La personificación del mal

Ante las muestras de júbilo vistas en medio mundo por el asesinato de Osama Bin Laden, hay cosas que me preocupan demasiado. Primero es que mi padre me inculcó que no había que alegrarse del fallecimiento de nadie, aunque fuera una persona malvada. Yo no voy a hacer una apología de Ben Laden, porque es un tipo que vivió de, por y para la violencia, gracias, entre otros, a la CIA. Sin embargo me entristece ver y oir ciertas cosas, como por ejemplo los brindis achampanados de los americanos que tienen muchas más cosas de las que preocuparse que si matan a un fulano al que realmente no conocen.

Y ahí está el motivo principal de mi argumento. Una vez leí un manual llamado "Principios elementales de la propaganda de guerra". Un libro excelente, que publicó la editorial hiru, en el que se argumentaba que era necesario personalizar al malvado enemigo. Todos los humanos somos seres capaces de lo peor, pero no podemos odiar “a bulto”. Por eso se personifica al mal. Cuando la primera guerra mundial, la personificación del mal era el káiser Guillermo. Era motivo de caricaturas por parte de los países de la triple entente. Él tenía las culpas de la guerra, sobre todo para los británicos, con cuya casa real estaba emparentado el alemán.

De hecho la esposa del cenizo de Alfonso XIII, como casó 8 años antes de empezar las hostialidades mundiales, llevaba el apellido original Battemberg, apellido que luego sus parientes británicos, creo que Eduardo VII, cambió por Mountbatten, lo mismo, pero anglizado, no sea que se los relacionara con el mal personalizado.

Pasaron otras guerras y otros males y algunos tipos se llevaron la personificación maligna, al igual que Satanás, y así no os costará preguntaros por algunos personajes que se han llevado una fama superior de sus mezquindades que la que fuera realmente. No os costará encontrar ejemplos en cada guerra.

Pues en el caso de Bin Laden es igual, pero lo peor es que gobiernos, organizaciones supraestatales y listillos aparcelados en su poder se atrevan a decir que el mundo es mucho más seguro ahora. ¿Por qué, porque la haya cascado un viejo enfermo? ¿Es que no hay otros con armas por ahí que no puedan hacer cosas peores? O se trata de dar ánimos a la jubilosa borreguería . Hay que ser muy idiota o muy bastardo, o las dos, para soltar memeces semejantes.