Gracias a la película que
hoy queda colgada en
Zinefilaz se dio a conocer
la Bossa-Nova por todas
partes. Una película que baila en el carnaval de Río de Janeiro, que vive en
las favelas y que moderniza una de las historias de amor más agridulces de la
mitología griega.
La pareja protagonista
La historia mitológica
El Orfeo de los griegos
era un tracio de hermosa voz que con sus cantos embelesaba a todos, incluso a
la ninfa Eurídice. Orfeo y Eurídice viven felices hasta que el pastor Aristeo
siente deseos de ella y la persigue. Eurídice muere y Orfeo, lleno de dolor,
acude a Caronte, el barquero de la laguna Estigia (la frontera de la muerte)
para poder recuperar de entre los muertos a su bella Eurídice. Caronte,
enternecido por los melódicos lamentos del genio musical lo pasa y, de la misma
manera que el barquero, el can Cerbero, el perro guardián del infierno de
Hades, deja que Orfeo recoja el cadáver de su esposa. Hades y su esposa,
Perséfone, la que cada año deja a su infernal marido para que florezca la
primavera, le dicen al cantor que vaya delante de ella y que no se le ocurra
volverse o su amada regresará al mundo de los muertos. Orfeo cumple venciendo
al deseo de llenarse de la imagen de Eurídice y, al salir del lugar que separa
a la vida y la muerte, Orfeo la mira, no pudiendo más, pero Eurídice tiene aún
un pie en el otro mundo y por ello es arrebatada de los brazos de su amor y
devuelta al infierno. Orfeo llora su pérdida con el consuelo único de su lira.
La historia fílmica
Eurídice es una bella
joven que llega a un Río de Janeiro que prepara con ilusión el carnaval. Anda
perdida y asustada entre el gentío y acaba cogiendo un tranvía que,
casualmente, conduce un mocetón guapo llamado Orfeo. Al llegar al fin de
trayecto Hermes, el jefe de la estación (Otro guiño a la mitología) le dice
como llegar a casa de su prima Serafina.
Hola, prima
A la estación llega Mira,
la novia de Orfeo, una mujer celosa de armas tomar, para llevarse a su novio al
registro con vistas a casarse en unos días. Pero Orfeo sólo piensa en
desempeñar su guitarra, cantar y bailar en el inminente carnaval. A Orfeo,
atlético, guapo y simpático se lo rifan las mujeres. Su vecina Serafina
consigue entretener a la novia Mira para que Orfeo se escape a su casa y cante
alegre con su guitarra.
Orfeo, tranviario
Casualidades de la vida,
y de los cuentos, Eurídice y Orfeo se reencuentran, ya que son vecinos
accidentales, y el resto mejor lo disfrutáis entre vistas majestuosas de la
bahía carioca, tonadas de Vinicius de Moraes y Jobim, y ritmos carnavaleros.
La idea:
Estaba el director
francés Marcel Camus en Brasil y se entusiasmó al ver una obra de teatro
escrita por el mismísimo Vinicius de Moraes. Se trataba de “Orfeu da
Conceiçâo”, y pensó en adaptarla al cine.
La favela huele a carnaval
Un buen día se topó por
la calle con Breno Mello, un atleta de 27 años, jugador de fútbol del
Fluminense (De Río, como su nombre indica) un joven guapo e imponente, y lo
aborda. Al principio Mello cree que el francés busca ligue en él, pero no era
eso y hace el cásting. Sale elegido entre 300 chavalotes.
Mello, centrocampista del Renner
Por el contrario, el
papel de Eurídice lo hace una actriz profesional de nombre Marpessa Dawn, una norteamericana a la que llamaban gitana.
Marpessa Dawn, al contrario que las actrices de su país, emigró a Europa y allí
fue haciendo cosillas en Inglaterra, como su carrera no despegaba, acabó en
Francia haciendo de bailarina, donde conoció al director Camus, que se
convirtió en su marido, por poco tiempo.
Marpessa Dawn en la peli
Y así rodaron una cinta
que encandiló al primer mundo dando
palmas de oro en Cannes u Óscars en lengua extranjera por una historia que en
Brasil no gustó porque hacía una caricatura estereotipada de los brasileños
negros de las favelas a los que sólo les importa la juerga y el baile. Esa idea
exagerada de que en Brasil sólo sambean
o juegan al fútbol, que evoca el sketch aquél de Emilio Aragón del programa “ni
en vivo, ni en directo” en el que repetía incesantemente
“menos samba e mais trabalhar”, daba una imagen demasiado trucada de lo que es Brasil. Eso por no
recordar el capítulo de los
Simpsons en que estereotipan a “os brasileiros”
como si fueran todos rateros disfrazados a ritmo de samba y driblando a los
paisanos con un balón de trapo. Esa historia de los Simpsons gustó tan poco
como la película de Orfeo negro. Pobres negritos de favela que prefieren
quitarse de comer con tal de tener para disfrazarse y bailar en carnaval,
aunque sea al ritmo de una botella estriada de cachaça (Anís del mono no hay,
creo)
Orfeo canta para que salga el sol
La película brilló, y
gustó, fuera de Brasil. Fue a Cannes, y ganó una palma de oro, fue a los Óscar
y ganó a la mejor película de habla no inglesa, pero el protagonista no fue.
Breno Mello no acudió al glamour. Nadie lo llamó, a pesar de que era un reclamo
famoso y le dio dinero y amores.
Orfeo y Eurídice
Breno Mello, futbolista
que llegó a ser compañero de Pelé en el Santos, símbolo sexual de muchas
admiradoras, dilapidó la fama y el dinero que le brindó su papel de Orfeo. Al
igual que Garrincha, otro gran futbolista nacido pobre, Mello tuvo dinero y lo
malgastó. Tuvo amores y no los cuidó. Se fue a vivir a Porto Alegre e,
iróncamente, vivió en una favela llamada Tristeza. Acabó yendo a Cannes gracias
a un documental sobre Orfeo negro que realizaron dos directores franceses en 2005, a los 46 años de
haber rodado el primer film, y a los 6 de la nueva versión brasileña llamada
“Orfeu”.
Mello en Cannes, 46 años después
Murió el 14 de julio de 2008, a los 76 años en su
casa humilde, completamente solo. Su vida fue lo más parecido a un arco
berlanguiano. Ya se sabe, se nace con una muy mala situación, se consiguen unas
expectativas inmejorables y se acaba tan mal, o peor que al principio. Mello
nació pobre, tuvo dinero y fama y acabó sus días solo y arruinado. Se dieron
cuenta de que no lo veían al cabo de un par de días. Las cosas de la vida (O de
la muerte), Marpessa Dawn, la gitana, murió en su casa de París, unos 40 días
más tarde, el 25 de agosto, a los 74 años. Los dos protagonistas de la película
que encumbró la bossa-nova brasileña y la dio a conocer, gracias a una obra de
teatro escrita por Vinicius de Moraes, el creador de la chica de Ipanema,
acabaron sus días casi a la vez.
Final trágico.