se asomaba al balcón de su casa y vigilaba impertérrita con la bata bien ceñida, los brazos cruzados y el gesto adusto. Si veía pasar a alguien comenzaba a increparlo de manera desaforada. "¡Vete a tu casa!", "¡Nos vas a contagiar a todos!", "¡Vergüenza debería darte!", "¡Estoy llamando a la policía y ojalá te pongan un multazo!". Ella no sabía si iban a la farmacia, al médico o al trabajo. La parada del autobús estaba en la esquina. A ella le daba igual. ¿No estábamos en confinamiento? Pues todos o nadie, aunque pasara por debajo la enfermera que iba a hacer turno al hospital.

A las ocho, como marca el precepto, salía a aplaudir, sobria, sin alardes. No participaba del jolgorio de sus aburridos vecinos de calle pero tomaba nota mental de que la del 4º B de su bloque no salía a cumplir, ni los jóvenes que vivían encima de la panadería. Esos tampoco salían.  Ella los tenía bien fichados. Parejita joven que no paraban en casa antes de la alarma sanitaria y ahora le constaba que estaban dentro, pero no salían a aplaudir. "¡Qué falta de humanidad!", pensaba ella, "habría que denunciarlos".

Peor era lo de la chica del piso de encima. Cajera de supermercado. Esa asquerosa todos los días yendo y viniendo a trabajar. "¡Seguro que nos traía alguna porquería al portal! Y no le importará tener dos criaturas en casa a la muy inconsciente", rezongaba chasqueando la lengua. Porque en el supermercado hay mucha gente, que lo veía ella cuando bajaba a comprar su pechuguita de pollo, sus tomatitos y su barra de pan. Pero una vez cada dos días ¿Eh? y nada de entretenerse. Porque ir al súper es necesario, pero ella no veía la hipocresía entre su necesidad alimenticia y la obligación laboral de la vecina.

¡Mira la vecina del 3º, la cajera, seguro que nos trae el virus a casa!

Ganas de escribirle una nota para que se fuera a vivir a otro lado no le faltaban, porque el trabajo de esta chica era un peligro para los demás ¿Es que no lo veía nadie? No había más que mirar las noticias de la tele donde salían esos señores tan serios hablando de contagios y muertes con esos hospitales de campaña y esos sanitarios vestidos de astronautas y todos esos féretros. El gobierno seguro que nos está engañando, que lo dicen continuamente en la tele. Mejor quedarse en casa y no como esos inconscientes que iban con el carrito a comprar o a pasear el perro. A ella no la engañaban; seguro que estaban paseando el virus por todas partes. Si lo sabría ella que los veía a todos pasar con ojos censores.

martes, 14 de abril de 2020

89 años

Hace 89 años también era martes. El domingo 12 de abril hubo elecciones y, sorprendentemente, los partidos republicanos se impusieron en los comicios. El rey se largó sin que nadie se lo ordenara. En la industriosa villa guipuzcoana de Eibar, muy temprano, se colocó la bandera tricolor celebrando, así, el triunfo de la República.



A los rancios que venían gobernando hasta entonces les venía de perlas la estructura social jerarquizada: el analfabetismo, el matar de hambre a los jornaleros o el explotar a los obreros fabriles. No les hizo ninguna gracia perder su poder recibido por la gracia de Dios y conspiraron desde el primer minuto. Hasta consiguieron crear un gobierno para frenar la reforma agraria o las protestas en los valles mineros. Tan negro corazón que su a gobierno, porque la democracia suele permitir que forme gobierno quien venza, aunque sea reaccionario, se le llamó el bienio negro.

Y al final no toleraron la victoria de la izquierda en unas nuevas elecciones ni dejaron que cuajara el tierno brote del nuevo estado y se confabularon para dar un golpe de Estado que acabó en una guerra en la que el objetivo era escarmentar a aquellos que querían mejorar las condiciones de vida de las clases desfavorecidas. Se torturó, se asesinó y se expulsó a tanta gente válida que estaba a punto de enriquecer el país con su talento...Y, entonces, la represión, la amenaza, el miedo, la imposición del pensamiento único y justito y el castigo a pensar diferente se cebaron en una ciudadanía amedrentada.

