Tengo un bló

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jueves, 21 de febrero de 2019

Foxá y su relato clasista de la guerra civil

Hará no mucho cayó en mis manos el famoso libro que escribiera Agustín de Foxá en plena guerra civil. Una novela que ensalza y justifica los ¿nobles? valores del fascismo español para excusar que iniciaran una guerra. El libro está bastante bien. Foxá tenía gracia escribiendo. Es una novela que se divide en tres partes y cuenta las tribulaciones de un inquieto joven llamado José Félix, un niño bien de familia acomodada con padre militar monárquico y conservador.

La primera parte, que se titula "flores de lis" cuenta el ambiente de Madrid durante los estertores de la monarquía. Hay huelgas, manifestaciones y tiros por todas partes. José Félix, estudiante, y sus amigos, están en la algarada pidiendo la abdicación de Alfonso XIII. El padre del protagonista, coronel en la reserva, monta en cólera, que no era ningún caballo, y echa a su hijo de casa por revolucionario. José Félix, además, está enamorado de Pilar, una niña bien cuyos padres no ven con buenos ojos al mozo y prefieren que la niña se decante por un aristócrata conocido de ellos. Grave disgusto para José Felix perder la pista de su novia en verano.  Foxá va tomando apuntes de personajes ficticios y reales. Ya decía el autor que pretendía llevar a cabo una especie de episodios nacionales galdosianos en pleno siglo XX.

La obra.

La segunda parte "el himno de Riego" nos indica como, ya asentada la república, esta decepciona a muchos, sobre todo a los burgueses como son los protagonistas de la novela. Sigue dando pinceladas sobre personajes reales tanto en Madrid como en Biarritz, porque para eso José Félix es un niño bien y veranea en el norte donde coincide con Telesforo Monzón y con José Antonio Aguirre a los que introduce así:

- ¿Tú por aquí, José Félix?
- ¿Qué hay, Telesforo?
Era Monzón. Un muchacho narigudo y pálido, de una finura femenina y provinciana. Se
escandalizaba con las frases fuertes, oía misa todos los días y creía que era pecado bailar con las
muchachas.
- ¿No conoces? José Antonio Aguirre.
Sentábase Aguirre, la nariz vasca y la pequeña boina vizcaína en la mano.
- Vengo de Bilbao.
Se golpeaba los pantalones blancos donde se modelaban abultados sus músculos de delantero
centro. Hablaba en vasco con el camarero.
 -¿Qué tal va el partido?
- Magnífico; debemos unirnos todos contra ese Madrid de chulos y organilleros.
Muchos antiguos derechistas simpatizaban con los nacionalistas por su odio a la República.
Telesforo recitaba en vasco un pequeño poema:
"La niebla llega hasta la barra de Bayona ¡Oh país mío!
Te querré como los pájaros aman a los pájaros, como los peces aman a sus crías".
- A ver otro coctel. Y añadía en voz baja:
- Muera la República. Gora Euzkadi -todavía no se atrevía a decir "Askatuta".

La canción, mal traducida, a la que hace referencia Foxá es "Itsasoa laino dago" (La niebla cubre el mar) y, que yo sepa la canción dice "te quiero más que los pececitos al agua" "Te quiero más que los pájaros a sus crías" y lo del "Oh, país mío" no se de dónde apéndices nasales lo saca.

Foxá vestido de domador de circo diplomático.

En fin, que José Félix, sin novia, porque esta se ha casado con un chulo aristócrata con el que ha tenido una niña, además, un día conoce a José Antonio Primo de Rivera y se entusiasma demasiado. Hasta está en restaurante "Or Konpon" de Madrid cuando los falangistas componen el "cara al sol" y hasya Foxá es capaz de autorretratarse. Osadía es poca:

En el local de "Or-Kompon" había estado antes la "Galería", especie de "Rastro" aristocrático,
donde acudían los conferenciantes franceses a impregnarse de fácil tipismo.
Allí se vendía al esnobismo del momento, libros raros de brujería, viajes y recetas, grabados
antiguos, zuecos, cerámica y mantones de Manila. José Félix, al entrar en aquel local, iba recordando los restos de la antigua decoración debida al enano arquitecto Mercadal. Como conocedor del sitio les explicaba:
- Vamos a los bajos porque allí hay un piano.
Era una especie de cueva vasca, con acuarelas de Guipúzcoa en los zócalos. carros de bueyes
rojos, con la lana sobre el testuz, caseros de boina, frontones, maizales y curas con paraguas, bajo los cielos plomizos de Loyola.
- Hola, José Antonio, ¿qué tal, Jacinto?
Allí estaba el marqués de Bolarque, don Pedro, Rafael Sánchez Mazas, Agustín Foxá, José
María Haro y Dionisio Ridruejo. Hablaban del "Joven piloto", una zarzuela de Luis Bolarque y Jacinto Miquelarena. Jaleo de vasos. Trajeron chacolí, sidra y bacalao.
 -Vamos a hacer una sangría.
Después de la cena, el maestro se puso al piano. Tocaba pasodobles y tangos.
- Oye, toca ese que hiciste el otro día.
Sonó una música enérgica, alegre y guerrera.
- ¿Te gusta, José Antonio?
- No está mal. A ver, ¿cuántos poetas hay aquí?; podríamos hacer un himno para que lo cantaran
los chicos.
Bajó el mozo unas cuartillas y los poetas se desperdigaron por las mesas.
- Tú, José Félix, dame un lápiz.
Bolarque, entre la música, hacía los "monstruos".
"Adiós, adiós, el capitán se va".
José Antonio trazó el plan.
- Tiene que ser un himno sencillo. En la primera parte debe hablarse de la novia, después de
decir que no importa la muerte, haciendo una alusión a la Guardia eterna de las estrellas, y luego algo sobre la Victoria y sobre la Paz. El traía ya media estrofa pensada porque en casa de Bolarque, con Jacinto Miquelarena y Haro ya habían hecho una parte.

