Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

miércoles, 2 de marzo de 2011

Centenario

Hoy mi amonatxo (abuelita) hubiera cumplido 100 años. Nació el 2 de marzo de 1911 en un minúsculo pueblecito del norte de Araba (Álava). Era la menor y la única fémina  de tres hermanos. Era una niña despierta e inteligente, tanto que sus tíos de Orozko se la querían llevar para que aprendiera el euskara que no se le había transmitido y que se frenó en su madre, pero no quisieron porque se consideraba un idioma de aldeanos, cosa que siendo aldeana ella misma, no tenía mucho sentido. Tenía un vínculo especial con su abuelo materno, Santiago, aunque a éste le costaba mucho expresarse en castellano. Llevaba una vida sencilla en su minúsculo pueblo a medio camino entre Bilbao y Vitoria, por donde pasaba el ferrocarril. Aparte de ir a la escuela, le gustaba cantar, y el único lugar donde podía hacerlo era en el coro de la parroquia. Tenía dos cualidades importantísimas: buen oído y buena voz. La vida era sencilla en el pueblo, pero pronto hubo una dura contrariedad. Su padre, que como muchos otros de su generación, tuvo que ir a pegar tiros a Filipinas sin saber muy bien por que, murió joven, así que su hermano mayor tomó las riendas de la familia. Y entre las labores de la casa, del campo y el coro parroquial, su infancia iba quedando atrás.
 
 La maestra me tiene en brazos y sujeta a mi hermano de la mano

 Un buen día llegó el nuevo maestro de la escuela. Un serio joven de la parte de la Rioja que pertenece a Álava. Se conocieron, se prometieron y al poco, se casaron.  Los hijos fueron llegando en las poblaciones donde el maestro era destinado. Llegaron a tener diez hijos. Con esa simplicidad del mundo rural, la mujer del maestro era "la maestra", y así se quedó, con ese apodo por el que hasta alguno de sus hijos la llamaba. Sufrieron la guerra en una zona sin frente bélico, pero donde cada día aparecían muertos en la tapia del cementerio. Al poco de acabar la contienda, sufrió el tifus exantemático, más conocido en España como "el piojo verde", que la tuvo ingresada en Vitoria al borde de la muerte.

La última plaza de maestro de su esposo fue en San Sebastián. Alla se trasladó la familia, sobre todo para que las hijas, que casualmente eran las hermanas menores, tuvieran opción a poder hacer el bachiller. Por desgracia, la maestra enviudó pronto. De casa iban saliendo los hijos. Tres de los varones para ejercer el sacerdocio, el resto para casarse. Las hijas menores se quedaron con la madre y los nietos solíamos ir muchas veces a su casa, donde siempre hacía rosquillas para nosotros. Cada vez que mis tías se iban de viaje, solía quedarme yo con mi abuela para hacerle compañía. Mi abuela me mimaba que era una exageración. Y me contaba historias de su vida, y me pegaba unas palizas jugando a la escoba que me dejaban anonadada. Ya, cuando estaba algo pachucha y no se cortaba en lo que decía, mi abuela, tan religiosa ella, siempre con un rosario en el bolsillo para no perder la cuenta al ir musitando oraciones, al ver al renqueante Juan Pablo II en la tele decía: "Qué mayor está este hombre. ¡Y no se retira!. Se conoce que gana bien..." Si es que mi abuelita era una mujer sorprendente.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me hace gracia las mujeres de mi generación que van de "superwomans" por la vida mientras se toman el enesimo cafe vigilando a sus cachorros desde el ventanal de la cafeteria. A veces escucho conversaciones que me parecen delirantes.

Las verdaderas superwomans son abuelas como la tuya que se echaron la familia al hombro, o como la mia que se quedo viuda con cuatro hijas que sacar adelante.

Teniendo ejemplos tan cercanos, no se como tienen algunas el valor de compararse.

Martina dijo...

Las historias de nuestras abuelas siempre me inspiran ternura. La mía tampoco tuvo una vida fácil.Pero siempre encontró tiempo para querernos.
Felicidades.

Pena Mexicana dijo...

Creo que ruffian tiene razón. Cuando yo pienso en la vida que llevaron mis abuelas creo que si yo hubiera tenido la mitad de sus "circunstancias" me hubiera muerto hace años.
Linda tu abuela Juli... y qué arte para cargarte sin que se te alzara la falda ni se te arrugara el vestidito! Claro, con diez hijos debe haber tenido una práctica tremenda...

besos de las dos para las dos :)

Hormiga dijo...

OOOh, jo, qué tierno y qué duro en algunas partes, me ha encantado!

emejota dijo...

100 felicidades para tu amonatxo. Nació un año que mi amatxo. Ya sabes eso que los nietos salen más a l@s abuel@s que a los padres. Por lo que he leído no anda demasiado lejano en tu caso. Enhorabuena por haber podido disfrutar mutuamente. Un fuerte abrazo.
Ahh, solo añadir a ruffian que los tiempos que corrían por entonces eran los del sacrificio y todo el mundo se lo creyó. Ahora corren otros tiempos, aparentemente los del placer, la comodidad y el gusto, y todo el mundo se lo ha creído. Ya vendrá el "tio paco" con la rebaja. Me imagino que obedecerá a ciclos.

Anónimo dijo...

Ahora te entiendo mejor!
Muchas felicidades por descender de mujer tan estupenda.
Un beso

felicitat dijo...

Me ha gustado mucho este relato Juli. Felicidades, muchas. Me recuerda a mi abuela con eso del rosario, rezándolo y refunfuñando siempre del cura del pueblo, jaja. Mi abuelo no la acompañó jamas a la misa. Besos.

Blau dijo...

Neska, que bonitoooo!
Ya me hubiera gustado conocer a mi abuelita materna, mi madre y madrina se encargaron bien de que nosotros la quisieramos.

Muxus.

El tío Goyo dijo...

Te tenía un poco olvidada por el curro, y porque me han paleau el portátil y porque...
Lo que me he perdido!!!!, grandeeee La maestra!!!

Zaindu