Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

lunes, 22 de julio de 2019

Día de playa

La canícula estival aprieta y también ahoga, por eso, en cuanto se puede, enfila una para la playa porque a la orillica del mar parece que todo se soporte mejor, o casi. La Costa Brava tiene esa curiosa cualidad de tener el borde del mar en picado donde si das un paso el agua deja de cubrirte a la altura de la cintura para cubrirte entera. Teniendo en cuenta la calidad de la arena granulienta  que te hace polvo las plantas pedestres, no hacer pie hasta es un alivio. Lo malo es intentar salir del agua que es como atacar la cordillera del Himalaya. Hacen falta crampones para alcanzar la toalla lo más dignamente posible. Una cree hacer el ridículo más estrepitoso haciendo aletear los brazos para guardar el equilibrio cuando ve a recios mocetones treintañeros echando mano a la arena para ayudarse. Te sube hasta la moral.

Hay gente que paga una pasta para viajar y aprender idiomas cuando a tu alrededor escuchas todo tipo de idiomas, desde el castellano a grito "pelao" tan carpetovetónico, al italiano también bien dotado de deciberlios, pasión mediterránea que nos une, pasando por el inglés, el francés, el ruso, el holandés o el alemán, entre las más reconocibles.

La costa tiene tela ¿A que sí?


El arenal está plagado de gente en los reductos libres de paso de embarcaciones o cotos tolderos, y es que cada vez se reduce más el área a usar por los bañistas. Todo lo delimita una cuerda moteada de boyas. 

Tanta gente que hasta en las más recónditas calas hay saturación de bañistas y eso que aún no es agosto. Llegamos temprano cuando aún no hay apenas nadie. Un matrimonio de rusos bien criados dejan que su rubio niño goce  viendo los peces con las gafas de buceo no demasiado lejos de esa orilla tan escarpada. 

Primer chapuzón matinal intentando pisar donde menos guijarros hay. Bien refrescadas utilizamos la depurada técnica que todo miope desgafado usa para encontrar su sombrilla entre miles de borrosos parasoles de colorines, coger una referencia cercana para no perderse. Éxito total.

Comienzan a llegar bañistas, algunas con bikinis dorados y gafas de sol de fantasía que harán lo indecible para no mojarse el tocado con una ola traicionera; un grupo de vocingleros  mozos andaluces intenta montar un tipo de jaima pero el ingeniero encargado desiste al poco ente el calor y el choteo de algunos de sus amigos; alguna pareja se demuestra su amor; una familia de franceses aparece y se nos pone delante. Forman una barrera de tres sillas, las bolsas, la nevera, el carrito del niño y la sombrilla. Nos damos un segundo chapuzón y decidimos ahuecar el ala ante la masificación. Mientras vamos recogiendo, la francesa de delante no pierde el tiempo de colocar su silla en el hueco que ha dejado mi toalla. Poco le ha faltado para empujarme y gritarme un "dépêche-toi".

Vámonos de cañitas frías a una terraza a la sombra.

2 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

"Cría fama y échate a dormir", lo digo por lo ruidosos que somos, no voy a dejar de reconocerlo, pero también te digo que en Alemania y en sus bares, no son tan callados, los ingleses, depende de donde te los encuentres y, no digo que en España, me refiero en la misma "pérfida Albión", especialmente si hay fútbol de por medio, donde mas silencio he notado en en los países Nórdicos, ahí sí, ahí se escuchaba el silencio.

Saludos y que disfrutes de la playa.

nineuk dijo...

La playa popular (calitas aparte) es uno de los pocos espacios en los que convivimos con nuestros congéneres en plan masivo. Se muestra así como todo un muestreo sociológico a varios niveles: educación, trato con la infancia, Estilismos varios (tatuajes, cuerpos, bañadores, toallas etc) diferencias de comportamientos entre generacioes y/o países, lecturas escogidas... A veces te puedes cabrear, pero en general es muy entretenida.