Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

martes, 23 de diciembre de 2008

Viatge en talgo

Esta mañana me he levantado y he contemplado la tierra escarchada, y mi coche glaseado. He bajado tempranito para pillar el rodalies (cercanías) para Sants. Mientras esperaba en los asientos que están delante de las ventanillas me he entretenido en ir leyendo un libro que he sacado de casa, pero pronto he entablado conversación con una señora panameña y una chica donostiarra. La mujer contaba sus aventuras en estaciones y aeropuertos de medio mundo. Menos mal que ha llegado la hora de embarcar. Cuando he llegado al vagón del talgo me ha sorprendido lo vetusto de su aspecto. Me tocaba ventanilla y he tenido que lanzar la maleta hacia la estantería inalcanzable. Menos mal que soy alta. El tren ha bajado hacia Tarragona y Reus para volver hacia Lleida (Es una pena que no me coincidan los horarios, porque me ahorraría las dos horas y media estúpidas que pierdo por la geografía catalana). Detrás de mí iban dos chicas jovencitas catalanas y a su lado un chico y una chica también muy jóvenes. Mi compañera de asiento viajaba con sus hijas y se han apeado en Monzón. En Zaragoza han embarcado muchos viajeros, entre ellos un abuelo y su nieto. El abuelo estaba hablador. Viajaban hacia Zumárraga, y seguro que conozco a sus sobrinos, aunque sean de vista. El abuelo se encargaba de traerse a su nieto desde la capital del Pilar. Cosas de la custodia compartida de unos padres divorciados. También se ha embarcado al lado del niño un hombre ruidoso de cuarentena larga, pero con ganas de hacerse más importante de lo que seguro es. Rubio pero con muy poco cabello, sortijas de oro, peluco pesado del mismo metal, cadenotas, gabardina de cuero a lo Mátrix y carísimo teléfono móvil último grito, por cierto, demasiado pasado de decibelios. El abuelo miraba consternado la consola de su nieto, porque no llevaba juegos, pero las chicas catalanas de detrás le han dejado uno con el que el crío ha estado embelesado hasta Pamplona, y menos mal, porque las noietas (chicas) se bajaban aquí. El chico joven de la pareja que había a su lado, también. Quedaba la chica sola, que estudia en Manresa y es una niña enérgica y comunicativa. El mundo es un pañuelo. También se subía una mujer típica donostiarra que iba comentando con alguien al otro lado de su móvil y en euskara lo vetusto y anticuado del talgo. Por lo visto venía en el AVE Madrid-Zaragoza y el transbordo la ha impresionado en un salto de 50 años. Hasta ha preguntado al revisor y éste le ha dicho, que sí que es de los 50, pero mucho más cómodo que los nuevos, porque el ancho de vía hace que el vagón también lo sea y pasearse por los pasillos sea menos traumático. En todo esto, la conversación entre todos nosotros ha ido muy animada desde Pamplona hasta Zumárraga, donde bajaban el abuelo y el nieto, la estudiante en Manresa, y el fantasmón calvirubio que nos iba dando detalles de que vive entre dos ciudades, que tiene un coche de alta gama, un gps y un chivato de radares, que se hace Zaragoza Sevilla en 5 horas, que le persigue una rubia rubísima (sin quitarse el anillo de casado), y que esta noche se va a meter tres cubatas en el bar más famoso del pueblo, porque el dueño es coleguilla, que si no sabe si pasar la nochevieja en Zaragoza o Sevilla, donde todos le buscan para salir de juerga. Mientras hablaba me lo imaginaba pudiendo cruzar tabiques cargado de cadenas, por supuesto, de oro. Menudo personaje. Lo que no sé es qué coño hacía en clase turista.

