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martes, 7 de febrero de 2017

Pasajes de la Biblia. Hoy: La reina Ester o la "sycocracia"

Pues, como decíamos anteriormente, el pueblo judío estaba sometido, al igual que el resto de los pueblos de la zona, al poder del imperio persa, que dominaba desde la India hasta Etiopía. Eso pone en la biblia.

Total que había un judío llamado Mardoqueo (Mordechai, si es en inglés) que tuvo un sueño premonitorio en el que había una destrucción de la tierra y dos dragones que luchaban a muerte intentando matar uno al otro. Al final, los humildes vencían a los poderosos. Otra vez más, los sueños premonitorios como Jacob y su escalera, José y sus hambrunas o Samuel, vuelven a la carga.

Estando despierto, el tal Mardoqueo se entera de una conspiración para matar al rey Asuero,y el tío corre que vuela para avisar al monarca. En pago de su servicio, le coloca un puestazo de funcionario en el palacio.

A todo esto, el rey Asuero monta un banquete para todos los peces gordos de todos sus dominios. Los varones separados de las mujeres. La reina Vasti, esposa de Asuero, es encargada de montar el banquete para las mujeres. En eso que a Asuero se le ocurre que tiene que chasquear los dedos y hacer que la reina puerda el culo para ir a presentarse ante los invitados como si fuera un objeto de exhibición. La reina Vasti se niega y entonces, aconsejado por los sabios machirulos de siempre, el rey Asuero decide castigarla olvidándose de ella y relegándola a  las habitaciones de palacio, por su osadía de no obedecer. ¡Una mujer que toma sus propias decisiones! ¿Cómo se atreve?

Entonces al rey se le ocurre la poco original idea de hacer que le manden, de todos los rincones de su vasto imperio, las vírgenes más bellas. ¡Ojo, vírgenes! No sea que puedan comparar y el monarca se sienta poca cosa. Ellas se presentan al rey, él las prueba y luego pasan al harén. Después de metido, nada de lo prometido.

En esto que el tal Mardoqueo tiene una sobrina llamada Ester. Ojo, el nombre parece provenir de la diosa Istar o Astarté, antigua divinidad femenina mesopotámica, nombre quizá dado para ocultar su origen hebreo. La tal Ester es un bellezón y Mardoqueo la envía al rey prohibiéndole a la sobrina que diga nada de su origen étnico. Total que la moza triunfa como la coca-cola y al rey le gusta tanto que acaba coronándola como reina. Esta se libra de ser concubina, palabra "fisna" que quiere decir puta.

El rey Asuero y la reina Ester

Total que Mardoqueo, funcionario real y tío en secreto de la reina consorte, tiene la chulería de no postrarse ante el gobernador Amán. Amán, por lo que cuentan, era un macedonio que hacía de gobernador del rey. Amán pregunta por qué Mardoqueo no obedece las normas del rey y le cuentan que porque pertenece al pueblo judío, que es un pueblo que no se mezcla con los demás. Entonces Amán, viendo un peligro en este pueblo, ya que no reconocen la autoridad tan facilmente, manda una orden a todos los confines del imperio para que el pueblo judío sea aniquilado. Una bestialidad, sí, pero ya veréis, ya.

Mardoqueo, a la puerta de palacio, pasa de Amán y este se mosquea

Mardoqueo implora a su sobrina que se haga valer al rey para que pare esa orden. Ester ayuna y está al borde del desmayo. Se presenta a Asuero y pierde el conocimiento delante de él. El, temeroso de perderla, se tira tres días que no vive. Ester le pide montar un banquete en el que invitar a Amán.

Ester haciendo teatro ante el rey

Mientras, el rey Asuero, inquieto por la reina que lo tiene encoñado, al no poder dormir, pide que le lean las crónicas de su reinado y le recuerdan como Mardoqueo impidió un atentado contra él, así que manda al gobernador Amán que lo agasaje, cosa que a Amán, aunque obedece, no le hace ninguna gracia.

Se da el banquete de la reina y Asuero pregunta a Ester qué es lo que desea, y ella, en plan diva de melodrama, pide que la salve a ella y a su pueblo del fin al que los condenan. El rey, claro, dice que sí y que quién ha mandado matarlos. Ella señala a Amán llamándolo malvado y enemigo. Al pobre Amán lo cuelgan. Hay que decir en su defensa que él había obedecido al rey en todo. El mismo rey Asuero había dado la orden de aniquilación. Como muchos jefes, las culpas caen sobre los subalternos. ¿Os habéis fijado? Vasti es castigada por no obedecer, como es su obligación por ser mujer y Amán por obedecer. ¿Cuál es, entonces, la moraleja? ¿Aléjate de los jefes caprichosos que están encoñados?

Amán, pagando los platos rotos

Con Amán en la horca, Ester consigue que Asuero firme la contraorden de aniquilar al pueblo judío, cosa que está muy bien, pero ahora veréis la curiosa contrapartida hebrea. Porque a ellos no les dolieron prendas el cometer una masacre contra otras etnias del mismo reino, así está escrito: "Los judíos hirieron a espada a todos sus enemigos, los mataron y los hicieron perecer, y trataron como quisieron a los que les eran hostiles. En Susa, la capital, mataron los judíos, haciéndolos perecer, a quinientos hombres, y degollaron a Dalfon, Asfata, Porata, Adalía, Aridata, y Baizata, los diez hijos de Amán, hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos; pero estos no se dieron al pillaje". Pues sólo les faltó esto, después de la matanza.

Aún Asuero, todo encoñado, le contó a Ester lo que había pasado y le preguntó a su reina qué más deseaba. Ella tuvo el antojo de que se ahorcara a los hijos de Amán además de que se permitiese seguir con la matanza. Murieron otros trescientos. Así, los judíos, desde ese día que mataron a decenas de miles, celebran la fiesta del "purim"(Pur es suerte).

Total que las presuntas víctimas de una ley que tenía el beneplácito del rey Asuero transmutó en que estas víctimas se convirtieran en verdugos y ellos, sin sonrojo, mataran a decenas de miles de personas y lo celebren alegremente. Todo porque el rey estaba encoñado con aquella moza, reina de la belleza, que había conseguido perseverar en el lecho real. Y es que el poder del higo (Sykon en griego) es más del que parece. Por eso Ester tiene un libro en la biblia, por el poder de su higo.

Es curioso que quienes escribieron este libro se sientan humildes víctimas, aunque pudieran serlo, y no les tiemble la mano de compasión al contar alegremente el asesinato de decenas de miles de personas, al contrario, lo celebran. Así son los humanos en colectivo, un hatajo de bestias. Da igual que crean en el derecho divino que emana directamente del altísimo, o en el poder de sus armas. La cosa no ha cambiado en miles de años, por desgracia.

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