He estado una semana de vacaciones y me siento más cansada que antes de irme. Estamos en pleno cambio de piso y he aprovechado para hacer preparativos. No me puedo quejar porque es mi pareja, y no yo, la que se está comiendo la mayoría de los daños colaterales del traslado, pero no por eso deja de ser un latazo.
Estuvimos a punto de pasar cuatro días en mi tierra pero entre unas cosas y otras, decidimos posponer el viaje, sobre todo porque me hubiera dado una envidia infinita el no poder salir en las fiestas del pueblo y es que tengo nostalgia de aquello pero es imposible regresar a hace veinticinco años. ¡Ay, ojalá!
Retomando el tema. Estoy hecha un trapo. Tengo sueño porque esta semana entro a una hora muy temprana y mi cuerpo se está quedando sin energía. Me da que no voy a poder aguantar este tren de vida laboral por mucho más tiempo. Me tengo que plantear un cambio de costumbres.
Me estoy leyendo y doy mucha pena. Lo digo , aparte de por el todo lastimero, por lo cutre que me está quedando este escrito de autorreflexión.
En fin, amigos, ya vendrán tiempos mejores y escritos de mayor nivel. Saludos.
4 comentarios:
Yo no digo ná, lo has dicho tu tó.
Saludos tía, pero como sigas así la espichas.
Puedes conseguir una baja por long covid. Sé de casos. Perseveran.
Ánimo! Siempre serán mejores unos días de descanso en tu casa, aunque sea de reformas y arreglos, que unos días de trabajo. Yo también me cogí una semana de vacaciones y... Está visto que al pueblo llano no va a poder cogerse unas vacaciones siquiera dignas. El caos y la acumulación del trabajo hacen que me acuerde de los familiares de los jefes (que suelen ser casi todos) y de aquellas maravillosas vacaciones de 15 días o un mes que, ay, ya no volverán. Y eso que decían que la informatización y las tecnologías nos iban a hacer la vida más fácil. Qué ingenuos hemos sido siempre!
Ay amiga, ¿lo del incendio qué? Espero que estéis bien...
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