Y en Jerusalén Onías (Onías III para la historia) seguía siendo el sumo sacerdote y Simón, aquél que se chivó de la evasión de impuestos del sacerdote, iba por ahí diciendo lo que todo el mundo sabía pero callaba, que la paliza al general Heliodoro no tenía nada de divina y sí de mundana, así que, al final, para evitar males mayores, Onías pidió audiencia con el rey Antíoco Epífanes (Como veis, la biblia va un pasito p'alante, María, un pasito pátrás).
Jasón, hermano de Onías, quería despegar su vida con un negociete que se le ocurrió. Pidió al rey llevar la gestión de un complejo educativo para jóvenes jerosolimitanos para introducirlos en la cultura helénica, y de paso, pidió que los ciudadanos de esta orbe hebrea recibieran la ciudadanía griega. Y ya sabéis cómo se las gasta el Dios del antiguo testamento que es cruel y sanguinario con los que se tuercen del camino y se van a honrar a los moradores del Olimpo.
Pero al pobre Jasón se le torció la investidura de sumo sacerdote porque al listillo de su enviado, llamado Menelao, se le ocurrió que él quedaría mejor con el cargo y así se lo concedió el rey. Tiempo después, por esas cosas de llevar una contabilidad en B, el rey lo sustituyó por otro sacerdote llamado Lisímaco. Jasón, por otra parte, tuvo que exiliarse.
Antíoco IV Epífanes entrando en Jerusalén y arrasándola, 168 a.c.
Menelao, "cabreao", aprovechó una trifulca en otra región, Cilicia, (Poca cosa, la lejana ciudadanía se tomó muy mal eso de ser dada como regalo a la concubina del rey y se rebelaron. Curiosamente, no eran valores monetarios en Luxemburgo) y se dedicó a chorizar algunos objetos del templo revendiendo a buen precio en otro lugar. A Onías, retirado de su sacerdocio mosaico, le sentó tan mal que afeó la conducta a Menelao y este, que menudo carácter debía tener, lió a Andrónico, que estaba de gobernador suplente de la ciudad mientras el titular lidiaba con los regalos "corináceos", para que liquidara al sacerdote, cosa que hizo.
Los jerosolimitanos de toda religión acudieron a ver al rey a su vuelta de Cilicia refiriéndole el asesinato de Onías. Antíoco, entonces, mandó prender al gobernador Andrónico, lo destituyó y lo mandó ejecutar. Mientras Menelao y Lisímaco se dedicaban al latrocinio a manos llenas.
Y mientras Antíoco se iba a guerrear a Egipto, Jerusalén sufrió varios ataques; primero, el de Jasón, que volvió con sed de venganza y tuvo que huir de nuevo y, después, del propio rey que creyó que la ciudad se rebelaba y la tomó a la fuerza montando una escabechina. Ese fue el año 168 antes del nacimiento de Cristo. Por cierto, Jasón es un helenismo de Yehoshua y Jesús también viene de Josué (Yossssuaaaaaa!!!), así que Jasón, Jesús, Josué y Joshua son el mismo nombre. Qué cosas, ¿Eh?
Marco
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Hace 2 semanas
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