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miércoles, 22 de noviembre de 2017

El silencio en Pamplona

No voy a ahondar, otra vez, en el tema de la manada, also known as la piara de cerdos que desprecian la integridad de la mujer, sino de otro crimen, desgraciadamente mortal, que también ocurrió en Pamplona unos años antes.

Homenaje en la plaza del Castillo

Pamplona, 7 de julio de 2008, una estudiante de enfermería coincide con un conocido, médico interno residente, de buena familia opusiana de la ciudad. Se conocen de vista de la Clínica Universitaria. Después de un rato de fiesta, él la invita a su casa, y todo va bien, hasta que al llegar a ella, él se muestra ansiosamente violento. Como el ligue, porque eso era, se está poniendo feo, ella lo recrimina. Le ha roto la ropa y se muestra agresivo. Ella agarra el móvil y marca el 112. Él no puede tolerar que siendo "ese chico bueno" que va para psiquiatra manche su reputación denunciándolo por agresor, así que la golpea y la estrangula. No puede tolerar que esa chavalita se atreva a llamarlo monstruo, así que la silencia para siempre.

Ahí está el cadáver y tiene que deshacerse de él. Aún tiene la cabeza fría para cercenarle el dedo índice con tal de entorpecer su identificación, lo cual, aunque no sirve de gran cosa para el acusado, indica que mutiló a la víctima, además de acabar con su vida.

Hijo de buena familia

Tiró el cuerpo en una zona semiboscosa cerca de Pamplona, pero no le sirvió de nada, pues dieron con él. Sin embargo, el niño rico, de buena familia, con pasta hasta por las orejas, se procuró un buen abogado que consiguió que la indemnización monetaria a la familia de la víctima sirviera como atenuante. Claro, que,si tienes pasta, pagar te hace la vida más cómoda. El abogado consiguió que lo inculparan por homicidio y no asesinato y que sólo le cayeran doce años, de los que ha cumplido la mitad y ahora está en tercer grado, en casa de sus "opuslentos" papás, viendo como acabar con la vida de una chica, a la que pretendía hacer daño, le ha salido prácticamente gratis.

Quizá los cabrones que se atreven a juzgar a las víctimas de violación porque intentan rehacer sus vidas, les parezca que el fin de estas es resistirse hasta morir o morir sin resistirse, pero, ese es su fin, como en una mala novela de siglos pasados. Por eso la iglesia católica hizo santa a una niña italiana de doce años, porque murió fue asesinada por su agresor en plena frustración. Eso es lo preeminente en la cabeza de algunos: Santa María Goretti, santa porque un cabrón violador la mató al no poder follársela, pero no porque ella se resistiera sino porque el agresor tuvo un tremendo gatillazo y cabreado por su impotencia apuñaló a la virgen y mártir.

Documental sobre el crimen de Helena Taberna

La iglesia católica en la que mandan los varones mantiene una idea tan fija como equivocada de la pureza y el martirio y nuestra sociedad implementa unos valores deleznables sobre lo que es una mujer y lo que "se puede hacer con ella". Y es que, lamentablemente, hay mucho violador latente que no dudaría en asaltar a quien fuera si supiera que no iba a recibir castigo.

Poco se habló del crimen contra Nagore Laffage, asesinada en unos sanfermines por un niño bien de buena familia, católica hasta el paroxismo, porque no consiguió consumar el sexo con violencia, como él quería, pero sobre ella y su muerte, todo el silencio del mundo.

2 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Debería de haber más madres como esa que quemó al violador de una niña de 13 años, encima la metieron 5 años en la cárcel.

http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/alicante/2017/11/20/5a12b6d9e5fdeabe758b45dd.html

Nosu dijo...

Yo no sé qué tiene que pasar en la justicia para que cambie algo.
De momento podemos emmpezar a cambiar la educación.
Nunca va a terminar esto... qué barato sale matar a alguien