El finde de mi cumpleaños

El viernes fue mi cumpleaños. Uno más. Siempre solía aprovechar el puente que daba el día de todos los santos para hacer una cenita con mis amigos. Esta vez nos fuimos a celebarlo a un restaurante ruso. Vareniki (ravioli de queso fresco) y cerveza Báltika. El chupito de vodka que te cura el resfriado de golpe y te desinfecta la garganta, porque es alcohol puro, fue la guinda del restaurante. A la vuelta, en la rotonda de al lado de casa estaban los mossos de esquadra haciendo un control de alcoholemia. Nos debieron ver cara de discretísimas señoras formales, porque nos miraron un par de segundos y nos hicieron seguir la marcha. En cuanto nos dejaron dever la cara, soplamos de alivio, porque si mi mitad llega a soplar de verdad...quien sabe lo que hubiera pasado.

Ayer decidimos hacer las escalera de esta casa porque estaban hechas una mierda. El cabrón del yerno de la familia churumbel está haciendo su castañada propia porque estaba sempbrando las escaleras de cáscaras y trozos desechables de este fruto. Aquí, los catalanes tienen la costumbre de comer castañas para el día 1 de noviembre. Yo siempre preferí la lechefrita para estos días, las castañas, a lo largo de todo el otoño-invierno. En eso que la gitana-madre salió con su turbante puesto (cosas de la quimioterapia) para manifestarnos su vergüenza por como esta la escalera (mucha palabra, pero las vagas de sus hijas, no agarran una escoba ni para montarse en ella y celebrar su halloween). Un rellano fregado después, sale para preguntarnos cuál es el teléfono de las ambulancias, porque su sobrina se había tomado un bote de pastillas. Al rato teníamos a ls mossos, a la urbana y a los sanitarios pisándonos los rellanos. En fin. Para echarle un poco de humor negro. Humor de todos los santos, mi mitad dijo: "Pues menos mal que no se ha cortado las venas, que si no, tenemos además de huellas, un reguero de sangre."

Ya se ha acabado el mes. Hala, qué rápido.