Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

viernes, 9 de marzo de 2012

K.L.Reich

Hace unos días hablé de que había comenzado a leer una novela basada en el padecimiento autobiográfico del autor en el campo de concentración de Mauthausen (Austria). Es una de las pocas novelas escritas por un prisionero del Estado. El autor se llamaba Joaquim Amat-Piniella, escritor manresano que, como muchos otros, luchó en una guerra que perdió, tuvo que cruzar la frontera para salvar su vida, fue encerrado por los franceses en un campo de concentración situado en una playa mediterránea, preso en un batallón de trabajo, capturado por los nazis y, finalmente, cadáver viviente -malviviente- en el campo de Mauthausen, picando piedra en su cantera.

Al salir del cautiverio, Joaquim escribió esta novela, que no vio la luz hasta diecisiete años más tarde. Es una novela en la que plasma parte de sus vivencias y de otros compañeros. Amat Piniella fue miembro de esa asociación llamada Amical Mauthausen, una asociación de ex-deportados que se constituyó para divulgar un horror que ho debería volver a repetirse, aunque, tal y como están las cosas, no me extrañaría que lo hiciera.

K.L.Reich:

Así se llama la novela. Cuenta la historia de algunos deportados españoles que primero quedan espantados ante el horror que les ofrece el campo. (Llegan en 1941), luego se institucionalizan, encuentran su sitio entre la brutalidad, y malviven, y por último, la zozobra de los últimos días, como cuando Gupper (El comandante del campo) les ofrece hacerse soldados del III Reich.

El protagonista de esta historia se llama Emili y es un dibujante que trabajó para la prensa bacelonesa. Llega al campo con Francesc, un joven huérfano que trabajaba de confitero en Barcelona. En la desinfección y en el despojo de su mínimo equipaje, Emili enseña sus dibujos a un guardia de las SS que se muestra admirado del talento de ese infraser latino. Les asignan a un barracón y el kapo, al que llaman Popeye, se ensaña con un pobre tipo. Emili, que no da crédito, se le encara y le llueven hostias como panes. Ya cree que no va a sobrevivir al día siguiente, cuando le vinen a buscar para que trabaje en la sección de admisión de presos, por como dibuja, más que nada. El oficial al mando quiere que le dibuje escenas guarras, y a eso se dedica Emili, aunque con reparos, le da cobijo, trabajo seguro y una comida mejor que al resto.

Francesc trabaja en la cantera, junto a Vicenç, el València, un pobre hombretón de la huerta acostumbrado a la buena comida de su tierra que padece un hambre atroz. Por ahí también vive otro valenciano llamado August, que es un tipo listo, ágil para los idiomas, consigue trabajar de intérprete. Es un personaje algo fantasmón. Que si era pianista, periodista....Es un superviviente nato. Acaba convirtiéndose en kappo guardando a sus compañeros, pero pierde un poco los objetivos, con eso de que quiere sobrevivir y tiene alguna pequeña rencilla con los comunistas. Acaba esfumándose en la marcha de evacuación del campo. Nadie vuelve a saber de él. Siendo tan superviviente, se supone que caería, como los gatos, de pie.

Luego está Rubio, un barbero madrileño, miembro del partido comunista, que intenta mantener a los paisanos alerta y unidos. Termina siendo el barbero personal del comandante del campo, Gupper. Fue compañero en la guerra de España del hermano mayor de Ernest, un chaval muy joven que es el asistente del kapo de las patatas. Se supone que además de asistente, es el amante de este kapo. Consigue ascender a kapo de las patatas y está interesado en salvar jóvenes y bellos. Hay un cincuentón español que roba patatas, por orden de Rubio, para los más necesitados, Ernest lo pilla, le pega y le amenaza con mandarlo a la cantera. A pesar de la visita de Rubio para persuadirlo de que no cumpla su amenaza, Ernest hace que el pobre hombre muera en la cantera. El hijo de esta víctima, también preso, jura venganza.

Francesc una fría mañana va a por agua y se queda contemplando horrorizado como un nazi da la paliza de su vida a un judío, al advertir el nazi que los observan, intenta obligar a Francesc a que sea él el que mate al judío. Al negarse, la paliza recae sobre él. Acaba cayendo a un pozo de lo cual agarra una pulmonía. Es llevado al barracón de los deshauciados. Sabe que le espera el viaje al crematorio. El médico nazi le inocula gasolina. Así acaba su vida. Es un mazazo para Emili.

Emili, por otra parte, sigue en su puesto del almacén de ingreso de presos donde se trafica con las pertenencias de los recién llegados, sobre todo judíos, que traen oro. Gupper, el jefe del campo decide poner fin a tanto latrocinio. Detiene y tortura a casi todos los que trabajan allá, incluído Emili. A algunos presos alemanes les molesta que los españoles vayan tomando cotas de poder, así que hay un personaje que convence a Gupper de que los españoles roban. Ahí acaban los privilegios. Con Emili trabajaba Werner, un viejo excombatiente de la primera guerra mundial muy mordaz que habla de como son los alemanes, él mismo. Dedica unas frases espléndidas al nazismo sobre como un hatajo de criminales destalentados a fuerza de hacerse un grupo -jura que los alemanes deben su grandeza a su falta de individualismo- puede hacerse con el poder y hacer que triunfe la salvajada sobre todo. Werner muere al ser torturado por el asunto del tráfico de bienes robados a los ladrones para el reich.

Los últimos días todo son rumores y desaparición de la plana mayor de la oficialidad. Llegan los americanos y el júbilo da paso a los atracones de comida, cosa que hace que muchos mueran por el exceso de ingesta bajo fuertes dolores. A los kapos sanguinarios se los asesina, como a Popeye, al que le cuelgan el cartel "se le acabaron las espinacas". El hijo del cincuentón muerto en la cantera se hace con una pistola y mata de dos tiros a Ernest, el kapo de las patatas que sólo salvaba jóvenes guapos.

Por fin acaba la pesadilla, Emili vive en silencio con otro preso alemán los úmtimos momentos de esta pesadilla por la que ha pasado los últimos cuatro años de su vida.

4 comentarios:

Siempre suya dijo...

Son cosas que sabemos, conocidas y aunque oídas mil veces no dejan de escalofriarme y pensar hasta dónde se puede llegar.
Gracias por no dejar que se me olviden estas cosas Juli.
un abrazo

Bargalloneta dijo...

Lo tengo el libro y la verdad es que lo empecé a leer y me costó pero lo tengo en la mesita de noche!!
lo volveré a intentar.
Petons

Manderly dijo...

Acabo de terminar de leer 'Flores de sombra' de Aharon Appelfeld, inspirado en sus propias vivencias de entonces.
Tendré en cuenta el libro. He visitado el Campo de Concentración de Sachenhause y aunque han pasado más de 60 años... sigue siendo espeluznante.
Saludos.

iTxaro dijo...

me encanta cómo haces los resumenes