Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

miércoles, 12 de junio de 2019

Te conozco

A mí no me engañas, Baldomero. Te conozco desde que éramos mocitos y pasábamos hambre esperando que nos dieran de comer en el auxilio social. Tú no ibas para cura ni yo iba para monja. Nos metieron la vocación en el cuerpo a base de cucharadas de lentejas. Bueno, vocación, más bien poca, la verdad. No nos vayamos a engañar, que nos conocemos.

Somos del mismo barrio y hemos jugado juntos. Hasta fuimos  a aquellas escuelas con la misma maestra que nos enseñaba con tanto cariño. La maestra me quería mucho y me daba libros para leer, ya lo sabes porque tú también eras un alumno aventajado, pero yo era más lista. La primera de la clase. Doña Adela, que así se llamaba nuestra maestra, no te habrás olvidado de ella, me decía que llegaría lejos, que podría estudiar becada, que las mujeres podíamos ser lo que quisiéramos...Hasta que vino la guerra y todo se fue al traste. La posguerra se tradujo en hambre, miseria, muerte y desapariciones. Primero, la de doña Adela, que fue lo bastante lista como para huir a tiempo, luego la de mi futuro, que me quedé sin padres, sin becas, sin posibilidad de estudiar y sin nadie que me apoyara. Bastante tenía mi madre con sobrevivir en la cárcel mientras mi padre reposa sus huesos a saber en qué cuneta. Así que me quedé con las monjas porque no tenía otro lugar donde ir. Y aquí te encuentro, Baldomero, hecho un señor vicario de la diócesis, tú que no creías ni en Dios ni en amo.

No sé qué camino te ha traído aquí, Baldomero, pero a mí no me engañas. Tú, hijo de perdedores, te fuiste con los curas porque eras tan pobre como yo y esta era la única manera de acceder a la educación para los proletarios ¿Te acuerdas cuando éramos los niños de los proletarios? ¡Mírate ahora! Luces anillo y buena ropa, aunque sea talar. Y te conozco, Baldomero. Te he conocido siempre. Yo era más aplicada que tú, pero en este país donde ser mujer es un pecado, tú, Baldomero, sólo por ser hombre lo tuviste mucho más fácil.


Visita a las monjitas.

Y ahora te encuentro aquí, en las cocinas de este convento. Me has reconocido a pesar de los años, pero intentas disimular la sorpresa. te haces el interesante y finges no conocerme. Predicas la humildad pero siempre fuiste un engreído. Buena ropa de vicario, tú, que vestíamos ropas aprovechadas de nuestros hermanos mayores. Ya me ves, Baldomero, aunque te hagas el huidizo. Soy yo, tu compañera de juegos de la infancia, vestida de hábito, harta  de la hipocresía, la falsa modestia de esta sociedad mojigata e inmisericorde. Ambos somos supervivientes, Baldomero. Yo lo sé y tú lo sabes. Sobrevivimos rodeados de falsas apariencias fingiendo algo que no somos, aún serás capaz de ignorarme cuando te sirva el chocolatito con melindros, porque para eso estoy aquí, Baldomero.

2 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Una bonita -jodida- historia real. Son historias que se las llevará el tiempo como se llevó la lluvia aquellas lágrimas en la escena final de Blade Runner.

Saludos

dintel dijo...

Podría ser el guión de una peli.