El viaje ha sido ciertamente divertido.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Díes de nadal

Yo no sé qué es lo que pasa con este dichoso blog. Llevo tres días intentando entrar en él y no había forma de hacer la conexión. En fin, supongo que algo habrán estado haciendo los administradores de la página. Se acerca la navidad al galope sobre un reno o un camello, por ser los cuadrúpedos más afamados estos días. Hasta mi jefe me ha dicho que cuelgue cuatro adornos en la recepción y cuando me he sonreído me ha preguntado si es que no tengo espíritu navideño. Lo que no sabe que de lo que carezco es de espíritu decorador. Cuando era niña me encantaba poner el nacimiento, el árbol e incluso ahuecar el serrín de nuestro Olentzero. Entre mi madre y mis hermanos nos curramos un carbonero borrachín estupendo. La cara nos falló el primer año y le pusimos una careta de Popeye, por ser un personaje con pipa. Al año siguiente mi madre sacó la cabeza de corcho de su vieja peluca que estaba desnarigada (alguno de sus hijos debimos de ser los culpables en nuestra infancia) y me tuve que currar una nariz con un tapón de cava. Creo que me tocó a mí porque alguien me había colgado el sambenito de "artista" del núcleo familiar. Quedó hasta molón.

Ahora a mi maravillosa novia, que tiene la virtud de ser una de las poquísimas personas adultas que sigue amando la navidad, es la que intenta contagiarme de esa alegría y me arrastra por los comercios chinos - bueno, y suecos también, que el otro día se trajo un kit de adornos del Ikea de Badalona- . Tiene su gracia que sean los chinos de religión budista los que nos ofrezcan productos tan cristianos. Hará un par de semanas montamos el belén y el árbol. Aún esta casa es jóven y no tiene lugares fijos donde poner nuestros primeros motivos navideños. Ella consiguió el año pasado un Belén de una afamada casa de juguetes norteamericana de fabricación china...como todo. Es por eso que debe ser que aparte del rey negro y el blanco, tenemos uno de rasgos asiáticos. Pero este Belén sólo tiene un camello. Conseguimos otro dromedario de un recuerdo volcánico de Tenerife, y si invitamos al vecino marroquí de abajo, ya tendremos los tres camellos reunidos.

Y lo que me extraña es que aquí los niños, como pasa en mi lugar de origen, no pidan un aguinaldo casa por casa cantando villancicos. Con lo despiertos que son los catalanes para hacer negocios.

viernes, 12 de diciembre de 2008

La hipocresía está servida

Hay cosas por las que no sé si reir o llorar. Estaba viendo un debate pretendidamente político de sabihondos y trepas de esos que hacen en los programas de la tele matutina conducidos por una periodista más o menos seria que tiene que conformarse con lo que le adjudican, que comienza después de los cotilleos del corazón y de la telepromoción de menaje de hogar. En este caso era en cuatro, la cadena del grupo que lidera el "lo suyo son crímenes, lo nuestro, errores" hauptmannführer Martín Villa, pero si hubiese sido en otra de las cadenas conformistas y de línea homogénea de este Estado, hubiera sido un calco.


Nos encontramos ante un par de prestigiosos profesionales del periodismo pagados por sus amos, una tertuliana profesional - que no me cae mal del todo- y la niña mona vestida a la manera austerísima de María Ostiz, lo cual nos indica su tendencia sociopolíticorreligiosa. Y, como no, ante los tiempos que imperan, para desgracia de todos nosotros, hablan de los altercados de Grecia que se han reflejado en Madrid y Barcelona, y comienzan a lanzar opiniones manidas y toscas y alguna que otra sentencia sobre la barbarie de la juventud, que no representan a nadie, amén.


Aparte de no decir más que sandeces para tranquilizar a los imbéciles que los creen, me parece hipócrita que muchos de ellos, que hace unos meses lloraban la nostalgia del combativo mayo del 68, ahora quieran seguir negando el pan y la sal (y las ganas de luchar y el empleo y la vivienda) a la juventud que está jodida y que POR FIN se despierta. No entiendo cómo les molesta que la gente intente refrenar su frustración de futuros herederos de las uvas de la ira.


Además, de qué se sorprenden, si esto mismo pasó hace 70 años. La tele homogénea española da asco, los periodistas a sueldo más, y carnicerito de Vitoria - Fraga Iribarne- vuelve a sacar su vena "democrática". Cada vez me decepciona más la humanidad.