Manuel y Clemente. Dos pícaros que se codean con Dios

Esta semana se publica en zinéfilas un post sobre una peli que, si bien no es una joya cinematográfica, es una sátira mordaz sobre algo que se toman muy en serio en un pueblo sevillano llamado El Palmar de Troya. La historia de unas videncias marianas, el cuento que le echan los videntes y el oportunismo de uno de ellos autonombrándose papa, y es que la picaresca es algo tan celtibérico que no sólo lo podéis encontrar en la literatura del siglo XVII, los pícaros hacen fortuna autoerigiéndose papas, recalificando terrenos como concejal de urbanismo o confeccionando una contabilidad de B.

Manuel y Clemente hablando por la virgen


Y esto es lo que cuenta la peli de 1986 llamada "Manuel y Clemente", la historia de como esta pareja para todo consigue hacerse una iglesia católica a medida donde santifican a Franco y a Hitler. A Escrivá de Balaguer la tienen las dos iglesias, pero los palmarianos fueron los primeros. Tanto es así que en la cúpula de su suntuosa catedral tienen una estátua del general gallego que convirtió a España en un cuartel durante 40 años.

Franco (Izquierda) en el Palmar

Juan Jesús Valverde y Ángel de Andrés López llevan el peso de los dos personajes del título. Manuel (Valverde) es el hombre de negocios, el cerebro. Clemente (de Andrés jr.) es el hombre simple e infantil que tiene las visiones y se convierte en Papa.

Pareja fiel

La cinta se ríe del teatro de las videntes, de las beatonas que pretenden ganarse el cielo inflando de pasta a los videntes, pero que son malas cristianas, en el fondo y de todo un poco, en general. Cuenta de manera muy gráfica como estos dos tipos unidos a algunos avispados que ven negocio en el tema, prosperan de una manera inusitada.

Las videntes teatreras no podrían ser papa.


Quizá sea una peli poco conocida porque el poder es muy influyente, pero sirve para despojar de tabúes a la iglesia, tanto la oficial como la palmariana, que, por cierto, si os atrevéis a verla, que sepáis que seréis excomulgados. Ya sólo por esto, merece la pena.