El señor está casado con una buena mujer, muy simpática, que no se comprende cómo lo aguanta después de tantos años, pero a pesar de su estado civil, además del militar, el hombre babosea dentro de sus posibilidades y la administrativa siente una mezcla de asco-pena. Un buen día el subteniente le preguntó.
- ¿Y de dónde eres?
- Del País Vasco- Al tío le cambió el rictus a ¡alarma, terrorista!
- ¡Qué pena! ¡Con lo simpática que eras!
- ¿Que era? ¡Que no me he muerto!
En el fondo, una se sentía aliviada porque quizá esto alejaría a este pelmazo durante una temporada, pero llegó el día en que este tipo venció a sus prejuicios -una lástima- y se atrevió a ir más allá:
- Oye, pues si vas a tu tierra ¿por qué no me traes una bota de vino de las tres z de Pamplona?- Boquiabierta sin saber reaccionar.
Se lo encontró la semana pasada por el passeig y él, ni corto, ni perezoso se acercó y le preguntó:
- ¿Has ido por allá arriba?- mientras ella sopesaba si se refiere al polo norte.
- Para mi desgracia, no.
- Pues cuando vayas, a ver si te acuerdas de mi bota. - Y daba evasivas a la par que componía su mejor sonrisa de esfinge mientras pensaba, claro, tío, como tú te acuerdas de darme el dinero para que te la compre.
Es la fauna que habita en este lugar la que la hace especial.
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