Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

viernes, 8 de junio de 2012

El circo más alto del mundo

¿Por qué escalar el Everest? Porque está ahí.
George Leigh Mallory.

Hace mucho tiempo que tenía pensado escribir sobre el techo del mundo, desde que en una comida familiar surgió el tema del alpinismo (Mi padre siempre fue un gran aficionado que en su juventud tenía como ídolos a Hillary y Tenzing) y del tema de la zona de la muerte a más de 8000 metros de altura donde el nivel de oxígeno es escaso y cada movimiento que un indivíduo hace, le deja extenuado. Quizá muchos digáis "qué tía más pelma" y no sigáis adelante, pero veréis que intentaré hacer de este ralato algo interesante.

Conocido como Sagarmatha en Nepal y Khomolungma en el Tíbet, el hombre occidental bautizó al pico XV del Himalaya como Everest, en memoria de un agrimensor británico que se dedicaba a tomar mediciones orográficas para su graciosa majestad. Lo llaman "el techo del mundo" y es que con sus 8.848 metros de altitud es el pico más alto de las 14 montañas que superan los ochomil metros.

El Everest y las cotas, donde se sitúan los campamentos.

El alpinismo como deporte se desarrolló en Europa en el siglo XIX. Bien es cierto que los más interesados en esta disciplina  eran los británicos, pero si exceptuamos los montes Grampianos, no les queda mucho que subir, así que empezaron atacando los Alpes y los Pirineos, que les quedaban cerca. Era una proeza subir el Mont Blanc o el Eiger. Las montañas elevadas del Himalaya eran inaccesibles porque tanto el Tíbet como el Nepal tenían cerradas sus fronteras a los extranjeros. El Everest hace frontera entre estos dos países. En 1921 el gobierno del Tíbet permite el acceso de extranjeros en su suelo y desde entonces todos los ataques a la montaña sagrada se hacen desde la cara norte tibetana. A partir de 1949 el gobierno chino, que controla el Tíbet, impide el acceso al país, pero Nepal lo permite. Desde este momento, las ascensiones se acometen desde la cara sur. Los gobiernos han ido permitiendo el acceso a la montaña por parte de los extranjeros, ya que por ahora cuesta entre 20.000 y 50.000 dólares el permiso, y es una fuente de ingresos extraordinaria.

Muchos quisieron subir la montaña, pero no es tan fácil acometer una escalada en un lugar donde se pueden sufrir congelaciones extremas, la hipoxia (falta de oxígeno) puede dar lugar a cansancio, alucinaciones y edemas pulmonares y cerebrales. En 1924 George Leigh Mallory intentó, junto a Andrew Irvine, subir en serio, con cierta preparación. Nunca más se supo de ellos, hasta que en 1999 encontraron el cuerpo de Mallory a más de 8000 metros. De Irvine, ni rastro.

Andrew Irvine (izquierda) y George Mallory en el campamento base.

Ahora es bien sabido que hay que aclimatarse correctamente a la altura. Teniendo en cuenta que el campo base, que es una ciudad de tiendas de campaña, se encuentra a más de 5000 metros, a pie del Everest, y que el mal de altura afecta por encima de los 2400 metros de altitud, hay que llegar con mucho tiempo  y haciendo muchas escalas para aclimatarse a lugares donde el oxígeno escasea. Si además eres de costa, o de lugares por debajo de los 900 metros de altura sobre el nivel del mar, aún tendrás más papeletas para sufrirla. Al menos si estás en el altiplano andino, con la excusa, puedes mascar hojas de coca. En el Himalaya no te queda otra que ir pasito a pasito por los hoteles de la etnia xerpa (los nativos acostumbrados) a calentarte con estufas donde se quema contínuamente mierda de yak.

Pasada la segunda guerra mundial y abierta la opción nepalí, el neozelandés Edmund Hillary se llegó a la montaña sagrada y junto al xerpa Tenzing Norgay, y la ayuda de las bombonas de oxígeno, coronó por vez primera la cima el 29 de mayo de 1953, justo cuando a Isabel II la estaban haciendo reinona de la Commonwealth. Esta proeza significó todo un hito para la cantidad de alpinistas que por el mundo subían desniveles. Desde este momento el entusiasmo por el subir montañas explotó. Si a esto le sumamos que en 1978 el superescalador del Tirol italiano Reinhold Messner, junto al austriaco Peter Habeler, lograron hacer cima sin oxígeno, el delirio por mandar expediciones a los ochomiles se intensificó. Messner, fue, además, el primer supermontañero que se hizo los 14 ochomiles, y vive para contarlo. Desde entonces son muchas las empresas que patrocinan escaladores para que lleven una banderica de su firma comercial a lo alto del mundo.

