Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

jueves, 26 de noviembre de 2020

El mito

 La muerte provoca la creación del mito más allá de lo que pudiera haber sido en su peregrinar por este valle de lágrimas. Y aunque Diego Armando Maradona ya fuera un personaje adorado en vida con una iglesia propia que lo deificaba, su pronta desaparición va a multiplicar su aura, por si no la tenía ya suficientemente glorificada.

Maradona pudo haber sido un juguete roto como Garrincha, pero era demasiado venerado para ello. El haber sido un niño de barrio humilde catapultado al fútbol bien pagado y de ahí poder tener al alcance de su mano y de otros apéndices corporales todo lo que se le antojara quizá no ha propiciado más que la aceleración de su defunción. Ayer, cuando saltó la noticia de su desaparición a media tarde, hora local, imaginé que ya no habría noticias de coronavirus sino del barrilete cósmico. Y eso que no vivo en Argentina, que si no...

Una imagen que tiene mucha miga.

Capilla ardiente en la casa rosada por el que desfilan argentinos compungidos, tres días de luto oficial, banderas a media asta hasta en el Camp Nou, y llantos en Nápoles. Si Diego era su Dios en vida, no me lo puedo imaginar mitificado una vez finado.

Argentina llora, aunque menos que con Quino o con Marcos Mundstock, vaya racha que lleva el país austral. Maradona era un hombre. Sí, jugaba muy bien al fútbol, pero tenía otras facetas nada loables que hoy todo el mundo calla por respeto, cosa que lo mitificará más.

La consolidación de un mito que ya era mito en vida. No hay más que ver la exagerada  reacción  mundial de su desaparición. Descanse en paz.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Cuñas publicitarias

Suelo escuchar la radio en el coche cuando voy a trabajar y siempre, siempre, acaban saliendo las cuñas publicitarias. La palma se la llevan, por supuesto, un par de empresas de esas que reparte seguridad infundiendo un miedo atroz primero. Es decir, a la gente se le vende un producto creado a partir de un bombardeo masivo de miedo e inseguridad. Inseguridad ciudadana de esa que estaba tan en boga hará unos 40 años, cuando todo eran yonkis, navajeros atracadores y tirones de bolso en la época del pico de heroína en aquellsos años en que gobernaba un señor con nombre de aeropuerto.

Ahora ya no es inseguridad en al calle, sino inseguridad en las casas. Te venden alarmas de esas que avisan a la policía cuando te han entrado a casa. Lo gracioso es que te las venden como si eso arreglara algo. Hasta que la patrulla llegue, te han robado y hasta te pudieran haber dado una paliza si te pillan dentro. ¿Venden seguridad? Trabajé durante muchos años en instalaciones deportivas que contaban con la seguridad de esa famosa empresa. Alguna vez algún diligente compañero nos había cerrado la puerta de acceso al lugar desde el cual se desactivaba la alarma y estaba el teléfono al que llamaban desde Madrid. La policía aparecía cuando ya habíamos conseguido entrar,  abrir la instalación, sacado el limpiapiscinas del fondo de la misma, y casi, casi, hasta haber hecho la pausa para el bocadillo. La eficacia era maravillosa. 

La central de alarmas, reventada. Mucha eficacia no vende.

Recuerdo haber llegado a una instalación un domingo por la mañana y haber encontrado la central de alarmas destrozada por un bate de béisbol y la caja fuerte donde se guardaba la magra recaudación del polideportivo del barrio arrancada de cuajo y vacía, por supuesto. Cada vez  que oigo las cuñas publicitarias y lo seguros que se sienten los vecinos con su vigilancia me entra la risa. No lo puedo remediar.

