Aún ahora los EEUU nos marcan las pautas culturales. ¿En qué? Consumimos su cine y nos lanzamos a su comida rápida, que no es otra que la comida que los pobres trabajadores de Europa llevaron al nuevo continente. Los perritos calientes, las hamburguesas y las pizzas son lo que comían los alemanes e italianos que aterrizaban en los EEUU escapando del hambre. Aparte de la comida multicalórica, para quienes no comían otra cosa en todo el día, también importamos su modelo educativo, creando ghettos de pobres que no sacrán el graduado escolar y colegios pijos que dominarán el mundo. De momento se va consolidando el modelo de másteres y posgrados universitarios. Llegará el día que hagamos como ellos y tras dos años de asignaturas a la carta, en otros dos, nos especialicemos solo en un tema profesional. Y claro, ahora llega el modelo sanitario americano, con lo cual, todo el mundo a pagar el médico para hacer una verdadera selección "natural". Los que tienen pasta se curarán y los que no, empeorarán y morirán. Con esa selección, "natural" que te mueras.
¿A qué venía este rollo anterior para abordar un tema que no tiene nada que ver? Pues para dejar claro que de los EEUU nos llega una gran cantidad de referencia cultural, pero que hay cosas que se nos escapan y no las entendemos, aunque las vemos en el cine, la tele o la literatura. Y he aquí el fondo de mi post: las JAP (Jewish American Princess) o Princesita Judía Americana.
Jewish American Princess (JAP), superficialidad a raudales.
¿Qué es una princesita judía americana, o JAP? Es un estereotipo existente desde los años 50 del pasado siglo, reforzado en los 70 y 80 hasta ahora, por el que se conoce a una joven -americana- rica, pija, muchas veces insoportable, yonki de los cosméticos, que suele retocarse el físico a base de cirugía plástica, que habita en zonas resicenciales para ricos, como Long Island y, claro, hebrea, aunque no es que suela ser demasiado religiosa. Es, además, un estereotipo que explota una feminidad trasnochada de mujer débil y en su papel de inútil y de ser de segunda categoría que tanto favorece a los conservadores de los modelos inalterables de géneros.
Es un cliché forjado en las clases sociales hebreas norteamericanas, primero de las ciudades de la costa Este, que luego se reprodujo por todo el país, pero que ya venía, menos acentuado, de la Europa previa a la segunda guerra mundial, donde las chicas hebreas de buena familia ya despuntaban, aunque sin el delirante toque de después. Me estoy acordando del personaje de Micòl en la novela italiana
El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani, en la que, aunque no demuestra ser lo materialista que es una JAP, sí que tiene un toque elitista y distante, como el de muchas chicas de su clase en una Europa en desbandada. Muchas adineradas familias emigran a los EEUU donde se da la eclosión de este fenómeno JAP a partir de los años 50.
Seguro que lo habéis visto, sin advertirlo, en alguna serie o película, en la literatura quizá es más evidente. Es una niña que vive del dinero de papá, que tiene una mamá sobreprotectora, que es una fanática de la moda, que se pasa el día de tiendas, que es egoísta y materialista. Y que espera seguir manteniendo su tren de vida cazando un buen marido que le regale una visa oro.
En la literatura norteamericana autores -hebreos- como Philip Roth en
Goodbye, Columbus, Herman Wouk en
Marjorie Morningstar o Mordechai Richler en
Barney's version, las JAP fueron retratadas con bastante retranca.
En el cine, Goldie Hawn aplicaba el rol de JAP en
la recluta Benjamín, Daphne Zúñiga en
la loca historia de las galaxias, de Mel Brooks, o Ali MacGraw en la versión cinematográfica del mencionado libro de Philip Roth, que aquí se llamó
Complicidad sexual. Se puede advertir en pequeños papeles secundarios como el de Sarah Jessica Praker en
el club de las primeras esposas. Hasta hay una película de Disney que la retrata como es
The princess and the frog (En España,
Tiana y el sapo), donde estuvieron buscando modelo en los centros comerciales entre las niñas JAP.
En la televisión, sobre todo en las sit-com, comedias de situación, tan recurrentes para pasar el rato, nos las encontramos en
La niñera (El papel de Fran Drescher), las tipas, aunque no todas, intentaron diluir la carga "hebrea" en
Sexo en Nueva York, y en
Friends, donde el papel que desarrollaba Jennifer Aniston, que era totalmente WASP (Blanca Anglo-Sajona Protestante), se creó pensando en una JAP. El papel de Courtney Cox, aunque hebrea, no es JAP, porque vive de su trabajo y no concide con los requisitos, pero sí el del personaje que desempeña de vez en cuando Maggie Wheeler (Janice, la novia de Chandler) que es un ejemplar inequívoco.
Es un termino peyorativo que a la comunidad judía le molesta un tanto. Ya protestaron cuando Frank Zappa sacó su
Jewish Princess, por ofensivo y obsceno. Puede, pero no deja de ser una broma. También dedicó a las fáciles chicas católicas otro temita, el
catholic girls.
Lo cierto es que el término JAP sigue pululando y sobre su cliché caen en tromba chistes a manta. Eso molesta a algunos, sobre todo a los altos miembros de las comunidades religiosas a las que pertenecen las JAP. Pero es que ellas se lo han ganado a pulso.