Edmund Hillary y Tenzing Norgay a la vuelta de la cumbre.

A mí me enseñaron que en la montaña hay que ser altruista y sociable. Estas eran formas correctas de comportarse antes. Ahora, dada la pasta en juego, en las expediciones de altura se lleva la rivalidad y el egoísmo. No hay más que ver las cosas que se lanzan los alpinistas de élite, como ese Juanito Oiartzabal que no duda en arrojar mierda sobre Edurne Pasaban, una de las pocas mujeres que ha conseguido hacer 14 ochomiles y vive. Lamentable espectáculo que dan los escaladores de élite, que compiten más que por subir, por la fama y la pasta.

Estos nepalíes no son xerpas, pero llevan todo el peso de la expedición.

Dicen que a más de 7000 metros de altitud no hay moral que valga, pero a ras del mar, las cosas que dicen los ochomilistas de sus compañeros, asusta. No se puede juzgar a la ligera, cuando alguien pide ayuda a esas altitudes no es fácil prestársela. Te juegas la vida intentando salvar la de otros. Quizá sea por eso que en la llamada zona de la muerte, a partir de esos 7000 metros, los cadáveres que quedan en el camino no se mueven y allá descansan para la eternidad. Se calcula que hay más de 200 cadáveres en el Everest -150 sin encontrar- y que muchos sirven de referencia topográfica. Incluso es fácil poner un campamento y encontrarte algún cadaver alrededor.

El vídeo seguido es un poco fuerte:



Desde que el montañismo de altura está saturado y las expediciones son exageradas ya que, por lo general se suele acometer el Everest en el mes de mayo, que suele ser el mejor momento, antes de que descargue la temporada de monzones, se dan hasta aglomeraciones para subir por el escalón Hillary y la cascada de hielo. En 1996, los días 10 y 11 de mayo murieron en una ventisca, por no querer dar la vuelta antes de coronar, ocho escaladores. Doce en total en todo el mes.  El libro del periodista Jon Krakauer El mal de altura, que narra en primera persona la crónica de la expedición es muy descriptivo. Si os interesa el libro, seguro que en cualquier bibiloteca pública lo encontráis. Pedidlo prestado antes de que este servicio desaparezca por la crisis. Krakauer iba como escalador y periodista de la revista norteamericana especializada Outside. Cuenta el mal rollito que llevaban muchas expediciones, sobre todo la sudafricana, y la ineptitud de muchos montañeros, como una rica millonaria a la que el xerpa tenía que arrastrar. Uno de los fallecidos que quedó tendido al lado de la cordada de ascensión aquellos días de ventisca del 96 fue el policía hindú Tsewang Paljor, a su lado reposa David Sharp, que se sentó parapetado tras una piedra en el 2006, exhausto. Más de 40 personas pasaron a su lado y nadie paró. El único que pidió instrucciones, el neozelandés de piernas ortopédicas Mark Inglis, fue asesorado por sus espónsors para que siguera camino. A Inglis le llovieron las críticas, incluso de Edmund Hillary. Pero pasaron otras 39 personas y nadie intentó ni siquiera darle agua, oxígeno o comida. Rescatar a alguien a esa altura es arriesgado, te juegas la vida, pero no imposible. Pesa más la pasta que han invertido para que tú puedas subir como un heróe, mientras los xerpas te han acordado el camino, te han montado y te han guardado botellas de oxígeno a lo largo del recorrido, para que subas como un señorito.

