Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, concretamente en el segundo planeta a la derecha de Alderaan, había una civilización modenna que tenía un rey a estrenar joven y preparado. Nadie lo había elegido como gobernante, pero después de la anterior despedida y cierre de la monarquía nadie era capaz de ponerle el cascabel tricolor al gato.
Este nuevo rey, a pesar de vivir en una civilización moderna que tenía desde microondas hasta gps pasando por teléfonos móviles, coches que aparcan solos y chicles que cambian de sabor según los masticas, resultó ser más anticuado, no ya que el monarca anterior, sino bastante más que un baile casi centenario que se hacía llamar "charleston".
Quien sabe si por herencia genética materna, de rígido militarismo prusiano, algo rencoroso por haber tenido que tragarse como profesional indignidades maritales, o por la educación rancia, algo pasada, y muy elitista que recibió, el nuevo rey no toleraba las opiniones de aquellos a los que él creía sus vasallos medievales.
Evaristo, el rey de la baraja
Y así, al poco de recibir la espada láser del Imperio, se endureció la ley que contradecía el derecho a la libertad de expresión recogido en la constitución que siempre tenían en la boca sobre la cual decían que se asentaba la monarquía, como si fuera palabra de Dios. La costitución, ese librico que decían que era inamovible, excepto en el caso de que los buitres de las finanzas internacionales quisieran meter mano a las arcas del Estado, que entonces, no, era un libro que, decían, protegía y amparaba los derechos de sus ciudadanos, sin embargo, bajo el nuevo rey del planeta de la galaxia muy, muy lejana, no hacía ni un mes que se había decretado una ley de mano dura que se ciscaba en la libertad de expresión de sus ciudadanos, entre otros atropellos legales.
Ese rey moderno, además, que tomó la corona cuando su planeta pasaba por una crisis intergaláctica muy dura, no se arredró y se gastó una pasta en un museo de la monarquía, que hacía tanta falta como sequía sahariana en el polo sur. Este indecente despilfarro en un museo sinsentido en un planeta donde sus habitantes no lo estaban pasando bien, económicamente, no hacía más popular al rey moderno.
La capital de Alderaan, el museo anda por ahí
No contento con eso, el rey moderno exigía que en los plenos de los ayuntamiento fuera su busto el que presidiera los actos que allí se dieran, como si fuera un ídolo pagano, que, ciertamente, lo es, a pesar de decir públicamente por el universo que pertenecía a la iglesia intergaláctica. Los ídolos paganos estaban prohibidos por la iglesia intergaláctica, pero en el caso de este rey moderno, que saltaba los siglos para atrás de dos en dos, esta incongruencia parecía no importar, eso sí, menudo varapalo tendrían los alcaldes incumplidores de adorar a los ídolos paganos.
Menos mal que todo esto pasaba en un planeta de una galaxia muy, muy lejana y que esto ha llegado a nuestros oídos por confidencia de un hirsuto wookie que viajaba en la nave el halcón milenario, que si no....
Reeditado:
Por si fuera poco, el rey moderno y su moderna esposa, se solidarizan con su vasallaje azotado por la crisis gastándose una fortuna en trapitos para vestir a la reina. Sólo a la reina.
Desolador.
Marco
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Aitor Arregi y Jon Garaño me parecen dos buenos directores, tanto cuando
trabajan juntos como por separado. La única película suya que no me gustó
fue Han...
Hace 1 semana
2 comentarios:
Que si no, "agua y ajo"
Muy buena. Me desvelas cosas que desconocía, como la obligatoriedad de adorar la real efigie y el chicle de sabores cambiantes.
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