Otra cosa ¿Os habéis fijado que desde lo de la pandemia las empresas de seguros privados tipo Adeslas, Sanitas, y demás mandanga de capital fundamentalmente norteamericano están venga a dar la chapa por la tele? A río revuelto, ganancia de pescadores que enfangan más con sus botas de goma. Otro ataque a la sanidad pública sin el amparo de la autoridad pública.



domingo, 8 de noviembre de 2020

Abascal no sabe inglés (Sobre un bulo que corre por internet)

 No quiero hacer publicidad del maligno Abascal, ese amiguete del zafio Trump. Corre por la red un bulo sobre un tuit de Abascal que, una vez más, no es cierto, pero podría serlo. Y aunque es una burda trola, vamos a jugar un poco con ella. No es la primera vez que este indivíduo que pasea por la derecha más reaccionaria da soporte al millonario chulo y perdedor yankee. Bien pudiera haber sido un lapsus cálami. En esta ocasión, repito, falsa, Abascal habría copiado el tuit de Trump y no habría pedido parar el recuento sino otra cosa, que, bien mirado, en Abascal pudiera tener todo el sentido.

Parad el coño.

En esta fábula Abascal no pide que se deje de contar, como hace Trump, ese ceporro que se lleva su scattergories porque no aceptan pulpo como animal de compañía, es decir, que los votos por correo sean para el otro viejo blanco rico y facha que no es él. No, lo que pide Abascal es que paren el coño. Así, como lo leéis. El cunt, el coño. Sí, ya sabemos que Abascal es un varón blanco, facha, supremacista, y, por supuesto, misógino. Odia tanto a las mujeres, sobre todo si piden igualdad, que niega que existan atrocidades como el maltrato de género. No hace falta que sean feministas. Él las considera menos.

Marcando pezonera

Pero, claro, esto nos lleva a pensar en ese tipo de hombres que enarbolan la superioridad sobre las mujeres de todas de las maneras porque nunca han contado con ellas en ningún ámbito de la vida. Así lo determinó la cultura capitalista que es supremacista, blanca, masculina y heterosexual. Y de ahí,  con esas poses tan sospechosas de algunos que prefieren la camaradería viril, el juntarse con hombres, en admirar los envases de testosterona refiriéndose a la valentía y en creer que ser hombre es lo más, demuestra que este lapsus (Aunque no olvidemos que es un fake, hagamos esta reflexión irónica) viene propiciado por un homoerotismo exacerbado. 

Tipos a los  que les gusta llevar marciales camisetas del ejército, nada más recio y viril, y marcar bíceps y pecholobo en camisetas prietas que insinúan pezones duros, quizá vuelvan a hacernos pensar en todos esos insospechados varones que subliman la masculinidad y denostan la feminidad porque, en el fondo, lo que les pone es un buen macho.  Me estoy dejando llevar por una idea muy antigua que no tiene por qué ser este caso en cuestión, pero una cosa me ha llevado a la otra. Algún psicólogo con sentido del humor nos lo debería explicar mejor. Es algo muy curioso que muchos enconados heterosexuales y gran parte de la comunidad gay masculina tienen tanto en común, y no, no es la misoginia, sino el encontrar en sus iguales todo el placer y el gusto de rozarse en camaradería.

Ya perdonaréis que haga de un bulo toda una llamada de atención sobre ese machismo hetero que tiene tanto en común con la misoginia de cierta parte de los varones homosexuales, pero una no es de piedra y, aunque me resisto de hablar de este tipo de políticos rancios, de vez en cuando, caigo.




miércoles, 4 de noviembre de 2020

Fiesta mayor en la metrópoli

 Las colonias recibimos ingentes cantidades de información sobre las elecciones de la metrópoli. Dos candidatos: Uno, un sociópata ególatra, el otro, un burócrata canino con piel de cordero. ¿Cuál es la diferencia? Ah, pero, ¿La hay? Gane quien gane la política de la metrópoli será la misma. Sólo cambiará el descaro a la hora de perpetrar su política, tanto interior como exterior.

Cuando los medios hablan de voto hispano, no saben la diferencia entre ser cubano o mexicano.

Ni los hagiógrafos de Obama, ese premio Nobel por la jeta postulante a santo, pueden olvidar que, a pesar de demócrata (Que viene a significar centro-derecha) tiene en su cuenta unos cuantos conflictos bélicos con muertos. El tal Biden no va a ser presidente si es que llega a ello. Y digo esto porque el psicópata de Trump ya está haciendo llamamientos solapados a los ultras kukuxklaneros y similares para que la líen si pierde por culpa de los votos por correo. 

Tanta expectación, noticias y enviados especiales para que nos digan que ha ganado la derecha en los EEUU. ¡Qué pereza de gente!