Me he acordado así como quien no quiere la cosa de una de las numerosas piezas literarias que mi padre declama a cualquer hora del día:
¿Qué queréis, conde, cagamos
con los presos cagarramos?
Cagaleras los metáis.
¿Cagaleras los metamos?
Conde, ofendido meáis.
Que yo sé lo cago
y cago bien.
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