Navidad hogareña

Estamos en esa época del calendario que la tradición cristiana llama "adviento", que son las semanas anteriores a la navidad, fechas en las que los centros comerciales se apresuran a poner lucecicas y a publicitarse como si no hubiera otro objetivo en su vida. Son por cosas como estas en que la gente se divide en dos: La que se alegra con las lucecicas y el entorno de musical de los villancicos y la que siente una indiferencia, cuando no visceral rechazo, a todas estas señales navideñas.

Desenreda las luces, si eres capaz

Yo, que soy de natural vaga, pertenezco a la categoría "la navidad me da tan igual que no me siento feliz por ver cuatro bombillicas titilantes" y que no movería un dedo de mi sofá por poner un belén con su rey mago chino, convivo con una persona categoría " el espíritu navideño me posee y soy feliz poniéndole bolicas a un árbol", así que, como sigo siendo vaga, me lleno de buena voluntad ovina y agarro la escalera de mano para alcanzar el gélido altillo que comunica con el tejado sin aislantes, con lo cual, la sensación térmica de cintura para arriba es de congelador de buque bacaladero noruego.

Mi rey mago de la dinastía Ming

El altillo, abierto para alcanzar las cajas donde las figuritas del belén viven en una orgía sin fin y el abeto de plástico duerme desmembrado, da al tejado comunitario y de él llegan inconfundibles aromas de la cosecha cannábica del otoño pasado. Es indudable que los recortes en ayudas sociales para la integración, PIRMIS y becas de comedor escolar conllevan a la generación de otras industrias con las que hacer dinero y vivir sin doblar el lomo, cosa que ya de por sí, es difícil ante el elevado nivel de desempleo existente.

árbol del vecindario

Espero poder bajar las cajas por el hueco de la escalera de mano sin marearme demasiado. ¿Por qué me apetece escuchar villancicos a ritmo de reggae?