Aprovechando que hace sol y la temperatura es agradable, ayer salí a hacer unos encargos paseando. Encontré un pasquín pegado en una farola que anunciaba que este domingo vendrá el camión de las donaciones de sangre al barrio. Entonces me dió por pensar que quizá debiera acercarme a donar. Hace más de un año que no lo hago, y yo soy -era- donante habitual allá en mi ciudad de origen. Todos lo éramos en mi casa. Hasta mi madre, que decía que ella estaba en paz puesto que al final de su vida recibió tanta sangre como la que había donado. Se recomienda que los hombres hagan unas cuatro donaciones anuales, y las mujeres tres, porque ellas ya donan involuntariamente cada mes. En mi caso, mis hematólogos me recomendaban que sólo lo hiciera dos veces, porque una siempre está justita de hierro. Soy propensa a la anemia ferropénica porque yo no tengo la regla sino las cataratas del Niágara cuando hay crecida del cauce del río. Sí, ya se que es un tema muy poco apropiado para el blog, pero siempre he mantenido que si los hombres cuentan su mili, nosotras podemos contar menstruaciones y/o embarazos. Aunque hay algo peor que que te cuenten la mili: Tener que vivirla en directo de mano de tu novio. Y yo en esa época tenía. Es un chico muy formal. Tanto que hizo la mili cuando ya todo el mundo pasaba de presentarse. Creo que fue de los últimos reemplazos que hubo y él se presentó ahogándose el asco, por el respeto que se le tiene al peso del Estado, aunque se tenga una pésima opinión del mismo. Pero estaba hablando de fluídos corporales y de que debería dar parte de mi sangre otra vez. Una de verdad que se siente bien con un acto tan simple.
2 comentarios:
Yo debería hacerlo, a ver si me animo, nunca lo he hecho :o)
Que bueno que les gusto la expo.
Un besin
Pues yo no puedo donar sangre... resulta que por mi trabajo he estado en zonas de paludismo y dengue... además de haberlo padecido ya...
es una verdadera lástima...
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