El xispas

El xispas es el mejor amigo que le queda a mi mitad. Ya se sabe que a medida que aumenta la edad, las amistades se difuminan por infinidad de casos. A mi mitad le queda el Xispas, que es electricista de vocación, aunque la mayoría de su vida laboral la desempeño en la famosa Pirelli de Manresa, hoy en horas subterráneas, en favor de algún nuevo emplazamiento en otro lugar de salarios más baratos y horario menos tipificado por ley. El Xispas está prejubilado, pero tiene sus aficiones, como son las de hacer chapucillas, pasear a su perra, sacar su moto ó ir a buscar setas.

Habíamos decidido celebrar con él tanto mi cumpleaños como el de mi mitad. El mío fue este viernes y el de ella hace dos jueves. Hacía un montón que mi mitad se encargó de avisar al Xispas, pero es igual. El Xispas, apareció el jueves por mi trabajo, me largó un billete y me encargó de que comprara yo el regalo para mi mitad. No es la primera vez que lo hace, y yo, aunque me repatee, sobre todo por la falta de tiempo material para comprar nada -además de que yo ya había entregado mis regalos a mi niña-, soy incapaz de sacar los colores a una persona mayor, como bien me educaron en casa. Como nos lo olíamos mi mitad y yo, al día siguiente, el viernes, se apareció por donde se hallaba ella con la idea de hacer lo mismo. Es decir, largar un billete y dejar que otro asuma la responabilidad y el coñazo de tener que buscar algo que regalar. Pero mi mitad, que siempre ha tenido un par de atributos, no le dejó ni abrir la boca y mucho menos llevarse la mano a la cartera. Eso sí, tuvo la piedad justa para darle una excelente pista sobre qué comprarme.

Total que el Xispas tuvo que hacer un hueco en su ajetreada vida de prejubilado para ir a comprarme algo. Lo cual fue motivo de chanza en la cena.