La llamada de la sangre

Dice el viejo refrán "quien a los suyos se parece, honra merece". Yo no sé si tanto, quizá más que parecerme, es herencia genética. Mi madre me legó, en lo genético, la retención de líquidos, la poca paciencia, el comportamiento nervioso, la estatura, la nariz leptorrina tan genuínamente vasca y, sobre todo, la tendencia a la anemia ferropénica. Mila esker aunitz, amatxo (Muchas gracias, mami). Esto debe de ser lo que se dice "la llamada de la sangre". Lo de ser rubia y guapa se lo olvidaron convenientemente. (Suspiro).

Vuelvo del médico con mi recetica de pastillas de hierro, en principio, para seis meses. Ya veremos si más, que casi es seguro que sí. Del resto estoy como una rosa, ni azúcar, ni colesterol, ni infección de orina. Sólo el puto hierro que merma. Ya me lo decía mi madre de cría: Como todas las mujeres de la familia, llegarás tarde a tu primera regla (Pero no batí su récord de los quince años), no te dolerá apenas, serás irregular (Menos mal que ya no me pego sustos, jejejeje) y la tendrás con generosidad y abundancia durante días eternos. Y claro, el peaje a pagar es quedarme sin hierro.

Jugando al Quimicefa

Otra vez a chupar pastillas todos los días. Mi médico de cabecera tiene que estar encantado conmigo. Le doy el coñazo apenas una vez cada dos años y siempre es para esto o para que me envíe al oftalmólogo en mi metamorfosis a topo cegato. Y encima mi tiempo de visita no creo que pase de los cuatro minutos. Si soy una paciente estupenda. Voy al turrón y no doy la chapa.

Algun@s diréis, con razón, que de qué me quejo, si lo que tengo es leve. Ya lo sé, pero, es que estoy practicando para cuando sea jubileta, si es que llego, y lamentarme cansinamente al facultativo que tenga que soportarme en la consulta del ambulatorio. Eso y escribir quejas al cartas al director del periódico sobre cualquier cosa.

Tomando café en el bar del barrio, mientras abren el súper, suena "hands up" de Ottawan. Recuerdos infantiles.