Entre esto y una fuga fallida con su exnovia que está harta de su marido, la segunda parte acaba con el asesinato de Calvo Sotelo novelado al gusto de la época, ese que tan sabiamente heredaron los guionistas de culebrones.

La tecera parte de la novela sí que no tiene desperdicio. Titulada "la hoz y el martillo" es una descripción dantesca de una ciudad en guerra en la que para Foxá los malos son muy malos y los buenos, unos angelotes del cielo por lo menos. Aquí Foxá pone todo lo que está en su pluma para mostrarnos la zafiedad y la maldad innata y "porque sí" de las clases bajas de izquierdas.

Así nos presenta la respuesta al alzamiento militar del 18 de julio, 17 en Canarias, con tal de legitimar una asonada golpista:

Era el gran día de la revancha, de los débiles contra los fuertes, de los enfermos contra los
sanos, de los brutos contra los listos. Porque odiaban toda superioridad. En las."checas" triunfaban
los jorobados, los bizcos, los raquíticos y las mujerzuelas sin amor, de pechos fláccidos que jamás
tuvieron la hermosura de un cuerpo joven entre los brazos.

Foxá destila clasismo y supremacismo, como es natural en el señor conde de Foxá y marqués de Armendáriz, que lo era. El desprecio de Foxá riéndose de los personajes con una ideología contraria a la suya es bastante exagerada. Quizá viera en la República una merma en sus privilegios de clase ya que sus palabras destilan menosprecio a las clases desfavorecidas. Al leer sus textos una no se deja de preguntar cuánta hipocresía aristocrática hay en presentar la falta de educación y maneras como pruebas de maldad de las clases obreras.Viéndolo, además, desde la distancia de ochenta años, las rancias maneras elitistas de Foxá tiran para atrás y la ridiculización sistemática de los enemigos ideológicos es, más que patente, recurrente, abusiva y pelma.

Como ya he dicho anteriormente Foxá se dedica a retratar personajes reales. Aquí nos pinta a José Bergamín y no se corta un pelo.

Se fue a almorzar el plato azul de la "Granja Florida". Lo tomó de pie, en el mostrador.
Encontróse allí a Pepe Bergamín exaltado, hablando contra los militares y elogiando al pueblo. Los
camareros sonreían halagados. Saludó fríamente a José Félix, al que había conocido en la Redacción de "Cruz y Raya". Bergamín era un hombre agudo y retorcido, que intentaba armonizar la fe católica con el marxismo, en una amalgama imposible. Tenía frases de efecto.
- La mayoría de las iglesias las ha quemado Dios.
Estaba escribiendo una novela, cuyos protagonistas eran los incendiarios de la iglesia de san
Luis. Era un alma malvada y miserable, que amaba lo deforme y llenaba de podredumbre su revista a
pesar de Plinio, del catolicismo y de las descripciones de Frutales.

Los rojos, que son una horda que Foxá pinta de animalidad y deficiencia mental queda retratada como gentuza sedienta de sangre, siempre preparada para hacer el mal, su único objetivo en la vida, por lo que se desprende de lo que cuenta el aristócrata falangista.

Jacinto Calonge había logrado escaparse de la cárcel confundido con los presos de delitos
comunes, porque en el Madrid rojo haber asesinado era un mérito.
- Yo, qué voy a ser fascista, si yo estoy aquí por haber matado a una mujer en Carmona.
- ¡Ah, bueno!, entonces quedas libre.

La novela, al final, acaba siendo una caricatura que pretende justificar una guerra injustificable que significo la victoria de muy pocos y la derrota de la mayoría, y en esta incluyo a gran parte de los vencedores. Hubiera sido curioso saber si Foxá hubiera introducido cambios en el relato si lo hubiera escrito tiempo después de cuando lo hizo realmente, en 1938 aún en mitad de la conflagración. Como cuando Curzio Malaparte se encontró con Foxá de agregado de embajada de la España de Franco en Finlandia durante la segunda guerra mundial y este hablaba -mal- de Franco.

1 comentario:

Esti dijo...

Me apunto el libro. Foxá (además de facha y feo) escribía de maravilla, o al menos tu selección de fragmentos de la novela está requetebien.