A esa hora muy povos se atrevían a asomarse sobre la barandilla. Los más listos, ante la dimensión de la onda marina, salían corriendo al calcular el salto que iba a dar ésta, y algunos otros, como decía una mujer sacando fotos con el móvil "estos seguro que no son de aquí", se quedaban petrificados bajo la cortina de agua que les iba a caer inevitablemente encima. El sabor salado de las gotas de agua marina que te salpican la cara son vivificantes.
Un bello espectáculo que hacía años no contemplaba.
6 comentarios:
Si que recuerdo las lluvias saladas de finales de agosto alla por los 50-60 paseando por el mismo paseo. Ayy que gusto. Es verdad, son vivificantes y divertidas. Un abrazo.
Me fascina el mar del norte. Me alegra que lo disfrutes así.
Furia enloquecida, que estalla entre rocas al son de un paseo romántico. Espero que haya sido así vuestra estada.
Un beso.
Neska, he regresado del norte y lo poco que pude ver del mar fue precioso.
Te dejo un muxu para el retorno
Ir a ver las olas es uno de mis deportes favoritos. Me has recordado que de pequeña, jugabamos a ver quien aguantaba mas tiempo con las dos manos en la barandilla, y soliamos acabar empapados y ensalitrados como esos turistas fotografos de los que hablas. Y nos subiamos a una tapa de alcantarilla de hierro forjado que se levantaba tipo platillo volante por el efecto sifon de las olas, hasta que los servicios municipales la pusierón unas grapas para evitar el peligro y se acabó la diversión.
qué pasada!!! me encanta, y aqui caen cuatro gotas y lo flipamos, si ej que... jaja!
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