Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

jueves, 15 de febrero de 2018

El plan

El móvil empezó a agitarse con furia en la mesa llena de papeleo, La pantalla iluminada decía "Víctor". Descolgó con decisión pensando qué querrá este.

  -¿Qué pasa, Víctor?- respondió agachándose para quitarse del campo de visión de la jefa.
  -¡Hola, esclava!
  - ¿Esclava? ¡Nos ha jodido el vividor de rentas!- Respondió con cabreo fingido, una de las pequeñas licencias de una amistad bien fundamentada- ¿Qué coño quieres a las nueve de la mañana? ¡Es pronto para que tú madrugues, vividor!
  - Hay un buen motivo. Este viernes, hacemos una sidrería, que ya vamos tarde. ¿Te apunto?
  - ¡Claro! ¿Que día es el viernes?- miró el calendario con atención y comprobó que ya estaba mediado febrero.-¿Dieciséis, ya? El tiempo vuela. ¿Vamos todos?
 - Casi, Alazne y Gorka tienen a la niña mala y no saldrán.

El viernes


Alazne y Gorka, una pareja más sólida que las del mus, decidieron, después de siglos de vida parejil, formar una familia, Oihane ya debía tener quince meses, pero el invierno, los críos y las guarderías eran más peligrosos que los laboratorios bacteriológicos del ejército norteamericano. Era normal que, de vez en cuando, a las criaturas de corta edad se contagiaran para desesperación parental.

  - Una pena ¿Dónde se queda?
  - A las siete, para el pote previo en el bar de Agus, y una vez allí, reparto vehicular logístico.
  - Roger. Bueno, te dejo, no sea que la bruja de la casita de chocolate me pille hablando por la pata de pollo- Ciao, bello.
  - Hasta el viernes, corazón. A las tres, tu libertad.

Hasta las tres había una insoportable jornada laboral por delante. Menos mal que el viernes pasaría una buena noche junto a su cuadrilla. La cuadrilla era algo sagrado en el entramado social del pueblo vasco, a veces, más importante que la propia familia. Las parejas podían fallar, la cuadrilla, jamás. Traicionar a la cuadrilla era lo más grave que uno podía hacer. Si ella no se era nada. Años y años de reforzada amistad, algunos de ellos desde la cada vez más lejana infancia.

Dio un suspiro hipohuracanado y volvió a la tediosa tarea delante de la pantalla del ordenador. De repente le apeteció queso de Idiazábal con nueces, postre de sidrería. El viernes por la noche iba a estar genial.

1 comentario:

Nosu dijo...

tengo que localizar sidrerías de estas en mis alrededores.....