Gestión de la crisis

A pesar del título no voy a hablar de la crisis económica, sino de la producida a raíz del atentado a la revista humorística "Charlie Hebdo". El hecho, al igual que dije ayer, es lamentable, pero algunos le están sacando un rendimiento que da miedo. Intento explicarme.

Concentración de protesta por el atentado

No es normal que, después de un atentado tan grave, el ministro de asuntos exteriores de España saliera en algún telediario para hablarnos del nivel de alerta que tenemos por posible atentado terrorista. Al menos, cosa increíble en un miembro del PP, al sacar a colación el atentado del 11M, con cierta impúdica mención a ser el atentado más grave sufrido en Europa (Ojiplática me quedé al oírlo) , no acabó atribuyendo la autoría a ETA (m), al contrario que Acebes.

Los medios han conectado continuamente con París para ofrecernos cuantiosa información sobre el tiroteo a la revista. Una vez identificados los dos terroristas, hermanos, como los Tsarnaev del de Boston, del que ahora se celebra el juicio, nos han diseccionado su currículum vitae.

Ataques a mezquitas respondiendo al atentado

De la misma manera que una golondrina no hace verano, el que dos descerebrados intoxicados por el opio del pueblo takfirí (Deberían empezar a aprender lo que significa) se dediquen a tirotear a humoristas gráficos sólo porque no les gustan sus chistes no significa que todo musulmán que se precie de serlo esté a favor de la "muerte al infiel", pero tal y como se está llevando a la opinión pública la historia sobre el asalto con asesinato, parece que vayamos a acabar aún peor.

Dos asesinos tiroteando a un poli musulmán en París

A alguien le interesa que nosotros, la parte de abajo de la pirámide social, nos zurremos entre nosotros y, si por desgracia, la tercera guerra mundial que se está fomentando, llega a eclosionar, seamos la carne de cañón que muere por unos ideales que se traducen en beneficios económicos de los instigadores. Y ahora la reflexión.

Se dice que muchos jóvenes franceses, hijos y nietos de inmigrados, sobre todo argelinos, que viven en barrios conflictivos de París, Lyon o Marsella, que, descontentos y abúlicos, se dedican a la delincuencia callejera, acaban siendo captados por ojeadores religiosos takfiríes y se refugian en sus brazos con ánimo y fe de conversos. Acaban yendo, como decía antes, a ser la carne de cañón de guerras ajenas, como la de Siria e Irak, guerras que hemos fomentado los occidentales, para quitarnos jefes de Estado díscolos. Después de haber fomentado, con la pasta del aliado saudí, "Estados Islámicos" que luchan contra el coco Bashar al Assad, ahora resulta que se ha vuelto contra nosotros ese ejército al que se ha financiado y armado para derrocar al líder sirio y prorruso.

Bomba a un establecimiento de propietario musulmán, ayer.

Nos están llenando la cabeza de odio y ya empieza a hacer efecto el tolerar los ataques a los otros, a los enemigos irreconciliables, el verlos monstruos, el deshumanizarlos, el atrincherarse en una dignidad mancillada para justificar la agresión "al malo", que es el contrario. Y en eso estamos. Ya va varias veces que un atentado de un "desgraciao", pero criminal, se convierte en el todo por la parte, y cada vez la bola es más grande.

Los ataques a lugares de culto musulmán o directamente, a negocios magrebíes como reacción a los asesinatos de los trabajadores de "Charlie Hebdo" no han tardado. Se publicitan lo justo, no demasiado, una pequeña nota de prensa relacionada con la gran noticia. Ahora, el mensaje recibido tendrá otra respuesta contundente yde aquí a que el mal sea imparable poco hay.

Abramos los ojos, que quienes gestionan esta crisis se están frotando las manos pensando en el beneficioso futuro postbélico del que estarán bien alejados física, pero no moralmente.