Y el miedo que infundieron ha vuelto. Y la mentira ha vuelto e insulta con ferocidad porque los herederos de los que acabaron con aquella república se ven fortalecidos con el bloqueo de un pueblo timorato y pide gobiernos militares, tanques en la calle y vivas al rey, aunque este rey no ponga nada de su parte, ni siquiera parte de su sueldo en echar una mano a sus súbditos. Y luego se quejarán de que siga habiendo gente que saca la tricolor el catorce de abril.

lunes, 13 de abril de 2020

El trabajo os hará libres de contagio

Un mes en casa y, desde hoy, se puede salir a trabajar. Ojo, sólo trabajar. Me parece a mí que esto es una tomadura de pelo. ¿Decretan confinamiento hasta el 26 de abril pero desde el día 13 se puede acudir a tu trabajo donde los espacios no los vigila nadie? A mí me suena a sinsentido.  ¿Habrá una consecuencia en la estadística del contagio?




Más contrasentidos: Se puede acudir al trabajo y los jugadores de un equipo de fútbol profesional, empresa con categoría de sociedad anónima, deciden reanudar su actividad, como cualquier otro currito, cosa que no entiendo, pero es por ilustrar el atolondramiento general. Deciden, como empresa, retomar su trabajo no esencial ¿Y el Consejo Superior de Deportes lo desautoriza? ¿Por qué? ¿Se puede contagiar un obrero de una línea de montaje de un producto superfluo pero un profesional del fútbol no puede ir a currar como el resto?

Está visto que el peso de la patronal, a la que le importa bastante poco la salud de esos que les reportan los beneficios, no es soportable por las autoridades que deciden lo que es legal o no. Vete a trabajar en metro o autobús, júntate con tus compañeros en esos dos metros flexibles, eso sí, si se te muere tu padre, ni se te ocurra ir al hospital y tampoco a la funeraria, que eso contagia, pero el trabajo es salud.


viernes, 10 de abril de 2020

Conjunción de catástrofes

Si es que estamos condenados. Si no es por una cosa, es por la otra. Dicen los apocalípticos que miran al cielo que el veintinueve de este mes, justo cuando por fin puedas salir un ratito del confinamiento de tu casa, justo entonces, cuando pongas un pie en la calle, con prevención, como si estuvieras probando con el pinrel la temperatura del agua para meterte en la piscina, un asteroide puede, ojo, puede chocar con la tierra y montar la segunda parte del fin de los dinosaurios.

Roconavirus.

Sí, bueno, quizá he exagerado. La noticia dice que el meteorito, de entre 2 y 4 kms. de diámetro, porque no es un pedrusco de medidas regulares, pasará a unos pocos miles de kilómetros de nuestro planeta y que es "potencialmente peligroso". Imaginaos, si no os pilla el coronavirus, en el peor de los casos, el planeta se va a hacer puñetas, justo ahora, cuando parece ser que el confinamiento iba a iniciar un período de laxitud.

¿Y qué más podría pasar? Los más alarmistas ya están consultando a los chamanes como Paco Rabanne y sus fines del mundo, los mayas y sus fines del mundo, el majadero de Nostradamus que tenía cogida la medida a decirlo tó sin decir ná, y sus fines del mundo, la bruja Lola y sus velas negras o Spiriman, que por medio de su cámara da la chapa al mundo con los fines...

¿Terremotos, tifones, huracanes, lluvias torrenciales, erupciones volcánicas? ¿Que el cenutrio de Trump presione el botón de la bomba atómica? ¿Que el enajenado fascista de Vox convenza a más enajenados de dar un golpe de estado?

Al menos, en cualquiera de esos casos, nos pilla con la casa reluciente. Impoluta. Inmaculada. Para una vez que la casa luce, no tenemos visitas.

Mmmm, huele a torrijas. Algo es algo, chavalería.

martes, 7 de abril de 2020

Irrealidad

Este es un momento histórico, pero no feliz. Nos toca vivir este momento en que las sensaciones que tenemos cambian a cada minuto. No sé a vosotros, pero todo lo que percibo a mi alrededor me hace sentir incredulidad, miedo, enfado, apatía...La que más se repite es esa de creer vivir una irrealidad que se torna realidad insólita cuando me enfrento a la jornada laboral, una jornada laboral extraña y totalmente diferente a lo que me encontraba hace un mes. Porque yo trabajaba en las consultas externas de un hospital y no paraba de dar citas para traumatología, dermatología, urología, curas postquirúrgicas, alergias...Y así hasta acabar con el gentío que esperaba su turno para ser atendido. Aquello era lo normal, y ahora, no. Apenas viene algún paciente para alguna cura de trauma o quienes siguen su tratamiento oncológico.

