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Tmeo, la mejor revista de humor

jueves, 10 de mayo de 2012

Las monturas revolucionarias

No, no voy a hablar de las estructuras de diversos materiales sobre las que van sujetas las lentes correctoras, ni voy a hablar de las gafas de Trotsky, aquél ideólogo comunista que murió en México a los cincuenta años y pico (Vale, este último es un chiste macabro), pero sí que tiene relación con estos Estados Unidos Mexicanos. Hace cien años México vivía una época convulsa en la que se sucedían gobiernos muy rápidamente. Primero fue Francisco Madero que  expulsó al dictador Porfirio Díaz, que se exilió en los EEUU, y a Madero lo largó el general Huertas. Bueno, cuando digo "largarlo" habría que precisar que fue al otro barrio. La situación del gobierno de México durante la segunda década del siglo XX era convulsa a más no poder. Para aderezarlo, los EEUU, como siempre, que miraba por sus intereses, y cuando digo intereses digo esquilmar las materias primas de terceros países a base de aplicar la doctrina Monroe de una forma muy particular, deciden meter las narices en su país vecino.

Villa montando a Siete Leguas.

Es un tema muy complejo para dar cuatro pinceladas en el blog, pero creo que para crear ambiente, no está mal. Mientras se sucedían los gobiernos a punta de pistola en DF, mucha gente del norte y del sur (México es muy grande y muy diverso) empezaba a reclamar cosas, como por ejemplo tierra de cultivo, y es que los tipos "duquesa de Alba" contra los jornaleros no sólo se da en España. Así en el sur, en el estado de Morelos, un joven llamado Emiliano Zapata reclamaba un reparto justo de la tierra. Zapata tuvo cierta suerte, ya que, a pesar de ser hijo de una modesta familia campesina, pudo acceder a la cultura de la mano de un profesor que había sido soldado juarista. (Juárez se merece un post "currao" un día de estos)

Zapata sobre el As de Oros.

Mientras en el sur Zapata reclamaba la tierra para el campesinado, y la única baza eran las armas porque el gobierno los traicionaba, en el norte apareció en la misma época otro arriesgado hombre bautizado como Doroteo Arango, pero mundialmente famoso por su sobrenombre, que no es otro que Pancho Villa, tomó las armas. Pancho Villa, también nacido en una pobre familia, no pudo acceder a la educación hasta que alcanzó una edad provecta. Se vio obligado a ejercer de bandolero siendo muy joven, ya que tuvo que huir de la casa de su patrón. El patrón de los huérfanos Arango (Ese es el verdadero apellido de Villa, insisto) violó a la hermana mayor de Doroteo, y este, le metió cuatro tiros al agresor sexual, claro que, como no quería acabar encerrado, hubo de largarse. Un jefe de bandoleros lo prohijó y cuando este fue asesinado en una refriega, Villa tomó el mando y el nombre por el que se le conoce. Aprendió a leer entre alguna estancia en la cárcel y algún maderista que le instruyó en política, y así Villa, tomó partido en la convulsa década revolucionaria.

Y ahora, después de todo el latazo que os he dado voy a por el tema de fondo. Pocos conflictos bélicos han dado lugar a tanta producción de cantares de guerra. Puede ser que la revolución mexicana haya sido la confrontación armada más cantada que haya habido en el mundo, o, al menos, sus rancheras y corridos son los más famosos y populares. Hay miles de canciones dedicados a esta época de la historia mexicana. Famosas son Carabina 30-30, la Cucaracha, Adelita, el famoso Persecución de Villa (También conocida como México, febrero, 23) o Traiciones políticas. Además, dos de sus líderes más populares como son Pancho Villa (Doroteo Arango) y Emiliano Zapata, sus héroes más recordados tienen dedicadas a su memoria canciones como El centauro del norte (Villa) o el general Emiliano Zapata. Respecto a Pancho Villa, el centauro del norte, llamado así por ser un experto jinete, hasta su cuadrúpedo más famoso tiene más de una tonada a su memoria en la que se funden verdad y leyenda. Po cierto que este equino, llamado el Siete Leguas era, en realidad una yegua, y no un caballo, a pesar de que nos lo travistan tanto.



El cuadrúpedo del caudillo del sur, Emiliano Zapata, se llamaba As de Oros. Dice la leyenda que cuando cayó abatido Zapata en 1920, el caballo corrió sin rumbo hasta que un militar lo atrapó y lo regaló a un familiar. La silla de montar pasó de mano en mano (Quizá fuera mejor decir de culo en culo) hasta que recaló en una ex-actriz (Sasha Montenegro, nacida Aleksandra Asimovic Popovich, de origen montenegrino) viuda de José López Portillo, expresidente de México. Ella lo donó hace unos años al museo de la revolución del sur, en Tlaltizapán, estado de Morelos.





En una época en que el caballo era el medio de transporte más habitual, y en conflictos armados, aún en mayor medida, no era extraño encontrarse canciones dedicadas a los amados anmales a los que muchas veces se debía la vida. Caballo prieto azabache es un claro ejemplo. Toda una elegía a un noble bruto que salva a su jinete de una inminente ejecución, animal al que el propio Villa echa el ojo si escuchamos la letra.



Tanto Villa como Zapata acabaron asesinados de una manera bastante fea, pero en la memoria del pueblo mexicano (Y de los que no lo son, pero los conocen) son recordados muchas veces en las canciones revolucionarias, y sus monturas, también.

2 comentarios:

El Chouan Ibérico dijo...

Magnífico artículo (no me gusta la palabra post)y ya que menciona textualmente que Juarez merece un post "currao", lo espero con impaciencia seguramente para polemizar un poco con usted.

De momento, me gustaría instarla a que hiciera un artículo sobre la Revolución Mexicana y los Corridos puesto que si entendemos por "Revolución Mexicana" el periodo comprendido entre 1910 y 1940 resulta que es una época muy interesante entre otras materias en la político-musical.

De todas formas... La "Revolución Mexicana", ese México Insurgente que escribiría John Reed... ¡¡¡Que pena!!!. Tanta sangre, tanto valor, tanto sacrificio para que nada cambiara y los de siempre quedarán encima.

Salud y Fraternidad

mariajesusparadela dijo...

El pico no le haría a él demasiada gracia...
Y fíjate, esos mexicanos, con tanta nobleza entre las piernas...