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miércoles, 20 de octubre de 2021

Pscheudónimos

 El otro día se falló el premio Planeta. Un millonazo para la ganadora...¿O son los ganadores? Y ahí está la polémica de un premio que parece que estén dando los Óscar. La misteriosa mujer que había escrito tres novelas policíacas sobre la inspectora Elena Blanco, una niña bien que se dedica a beber grappa, cantar por Mina y tirarse a conductores de todo terrenos en oscuros párkings como penitencia por la pérdida de su hijo y posterior destrucción de su matrimonio. 

¿Qué se celebra, el Planeta o los Óscar?

Ya me parecía a mí raro que una mujer con este estilo de vida fuera producto de la mente de una misteriosa señora de mediana edad con un anodino curro meramente alimenticio. Tres historias tan escabrosas no parecían producto de una mujer. No porque no sea capaz de crearla, sino porque el discurso de una mujer no suele tirar por ese lado, hablando siempre con las estadísticas en la mano y con el cálculo de probabilidades en la mente. Además, leyendo las salvajadas escritas en, sobre todo, su tercera obra, cuesta creer que una mujer sea capaz de escribir sobre ciertos temas tan desagradables. Claro, si lo publicaba un hombre sería mirado con lupa, pero si era una mujer...Eso ya me cabrea un poco, la verdad.

Y se descubrió el pastel. Tres varones detrás de una fémina porque ya se sabe que, volviendo a la estadística, la mayoría del público lector es mujer. Las mujeres leen. Las mujeres compran libros. Ojo, que parece que la literatura meramente femenina sea más intimista. No estoy diciendo nada de eso. 

Los seudónimos en masculino los utilizaban las escritoras para que sus obras no fueran menospreciadas. Desde George Sand y Fernán Caballero a Víctor Català. Todas escribían con nombre de varón para no convertirse en invisibles fruto del menosprecio masculino. Había quien escribía y su marido se agenciaba la autoría, como María Lejárraga, cuyo esposo, Gregorio Martínez Sierra, firmaba sus obras y las cobraba. Ahora ha dado la vuelta y parece que ocurra al revés, aunque no se puede comparar. Los hombres no han sufrido censuras ni menosprecios pero ahora quizá no vendan tanto porque quien compra es mujer y hay que usar otras estrategias de venta.  Es pura y llanamente capitalismo en la  cultura. Ventas. La literatura también se vende al mejor postor, por eso venden más algunos periodistas que salen en la tele que nuevos novelistas desconocidos cuyos relatos no pasan el corte porque, aunque sea de calidad, quizá no sea buena inversión y no de pasta.

Dejando las campañas de ventas aparte, el libro ganador del premio Planeta de la tal Carmen Mola, desconozco de qué va y, de momento, voy a seguir ignorándolo. Dicen que va a sacar una cuarta novela de la inspectora Elena Blanco ¿Pero no había dejado la policía? En fin, cosas de lo que nos ponen las editoriales para consumir a lo bestia. 

1 comentario:

Emilio Manuel dijo...

He leído las tres novelas de Carmen Mola, si no recuerdo mal, desde la primera "la novia gitana" ya escuchaba que detrás del nombre de la autora había otra persona, lo que no había escuchado es que eran tres. Normalmente cuando leo me centro en el libro, en la historia, en el dibujo de los personajes, que lo haga un autor/a o veintiuno/a me da igual, yo a lo mío, la lectura, una veces de entretenimiento, otras más densas y más formativa.

Saludos