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miércoles, 9 de abril de 2014

La serie B de la historia: La princesa Tarakánova

Por si alguien creía que el que aparecieran princesas rusas diciendo ser herederas legítimas del trono del zar es cosa de hace poco menos de 100 años con una joven que juraba ser Anastasia Nikolaievna Romanova, que sepa que 150 años antes, en época de Catalina, la grande se dio un hecho similar, que no acabó demasiado bien y que además hubo un conde que se cubrió de todo menos de gloria.

La novela histórica es un género bastante antiguo. Grigori Petrovich Danilevsky, escritor que ahora no sé si sería ruso o ucraniano, porque nació en Ucrania, pero eran rusos en la época, escribió en 1838 una versión novelada de la triste vida de esta princesa que decía ser hija legítima de la emperatriz Isabel, lo cual a Catalina "la gorda", que llegó al trono por boda no le hacía ninguna gracia, y mandó que la apresaran como fuera.

La princesa Tarakánova recluida, de Constantin Flavitsky (1867)

Catalina II de Rusia era prusiana de origen y luterana de religión hasta que se casó con el zar Pedro III y se convirtió en rusa y cristiana ortodoxa. Es más, ni siquiera se llamaba Catalina, sino Sofía Federica. Las mujeres de la casa real prusiana suelen ponerse estos nombres, ya vivan en Rusia o Grecia (Tic, tac, tic, tac) Aunque el marido de Sofía/Catalina, Pedro III, que era un desdichado al que habían infligido malos tratos desde muy niño, también tenía un origen alemán por parte de padre.

Catalina II de Rusia, ni se llamaba Catalina ni era de Rusia

Las intrigas palaciegas por hacerse con el puesto de zar de todas las Rusias es alucinante, y bastante lioso para contarlo aquí ahora. Si hubiera habido un "hola" en la época, se hubieran forrado. Isabel I, la madre de la princesa Tarakánova, llegó al trono gracias a un golpe de Estado que derrocó a un bebé de 3 meses, que llegó a imperar con el título de Iván IV.

Pedro III, el pusilánime

Isabel I era una reina ilustrada que apoyó a otra reina, María Teresa de Austria en sus contiendas beligerantes contra Prusia. Es más, Prusia se veía realmente perdida por el poderío militar ruso, pero como los alemanes suelen llevar una flor en el culo, resulta que va la emperatriz Isabel de Rusia y la palma, haciendo que la guerra de los 7 años cambie de rumbo.

Isabel I, la madre putativa de la Tarakánova

Aquí va el lío sucesorio. Se supone que Isabel I era solterita y sin prole y delega el trono a su sobrinete Pedro, que acaba casándose y luego dejando viuda a Catalina de Rusia, que no se llamaba Catalina ni era de Rusia. Pero cuentan que Isabel se había casado con un cosaco, un conde ucraniano llamado Alexei Razumovski con la que tuvo una niña llamada Isabel, la princesa Tarakánova.

Al morir Isabel I, Catalina de Rusia, que es la que manda con y sin marido, tanto que monta un golpe contra este desgraciado, obliga a Razumovski a destruír todos los papeles que certifican su matrimonio con la zarina muerta.

La historia de la princesa Tarakánova:

Pues esto es que hay una chica a la que desde niña han tenido de aquí para allá. De San Petesburgo a Ispahán y de allí a media Europa. Habla varios idiomas, pero apenas conoce el ruso. Cualquiera haría caso omiso a las pretensiones de una chiquilla que vive en Italia, pero a Catalina de Rusia le molesta y manda que la detengan como sea.

Y aquí entra el conde Orlov en danza. Tiene la sangre fría de ir a Livorno, Italia, a entablar amistad con la princesa Tarakánova, tanto como para seducirla y pedirle matrimonio. La chica, que tiene apenas 20 años, encantada de la vida, le dice que sí. Para tal efecto, la montan en un barco para que un pope oficie una misa ortodoxa, ya que en Italia todo lo que es cristiano es católico, y así, en cuanto la chica sube, la detienen y a Rusia encadenada. Eso sí, Alexei Orlov no dudó en pasar la noche de bodas con ella, no sabemos si de manera consentida o no.

El conde Orlov ¿Slavian lover o un deshonesto de campeonato?

Total que la princesa Isabel Alexeievna queda encerrada en el castillo de san Pedro y san Pablo y a la pobre la someten a tormentos para que declare que ella no es la hija de la zarina Isabel, pero no lo hace. La chavala está tísica, encerrada en una mazmorra húmeda y le dan bazofia para comer, si sumamos a su grave pronóstico que encima está embarazada del deshonesto Alexei Orlov, es todo un cuadro trágico. Total que la pobre Isabel Alexeievna acaba muriendo al poco de dar a luz un niño, cuando apenas tiene 22 años, por culpa de la mala leche de la alemana que gobierna en Rusia con mano férrea, atraída por un aristócrata y militar sin escrúpulos que la arranca de Italia, donde no es una amenaza, para que confiese que no es quien dice ser. Acaban matando a una chica que no representa una amenaza real, atraída mediante engaños. Menuda enseñanza moral la de la aristocracia rusa (Y prusiana).

Danilevski acaba diciendo que el hijo de Orlov y la princesa Tarakánova, que se llamo Alexander Alexeievich Tchesmen (Como la batalla gloriosa que ganó su padre natural) acabó siendo un militar de prestigio del imperio ruso.

Otro día, hablando de Tchesmen, os cuento quién fue el "ruso" José de Ribas, catalán fundador de la ciudad de Odessa.


2 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Hoy te has ido por los cerros de Rusia.

Un abrazo.

ROSA M. dijo...

Que poquito han cambiado las cosas, las alemanas continuan gobernando con mano férrea.
Un petonet,