Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

jueves, 16 de febrero de 2017

Treinta años y un día

Y se acabó. Después de treinta años de matrimonio, con la vida más que gastada, él, un día, después de negarlo sistemáticamente, y haber sido cazado in fraganti con una mujer veinte años más joven, cogió la puerta y se fue.

Para ella, los hijos y sus necesidades; la casa, por el momento; la falta de ingresos porque él siempre quiso que cuidara a los hijos sin tener que trabajar; la depresión, las pastillas, el abandono...Para él, rebelarse contra la cincuentena, la segunda juventud, el quitarse una familia de encima que lo hace sentirse viejo, y las mieles del amor con una mujer recién entrada en la treintena.

Ni ganas de recoger los pedazos de tu alma rota

Él, que se negó a tomarse el día de fiesta en el trabajo cuando su mujer cumplió los cincuenta, ha desaparecido toda una semana para beberse esta nueva luna de miel. Él, que juraba por su honor que a su esposa, pasara lo que pasara, nunca le iba a faltar de nada, porque renunció a su carrera para formar la familia que él quería para criar los hijos que él deseaba tener, ahora, entrega doscientos euros, a regañadientes, para que su aún esposa y sus dos hijos, aún dependientes, coman todo el mes.

Aunque ahora él no coge el teléfono a sus hijos, porque le estorban en su nueva vida juvenil, seguramente no tarde en darse cuenta de que los echa de menos cuando la realidad le abofetee en su cara de viejo y se sienta cansado. Entonces pedirá perdón arrepentido y suplicará a sus hijos que lo quieran, aunque ellos hayan tenido que humillarse y, quizá, dejar los estudios por no poder recibir la ayuda paterna para que él pudiera seguir follando como cuando tenía veinte años, aunque ya no pueda seguir el ritmo que una mujer más joven le pide.

A la mujer abandonada, ni se lo plantea. Treinta años después de una vida en común, la vida familiar que siempre soñó, con su mujercita en casa, a la que nunca le iba a faltar de nada, criando a sus hijos tan deseados, le pesa como un lastre porque sus cincuenta largos le gritan que se está volviendo un viejo y cree que puede contagiarse bebiéndose la juventud de otra mujer más joven.

Después de treinta años él la defraudó y la abandonó y, encima, le negó todo aquello que le prometió. El defraudador adúltero. La vida es un púgil que acaba arrinconándote contra las cuerdas del cuadrilátero y golpeándote con sus crueles puños cargados de realidad. El último asalto es el que más dolerá.

3 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

En la vida de pareja hay dos, personalmente ante estas situaciones, antes de definirme, tengo que oir y preguntar a ambas partes hay veces que las cosas no son como parece, auque en este caso parece que hay un cabrón con pintas.

Anónimo dijo...

Los hombres como los monos, no sueltan una rama hasta tener otra! Y encima lo niegan, es que mienten más que hablan.

Celia dijo...

Típico. No sé qué pasa a esas edades pero la gente como que tiene miedo de perderse algo y luego pasa lo que pasa.
Beso.