La pupas de la playa

Ante la inminente ola de calor sahariano decidimos hacer una escapadita a la playa. A una playa de la costa de Tarragona a pasar el día y "las calores". El agua está fresquita, pero no fría, como acostumbra el Atlántico, que no el Cantábrico, que ese mar sólo existe en nustros mapas y en los libros de texto de la ESO, que así salen nuestros "indolescentes".

Estamos en el agua con las sobrinas. En nuestra zona habremos no más de 30 personas en remojo, cuando de repente noto una aguda picazón fácilmente reconocible. De treinta personas va la p.... medusa y me pica a mí. Grrrr. No fue nada, un ligero roce deun par de centímetros.


Tú la llevas

Otra vez vuelvo a ser la pupas de la casa. Cuando era una niña y me iba con mi familia a Hondarribia a la playa era yo la víctima preferida de los animales. Estaba con mis dos hermanos en el agua tratando de subirnos a la colchoneta y va un sabirón (pez araña) y me clava un aguijón en un dedo del pie. Dolor agudísimo. Salgo del agua y voy hacia mis padres. Mi madre dice que será una concha que se me ha clavado. No sé, a mí me duele un huevo. Y me voy poniendo blanca y me van entrando escalofríos, y tengo un mal cuerpo que...Envenenada que estoy, mi madre decide llevarme al puesto de la cruz roja. Estratégicamente estamos en un punto equidistante entre los dos puestos, y vamos a uno...en el que no hay contraveneno. Me llevan en zodiac al otro. El chico de la cruz roja me deja su chaqueta. Mis dientes castañetean. Llego allá cojeando, el sanitario me pincha el contraveneno. Es la única vez en mi vida que he recibido aliviada una inyección. Salí como nueva.

A la semana siguiente vamos a las rocas de Jaizkibel. Todos en el agua. Marea alta. De repente noto un agudo picor en el codo. Agudísimo. Rozadura de medusas. Cientos de medusas llegan a las rocas. Viscosas y transparentes. Las sacamos con las gafas de bucear y les clavamos agujas de pino y asquerosidades por el estilo. Yo con el codo inflamado lleno de bultitos que escuecen. Ni siquiera hay amoníaco.

Pues eso, que como siempre, la pupas de Juli Gan es la que recibe. La lotería no me tocará, pero los bichos marinos se sienten atraídos por mí. Vamos camino del socorrista para avisarle y unos chavales sacan una medusa enorme de quince centímetros de diámetro transparente con reflejos violetas, una preciosidad, vaya. Ahora el violeta lo tengo yo en la rozadura. Todo se pega.