Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

martes, 13 de septiembre de 2011

Los huevos

A Crescencio Chaparro le caía que ni pintado el apellido. Era corto de talla, enjuto, cetrino y con cara de amargado, aunque, en esa especie de lotería que es la vida, había tenido un buen boleto. Nacido muchos años antes en un perdido rincón de la árida meseta, un segundón de una numerosa camada de una familia tan pobre que no tenía ni miseria para compartir. Comenzó muy niño destripando terrones en las tierras del cacique local hasta que la patria lo llamó a cumplir el servicio de armas.

Estaba vestido de recluta cuando empezó la guerra y su cuartel dió del lado de los rebeldes, así que al final de la guerra, y sin rasguños importantes, el ejército ganador, ofreció a Chaparro por su calidad de excombatiente un puesto vitalicio a elegir en correos, como cartero o en la guardia civil. Chaparro decidió rápidamente al no haber podido acceder a la escuela, ya que en el cuerpo de verde creado por el duque de Ahumada, no hacía falta preparación académica para vigilar los caminos. Por azares de la fortuna, había sido destinado a una ciudad de provincias del corazón de Catalunya. Una ciudad pequeña en la que convivían sin estorbarse las tierras labradas y las fábricas textiles. Chaparro, al poco de llegar y recorrer los caminos en pareja con la carabina al hombro, descubrió que Catalunya no se parecía en nada a otras zonas peninsulares que había conocido fugazmente. Los naturales de aquél lugar tenían un hablar extraño que a él se le antojaba indescifrable.

Benvinguda Puigpelat, al casarse, cambió su pueblo rodeado de cereal por esa ciudad fabril de provincia. Benvinguda, como toda su familia, se crió hablando una sola lengua, la propia. Hasta el año y medio que duró su estancia en  la escuela se desarrolló en catalán. Nunca le había hecho falta otro idioma. En su juventud se había ennoviado con el Toni. Como el deseo de los dos era casarse, al Toni no le quedó otra que buscar un empleo en una de las fábricas textiles de las miles que germinaban en la comarca, así que entró a trabajar y con los malabares de los primeros años de sueldo, se casaron y alquilaron un piso barato en un barrio humilde de la pequeña ciudad. Benvinguda también empezó a faenar como tejedora, pero, a la llegada de los hijos, abandonó la fábrica para criarlos.

La época del hambre y del racionamiento afortunadamente iba desapareciendo. Había costado mucho esfuerzo, pero, a principios de los 50 las tiendas de ultramarinos por fin podían volver a llamarse colmados sin atisbos de ironía. Un bien día Benvinguda y otras vecinas guardaban cola a la puerta de un comercio cuando acertó a pasar el guardia Chaparro junto con un compañero. Asombrado por el gentío, Chaparro se decidió a preguntar a Benvinguda el por qué de la aglomeración.

      - Ens han dit que a aquesta botiga donen els ous de franc- Se explicó Benvinguda con la naturalidad inocente habitual.
      - Haga usted el favor de contestar en español.- Le conminó el guardia algo molesto.
      - Que  disen que a esta botica dan los huevos de franco.

El guardia abrió desmesuradamente los ojos y ya pensaba en llevarse detenida a la mujer cuando oyó la sonora carcajada de su compañero de armas. La reacción jocosa del otro guardia libró a la pobre Benvinguda de pasar un mal rato en la comisaría por un malentendido debido a la libre traducción aproximada, ya que ella lo que pretendía decir era que en esa tienda daban huevos gratis. El guardia Chaparro se mantuvo cauto y dejó correr el incidente y, mas tarde, alejados ya del gentío, por fin pudo comprender el por qué de la risa de su compañero. Una risa que había salvado a todos de pasar un mal momento por culpa de un malentendido.

 Aquí los regalaban.

Esta historieta está basada en un hecho real, aunque los personajes son ficticios.

8 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Simpática historia, que suele ocurrir muy a menudo, con huevos o sin huevos, con civiles o sin civiles, a veces uno mete la pata hasta el corvejón.

Saludos

chris dijo...

De primeras he pensado que los personajes se encontrarían y enamorarían...si que estoy fatal!

Lo que reflejas es lo que en inglés se denomina, para mí de forma muy simpática, un false friend. Y menos mal que cuando te encuentras con un amigo falso siempre suele haber otro que te hecha una mano...

Besos!

Núria dijo...

Molt bona l´anécdota!Ara ja no donen huevos de franco,el que volen molts amb tot el merder del català és "tocar los huevos"(i los ovarios y las narices i allò que no sona!)
Gracies pel teu comentari al meu post d´ahir,sóc conscient que tinc molta sort, i de fet una de les meves frases és "virgencita que me quede como estoy",je,je,je...el que passa és que això de que els fills creixin implica que nosaltres ens fem grans,i...collons com fot!

Sra. Castafiore dijo...

Muy bonita historia. Moraleja: con sentido del humor es facil entenderse hasta con un innuit.

mariajesusparadela dijo...

También por aquí se cuentan historias de malentendidos por culpa del idioma.
Pero, por el camino que vamos...no va a haber ocasión.

Anónimo dijo...

Y tus clases...mucho mejor estimo.
(Al hilo del relato)

Ripley dijo...

me ha gustado. qué situaciones provocan los malos entendidos lingüísticos! ( Pd : me alegra leerte menos enfadada)

Juli Gan dijo...

EMILIO MANUEL: Errare humanum est. Es nuestra condición humana. Somos así.

CHRIS: No me digas que tienes alma de culebrón. Jaaaaaaajajaja. Gracias por apuntar lo del false friend.

NÚRIA: Huy. El problema dels retallaments és una vergonya. Malgrat que al Estat espanyol els pressuposts d'educació són inferiors als de altres païssos d'Europa. I, sí, també he descobert que em faig gran (Sí que fot, sí).

SRA. CASTAFIORE: La risa es el mejor pasaporte que tenemos.

MARIAJESUSPARADELA: Por desgracia me suena la canción. Llevan siglos intentando borrar las huellas propias...Y casi lo han conseguido.

LA REPO: Ah, si apruebo este curso por fin lo dejo.

RIPLEY: Gracias. Aún me sale todo negro. Me estoy volviendo una cascarrabias de competición.