Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

viernes, 21 de septiembre de 2018

Por encima del bien y del mal

Rozamos el peligro más extremo cuando, en este país de fábula, pues en una fábula estamos, se aupó al poder al tipo mediocre al cual hicieron creer que era un gran estadista. Su ego creció de una manera desmedida y  creyó a toda esa caterva de aduladores que le lamían las posaderas con tal de agarrar el chollo de su vida para llenar sus faltriqueras sin pensar en las consecuencias, porque las consecuencias les traían sin cuidado.

Y mientras tanto el mediocre que se creía un genio estadista buscaba, como fuera, la aprobación de otro mediocre que también se creía un gran estadista porque suponía que eso estaba en sus genes, ya que papá también fue presidente de la gran potencia mundial del lado capitalista del mundo tras la segunda guerra mundial. Papá tuvo una guerra, y el hijo ambicionaba otra movido por las sugerencias de los interesados contratistas que sólo veían dinero y no muerte.

El pollo rojigualdo, su emblema.


Y así dos peligrosos mediocres imbuidos de un poder que les venía grande se enrolaron en una guerra fomentada por la mentira que sólo trajo más guerras, más atentados, más muerte y más miseria, esto último sólo para la mayoría de la población, para ellos, no, porque se creían superiores a los demás y estaban por encima del bien y del mal.

Y el ególatra de la melena al viento y el bigote menguante cedió el cetro de su poder a otro barbado mediocre sin iniciativa ni ganas de tenerla, mientras él, como ser superior, era llamado a dar clases magistrales en una universidad norteamericana con un inglés nivel alto tipo máster de la Universidad Rey Juan Carlos mientras cobraba una pasta como consejero de una energética que él había privatizado, porque era pública, lo cual había hecho encarecer sus tarifas un 80% al cabo de catorce años.

Llamado a contestar preguntas como cabeza más exhibicionista que visible de un partido político que funcionaba como un sindicato del crimen económico, tuvo la soberbia y la desfachatez de mentir y negar las evidencias, porque para eso él es un ser superior, casi divino, que cree que sus abdominales se han sumergido en la laguna Estigia cual Aquiles.

El soberbio desmelenado se atreve a decir al barbado del cabello recogido algo inconcebible propio de un orate que lleva años sin percibir la realidad "Usted me parece un peligro para las libertades y la democracia en España". ¿Y lo dice el  palanganero de las Azores? ¿Él, que pertenece a un partido que nos condujo a una guerra cruel e innecesaria? ¿Él, que trajo la muerte a los vagones en Madrid? ¿Él, que ha permitido la corrupción y el robo al bolsillo de los españoles? ¿Él, que sigue robándolos por la puta cara marmórea todos los meses en la factura de la luz?

Lo malo de aupar al poder a un mediocre que pierde el sentido de la realidad es que puede hacer mucho daño a sus conciudadanos con sus decisiones de bombero torero. Es un verdadero peligro para su estado, que él cree gobernar con ingenio aunque no pase de engreído y soberbio ceporro, porque es capaz de cualquier cosa, hasta de hacer creer que un polvoriento rincón de la costa levantina es la ciudad ideal para las vacaciones. Aconteceres de fabulosos seres con fabulosa soberbia que levitan por encima del resto de paisanos del país de fábula, pues en una fábula estamos.

3 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Joder que lo has puesto difícil, ¿te refieres a Aznar?. La política es un arte que nuestros políticos no saben practicar.

Saludos

Juli Gan dijo...

Yo no digo ná, que te buscas una demanda por cualquier cosa, eso sí, si alguien se diera por aludido es que asume y reconoce ciertos actos.

Anónimo dijo...

Lo peor de los mediocres es que no se acaban nunca, bien al contrario, aumentan exponencialmente en los alrededores del poder, sobretodo cuando se les aupa a dedo. La vanidad de los primeros les impide señalar a alguien mejor que ellos y así vamos viendo...