Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

lunes, 25 de julio de 2016

Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh, ooooh.

Hace varias semanas reservé una habitación en un hostalito de la costa de esos que Tripadvisor pone buena puntuación. Planifiqué un fin de semana en pareja que fuera hotel, paseítos, buena mesa y, sobre todo, playa. Playa para hartarse de arena. Todo estaba genial, hasta que la semana antes el plan romántico se fue al carajo porque se sumó mi cuñada con la sobrina. ¡Al cuerno el plan! Así que de escapada romántica nada, que íbamos en plan familiar. Al menos, las habitaciones estaban separadas una a cada lado del hostal.

Pero éramos pocos y encima se me presentó, con puntualidad británica, la menstruación. Si al menos me quedaba la playa, con el mal cuerpo, la flojera y el temblor de piernas que me sobrevino, estaba en mi mejor momento. Mira que suelo ser irregular siempre, pero no, otra que se quería venir de viaje. Tirada en la toalla, con la tramontana en pleno crecimiento, el mar escupiendo olas y la sobrina, angelico, requiriéndonos para ir al agua a su tía o a mí. A su madre la deja en paz. Y ya se sabe como es la Costa Brava, que las playas caen en picado y de una zancada pasas de tener el agua por el tobillo a no hacer pié. Pues eso, con la niña agarrándose a tu cuello, y la tabla de las Monsters High dándote la paliza de tu vida en todas las partes de tu cuerpo.

Después de un rato en el agua, donde fue el único lugar donde me dio el sol, a pesar de ponerme mortero protección 50, que me convirtió en una gamba cocida al rato, conseguí sacar a la sobrina que se empeñaba en seguir saltando olas a pesar de que le castañeteaban los dientes. Luego de irnos del arenal, con la oposición de la sobrina para ducharnos en el hotel y salir a dar una vuelta a la caída de la tarde, pasamos una buena velada hasta que nos retiramos a dormir.

Playa DESIERTAAAA

Dormir, lo que se dice dormir, a trompicones. El hostal, en pleno centro, daba a calles ruidosas llenas de jóvenes con ansias de vivir, de beber y de dar por el culo con sus graznidos, pero eso no es nada. A las cinco de la mañana se presentan los inquilinos de la habitación de al lado. Una chica les pica en la puerta y dice la terrible frase "vamos a hablar". Y desde entonces, una cháchara intrascendente, que ellos creen al contrario.

Había cuatro en la habitación, dos chicos y dos chicas, aunque una de ellas, por lo visto, más cerca de dormir la mona que de estar consciente sólo respondía que estaba bien cuando, de tanto en tanto, alguno de sus amigos le preguntaba cómo se encontraba. Uno de los chicos, con una penetrante voz de niño pijo era el peor de todos. Llevaba la voz cantante y su tono taladraba los tímpanos, hasta que a las seis de la mañana el tío va y dice:

    - Me voy a dormir.

    - ¡Pues a ver si es verdad y nos dejáis a los demás, que lleváis una hora dándonos el coñazo!- contestó mi novia harta de aquellos pelmazos.

Silencio sepulcral de medio minuto hasta que se oye:

    - ¡Qué maleducada!- Dice el taladrante pelmazo que lleva toda la madrugada hablando a viva voz sin importarle el descanso de sus convecinos.- ¡Pues ahora me voy a poner a follar!

   - ¡A ver si es verdad y te callas un rato cuando acabes!

A la media hora de hacerse este silencio, se olvidaron de él y siguieron dando la murga hasta que acabaron cayendo. Cuando salimos a desayunar a una hora decente, no pude contenerme y cerré de un enérgico portazo. Si ahora iban a dormir, yo también tenía ganas de juerga. Mi cuñada y la sobrina sí que durmieron a pata suelta ya que en su habitación no tenía vistas a la juerga ni vecinos insoportables.

Y volvimos a la playa hasta la hora de comer. Había reservado mesa en un afamado restaurante del pueblo donde hacen buenos arroces y no falta el marisco. El restaurante está bien, pero llevan una desorganización inusitada. Cuando llegamos, la pareja de al lado estaba atacando el segundo plato y cuando acabamos, aún intentaban que alguien les trajera el postre. Con la cuenta no tardaron tanto.

Todo el largo fin de semana, que esperaba que fuera de relax, me cansó bastante. Ir por las calles comerciales de la villa para comprar souvenirs o esperar que mi cuñada curiosee durante eternidades se hace insufrible. Llegué a casa más derrotada que si hubiera salido a correr una maratón. El año que viene ni hablar de salidas en familia, y, por supuesto, pediremos habitaciones insonorizadas. ¡Qué bien en casita, por amor del cielo!

4 comentarios:

chris dijo...

Ay! no sé si reírme o darte "el pésame".... para mí las escapadas de pareja son eso, de pareja... no se admiten acompañantes... de hecho no suelo mezclar pareja con familia en absoluto para evitar esa confianza que acaba dando asco...

Por qué no llamasteis a recepción para quejaros de los de la habitación de al lado? Se supone que deben velar por el sueño de sus clientes. Y sobre la menstruación, mejor ni comento porque sólo eso ya jode un finde romántico... Espero que podáis hacer otra escapada pronto y con mejor fortuna...

PD Te imagino gamba total jajajajaja

Emilio Manuel dijo...

Mira bonita, en mi tierra se dice "éramos pocos y pario la abuela". Es cuestión de tomar otro fin de semana y olvidar lo vivido.

Besos

Crónicas de una española en Viena dijo...

uf , qué pesadilla.
Gracias por pasarte por mi blog.
Un abrazo.

Robin dijo...

Ay de verdad qué bueno. Las escapadas mejor en secreto...!!!!