¿La patrulla +?
La superchería abarca la religión y las costumbres, eso está claro. Se quedan encajados en nuestro adn. Así, sin pestañear, podemos colocar, juntos y revueltos, trofeos de significado diluyente. Es como la patrulla +, más, pero no por la cruz, aunque los simbolitos cristianos sean mayoría.
La virgen-botella de Lourdes: Envase de plástico semiopaco con tapón y mantilla azul, lleno de agua extraída de la cantidad ingente de fontanales del santuario gabacho de los Pirineos donde la pastorcilla Bernadette Soubirous, en aquella época que estaba de moda la aparición mariana, al natural, nada de teles de plasma, dijo que hablaba con ella. De aquello, hoy día, Lourdes es un negociazo. Todo venta de souvenirs, hoteles y restaurantes para la peregrinación internacional de enfermos. Mi madre, siendo la enferma elegida de la parroquia del barrio decía que se lo pasó de fábula, y que la llevaban en sillita. La hematóloga le recomendó que ni loca se bañara en esas piscinas que más que milagrosas, deben tener una cantidad de bacterias que vaya usted a saber por muy creyente que usted sea.
Pues ahí sigue, en la estantería, impertérrita la botella con agua, seguramente corrompida, que debe llevar décadas ahí embotellada, a la que, si no se le han pasado los efectos supuestamente milagreros quizá haya obrado el también milagro de convertir el agua en vino, porque eso ha tenido que fermentar y convertirse en alcohol a estas alturas. Yo no lo pienso probar, y en cuanto nadie lo eche en falta, al inodoro.
La bruja: No sé si ha salido de Vilafranca de Conflent, de Zugarramurdi o del chino del barrio, la verdad. Una bruja de pasta fea, desgreñada, verrugosa, harapienta, con su buho, su escoba y su canesú. Hoy día es un simpático símbolo de lo que no debía ser una mujer: Sabia,viviendo fuera de la autoridad masculina y sin ningún miedo, sobre todo a Dios y su iglesia. Eso debía castigarse, no fuera que se imitara el ejemplo, como explicaba en su sociogénesis de las brujas, Vicente Romano. Se demonizó a esa mujer que vivía sola, sin figuras varoniles alrededor, que conocía el valor de las plantas y que no se plegaba a los dictámenes de una iglesia supersticiosa. Se la convirtió en poco menos que novia del demonio y se le atribuyó todos los males: sequía, inundaciones, pérdida de cosechas, plagas, muerte de animales, de hijos...Había que echarle la culpa a alguien ¿Por qué no a esa mujer que vive al margen de la norma?
San Pancracio: Versión mutilada sin palma de mártir, sin dedito ni moneda de 25 pesetas, que había sustituido a la de 50 céntimos del año de la mili eterna. Este romano, que no era romano, sino que nació en Frigia, donde los gorros republicanos, que está en la península de Anatolia, hoy, Turquía, fue un ciudadano de roma que sufrió persecución y martirio en época del emperador Diocleciano. Todo eso por ser cristiano en el siglo IV D.C.
Leprechaun: Trasgo irlandés de profunda raíz celta, vestido de verde, a veces de rojo, con chistera y traje decimonónico. Dicen que su oficio es el de zapatero y que de ahí viene su nombre. Como de gaélico ando pez, no os lo puedo corroborar. Es ese enano mágico que, cuando el anciano zapatero, cansado, se va a la cama, hace su trabajo y, al día siguiente, el anciano zapatero no comprende cómo se ha acabado el calzado con un estilo de maestro inigualable. La primera vez que vi un leprechaun, disfrazado, no real, no seáis malpensados, fue en una tamborrada infantil de San Sebastián. El colegio ¿inglés? San Patricio, que más que inglés, debería llamarse irlandés, elige a uno de sus alumnos para ir vestido de leprechaun abriendo su compañía de la tamborrada por las calles de Donostia.
Todos alegremente mezclados viven su eternidad en la estantería sin nada que decirse entre ellos. ¿Os imagináis, cada uno hablando en su idioma? francés, latín, gaélico...
1 comentario:
Son santos, ellos se entiende en el lenguaje de los santos y, si no lo hacen se inventan eso del sincretismo y todo resuelto.
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