Porque esa es otra. ¿Qué vale la conquista? Contratas a un montón de porteadores que por tres duros llevan el doble de su peso a sus espaldas para que tengas una tienda aislante, buena ropa, comida nutritiva, aparatos de telecomunicación. Te hacen la comida, te clavan la cordada del recorrido, te suben el oxígeno, te llevan....A los xerpas, que so guías y hosteleros les va bien, al resto de etnias, que hacen de cocineros, de  porteadores y de pobres, nada. Nepal cobra una pasta por subir cualquier cumbre del Himalaya y sus gentes humildes viven de este turismo egocéntrico y falsamente deportivo. ¿A qué precio? Las bombonas vacías y la basura se tira por la montaña. Alguien, dada las dimensiones que está tomando la masificación montañera y el mal rollo, calificó al Everest como el circo más alto del mundo.

Cuerpo de Mallory hallado. Como este, más de 50.

Hace un tiempo puse una melodía de los hermanos Sarasua llamada Ursus Tibetanus (Oso tibetano) que expresa mucho del circo que hay. Supongo que aún se llevarán bien con Alberto Iñurrategi, uno de los pocos que ha conseguido los 14 ochomiles, a pesar de la canción, su hermano Felix Iñurrategi también reposa en una grieta del Gasherbrum II.

Por cierto, y para acabar, quien certifica si has subido o no a lo alto del Everest es una octogenaria norteamericana que reside en Katmandú llamada Elizabeth Hawley, miss Everest.




Letra y traducción.

Documental morir por el Everest.

11 comentarios:

Hormiga dijo...

Joe me está encantando pero te lo has currado mucho y me tengo que ir a clase, así que como quiero leerte despacito luego vuelvo! gracias por estos curreles!

Candela dijo...

Fíjate, yo también hablo (en un contexto muy diferente) de grandes escaladas :)

http://poralgolodigo2.blogspot.com.es/2012/06/pagando-facturas.html

Un beso

nineuk dijo...

Muy interesante. ¿Por qué es esa señora la que certifica? ¿todos los escaladores la aceptan como buena?

Emilio Manuel dijo...

La actividad deportiva de alto nivel y subir montañas de más de 8.ooo metros hay que tener muchos wtos, siempre que no te lleven en el trenecito, es insano, no es lo mismo un sendero por aquí con su correspondiente paisajes que arriesgar la vida.

No voy a negar que me encantan los reportajes que hacen estos locos, ahora hay un español de 70 años, que quiere subirse unos cuantos ocho-miles. Tienes que tener el gusanillo de la altura y estar loco.

Un abrazo Juli

mariajesusparadela dijo...

Ningún deporte de élite es bueno ni para la salud ni para la moral.
Donde hay dinero, hay mierda (con perdón).

Olga dijo...

Fíjate qué curioso: el otro día subí a YouTube una entrevista que le hicieron a mi hermano en la 2, y precisamente menciona la frase de Mallory: http://youtu.be/2aqFkgO6Q60.
Besos

maslama dijo...

sólo decirte que he leído con gusto el artículo (¡qué cantidad de detalles nuevos!). Sobre masificación, suciedad y falta de educación, típico del turismo. Puedo imaginar que los dólares y euros de los aventureros ya son suficiente consuelo para quienes tienen que aguantarles allá

besos,

El tío Goyo dijo...

Zaiiiiiindu Juli!!!!!!,

Anónimo dijo...

He visto un video en Youtube en que aparece Cowboy dándole de su propio oxigeno a David Sharp, aquél a que te refieres, puesto que el suyo estaba agotado; temblaba y de nada sirvió, pero, si es así, hubo uno que dadas las condiciones del momento actuó como un héroe al tratar de darle alguna ayuda, arriesgando su vida pues venía en descenso desde la cima, así que tu afirmación tan rotunda de que nadie le prestó algún apoyo no es verdad. Vale, hay que estar allí.

Juli Gan dijo...

Anónimo: Claro, y tú estabas. Para ser sinceros, sobre esa "rotundidad" que me atribuyes, también digo que cualquier sobreesfuerzo es jugarse la vida. ¿Lo digo o no? Y hablo de lo que escriben cronistas de los accidentes del 96 y de lo que le "mandaron" los jefes de expedición a Inglis. Claro que si quieres seguir con la polémica, "anónimo", puedes identificarte y seguimos debatiendo.

Glo dijo...

Lo expuesto aquí (para alcanzar un punto del planeta para el que sólo hay que llevar oxígeno), supone una evidencia de que la carrera espacial es y ha sido siempre una solemne tomadura de pelo.