Esto de trabajar de tardes hace que las mañanas sean muy tranquilitas refugiada en el calor del hogar. Excepto por una cosa. Los desalmados que tengo como vecinos del primero ya han vuelto a dejar al perro fuera y no están en casa porque llevo una hora oyendo ladrar al chucho y de vez en cuando oigo como abre la desvencijada puerta del portal con la cabeza. No entiendo que si les gustan tanto los animales, los dejen sueltos. Si tanto les apasionan, que se compren unas tortugas, que son más fáciles de cuidar. Desde luego, entre el chucho canelo ladrando y aullando, esperando en vano que le abran la puerta y la gata en celo que maulla por las noches esperando no tan en vano un poco de actividad sexual, no hay dios que tenga un poco de tranquilidad en esta puta escalera.
Me voy a comprar un gallo.
Asalto al banco central
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El verano se presta a la siesta y a maratones de series que uno se perdió
en su día y se devoran casi del tirón, como esta. Estrenada en noviembre
del 24,...
Hace 8 horas
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