Hace unos meses corría como una posesa para tener todo listo ante la marabunta que se agolpaba hacia las siete de la mañana para recoger su documentación de pruebas preoperatorias, y ahora apenas pasa alguno enviado desde la unidad de diagnóstico rápido porque tiene una intervención urgente.

La irrealidad se ha instalado en nuestro mostrador de consultas, que nosotras tenemos bautizado como "las trincheras". Muchas compañeras trabajan desde casa y sólo estamos unas pocas al pie del cañón para lo poco presencial, con mascarilla, que aparece por allá. La compañera del SAIP (Servicio de atención e información al paciente) ha bajado de la planta de arriba porque esta se ha cerrado al público y es que hasta las consultas del hospital de día se necesitan para esta emergencia sanitaria.

De casa al trabajo y viceversa con su mascarilla preceptiva.


A partir de las nueve de la mañana comienza la incesante recepción de efectos personales para los pacientes ingresados. Esto sí que es real y asombroso. Las compañeras se han convertido en operarias de almacén, pero de uno en que los objetos que se gestionan son una de las pocas cosas que unen, de una manera muy frágil, al paciente aislado con su familia: Un pijama con el aroma del jabón de tu casa, un libro, una radio, el cargador del móvil...Es lo único tangible que les llega desde las manos a distancia de sus familiares. La irrealidad de estos días prohíbe las visitas a cualquier planta y la única opción que les queda a los familiares que no están en cuarentena forzosa es traer los enseres para que nosotras las embolsemos, las etiquetemos y las distribuyamos por las plantas de hospitalización.

Si será irreal la situación que la semana pasada una señora vecina de Andorra, país vecino, que, por lo visto no encontró la frontera cerrada, se enfadó un poco cuando le aseguramos que las visitas no estaban autorizadas ante la situación de emergencia sanitaria. No se lo tomó bien y nos costó bastante hacerle comprender que era todo un peligro permitir las visitas en un lugar donde el contagio puede producirse. Pero, claro, si la irrealidad ya comienza en una frontera cerrada que no lo está tanto como dicen, todo lo que nos rodea se nos torna extraño. No sabemos cuando esta irrealidad dejará de serlo. Supongo que acabaremos haciendo cotidiana esta situación antes de que ocurra lo contrario, que es volver a una normalidad que ya se nos está desdibujando, porque seguro que todo esto nos cambiará.

miércoles, 1 de abril de 2020

Fantasmagórico

Es curioso. No me ha costado nada quedarme en casa estos días porque tengo todo lo que quiero: Tengo a mi pareja las veinticuatro horas al día (y no nos agobiamos), tengo comida fresca y congelada, tengo una montaña de libros que estoy disfrutando, tengo radio, televisión e internet, tengo una terraza que, si no llueve, me permite tomar el sol, leer con musiquita de fondo e incluso hacer ejercicio...

Había una cosa a la que me estaba, y lo digo en pasado, acostumbrando muy bien, que era a levantarme sin despertador, pero eso se me acabó ayer. Hoy he vuelto al trabajo, y aunque no soy personal sanitario sí trabajo en un centro sanitario. Las sensaciones han sido peculiares: Nadie en la carretera, ni policía, aparcamiento fácil, cosa impensable cualquier otro día normal, poca gente en un centro como el nuestro, y, eso sí: Todos enmascarados.

Vacío fantasmagórico

Había algo de fantasmagórico. Hasta para acceder a nuestro vestuario, hemos tenido que entrar por otro lugar que no es el habitual, porque pegamos a una planta hospitalaria, y cualquier precaución es poca.
Del trabajo habitual, poco, porque no se realizan consultas externas, y, sin embargo, hoy he estado muy orgullosa de mis compañeras, especialmente de L, que se encarga de hacer llegar la ropa que entregan los familiares a los hospitalizados. Todo distribuido encajas o bolsas etiquetados por unidades hospitalarias, nombre y camas. Las visitas, claro está, prohibidas por prevención en todas las áreas. Medidas especiales para días difíciles.

Mañana, más, y espero que mejor, si puede ser.